Cinco sentidos

Bajo sospecha

Nuestro inefable mundo hiperconectado pretende encontrar todas las explicaciones, y  la verdad es que, por lo menos en la escucha cotidiana de algunos medios, cada vez  encuentra menos.  

Venimos pretendiendo explicar las razonadas sinrazones de las guerras, de las  especulaciones económicas, del apagón español, o del entuerto en aquel órdago en la  partidita de Mus en el Bar de Pepe.  

Pues sí, de todo sospechamos, nos hemos acostumbrado demasiado a la desconfianza,  a los “por debajo de la mesa”, a los fisgoneos por la cerradura en la televisión y las 24  hs. La verdad ha perdido acciones en la bolsa, mientras que ha crecido de manera  exorbitante la sospecha. Claro es, no seré pueril en creer que no ha habido razones  valederas para justificar las desconfianzas, pero hemos perdido el norte y sobre todo el  equilibrio necesario de la duda que motiva y da lugar al conocimiento. 

Esta globalización de la duda con respuesta aseverada y sin ningún tipo de  demostración, nos hace tener a nuestra verdad como la única, generando divisiones  sociales, sospechar del otro nos hace alejarnos del otro, desconocer su realidad, no  aplacar el dolor de los otros. En palabras del Papa Francisco, nos hace perder ese  espíritu de hermanos que viven bajo un mismo techo en una sola casa común. 

La famosa sociedad agrietada nos muestra signos de alarma que nos llaman a la  necesidad de una reflexión urgente, la irascible respuesta ante el otro, la sonrisa  socarrona de un empleado atendiendo a un paciente enfermo a quien se le niega el  tratamiento, el crecimiento del odio, es sin duda el signo de estos días, que se enfrenta  como nunca antes a dos paradigmas completamente opuestos, la sociedad del  descarte, o la sociedad del amor, el amor, parafraseando a Francisco no es un  sentimiento de películas románticas, sino un verdadero trabajo, lleva esfuerzo amar,  porque amar es entregarse.

Este miércoles comienza el Cónclave para la elección de un nuevo Papa, en un mundo  que deposita la fe en la sospecha, que busca el equilibrio en el hedonismo de todo lo  que hace bien a sí mismo alejando de la mirada todo dolor ajeno como una peste  contagiosa, es obvio que existan tantas especulaciones frente a la elección como  posibles candidatos, las intrigas periodísticas, y hasta las apuestas corren como río  caudaloso. 

Olvidamos, como siempre, que es tan cierto nuestro libre albedrío, como también lo es  la asistencia del Espíritu Santo, es que queremos, dentro de esta fragilidad humana de  temer lo que no podemos controlar, explicarlo todo, dominarlo todo, saberlo todo, y la  verdadera sabiduría de la humanidad es un proceso que se produce a lo largo de su  historia, que se aprende y que no se llega a su plenitud en esta vida. 

Allí frente a cada espejo, primero el mío, deberemos hacer un encuentro personal y  preguntarnos, en qué creo, a quién le creo y por qué, y hacia dónde me lleva cada  camino. Me quedaré con la respuesta de Pedro: “A quién iremos, sólo tú tienes  palabras de vida eterna”, y lo único eterno es el amor. Seguimos tratando tantas veces de explicar a Dios, de meterlo en nuestra inteligencia con esfuerzo personal y propio,  como aquel niño en la playa metiendo el océano en un pozo (San Agustín).- Es tiempo  de volver a creer, de volver a confiar, de volver a amar, con nuestros cinco sentidos y  por supuesto con el alma.

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