Cuando alguien llama la atención en la estación de los sentimientos, se habla de química, estrategias de conquista, oportunidad de tener excelente compañía, la posibilidad de romper una inconveniencia y hasta la soledad emocional que se enfrenta. Realmente, el escenario se reduce a una operación mental de treinta segundos imperceptibles a todos, para sentir la llama de la atracción y empezar a construir sueños.
El amor llega generalmente por los ojos para quedarse en el corazón, y resulta temporal porque nadie ama para siempre. Sin embargo, la creencia es que si la emoción acaba, el amor nunca existió y fue en cambio una alteración impostora de cariño. El amor incondicional es una fantasía. Pero el amor genuino no depende de nada, basta sentir que proporciona un polo a tierra en la existencia.
Las manifestaciones del amor han cambiado con la época y paso del tiempo, por lo que cabe preguntar, es el resultado de lo que se espera o es acaso la idealización de un sentimiento eterno, incondicional y desinteresado.
Antes era de fe en las palabras con cartas que exigía introspección, búsqueda y riesgo de ser asertivas en el corazón, o con detalles que expresaban demostración de interés, atención, afecto, cariño, donde con buen tiempo y buena mar viajaban pensamientos entre olas que se llevaban suspiros de besos plasmados en recuerdos.
En la época contemporánea, la mirada masculina de forma explícita se fija en el cuerpo de la mujer como una predisposición natural, y las féminas siempre se han deleitado con la mirada-deseo de los hombres sobre su anatomía, como una razón más para justificar su propio embellecimiento.
Con la tecnología, los mensajes se traducen en unos pocos caracteres, y una simple aplicación en el móvil permite saber el desempeño de la pasión, contabiliza la duración del acto sexual, monitorea la velocidad y la frecuencia de ritmo en la pareja, incluso el nivel del ruido bajo las sábanas para conseguir la meta –si se quiere- de registrar más de setenta decibeles, y recibir la distinción “rugido de león” o el premio “gloria matutina”, con puntos adicionales por un determinado número de encuentros mañaneros. Ese termómetro permite que la persona conozca claramente su comportamiento y logre una mejor disposición para cambiarlo, aunque en realidad ese distractor no es más que un generador de ansiedad e inseguridad.
Y qué decir ahora, del humano que resulta reemplazando con una figura estilizada que reúne los gustos y características físicas anheladas, para suplir los caprichos y necesidades que no logra conseguir de sus congéneres.
Anteriormente, era de sentimiento, compromiso, ideales. El orfebre del amor encontraba el secreto “con una persona que sabe estar sin ti pero prefiere estar contigo”, ya que solo hay vida cuando el amor se tiene cerca sin que envejezcan los sueños.
En las nuevas generaciones el amor parece resultar esquivo al compromiso, es temporal y pragmático en un reflejo claro del individualismo imperante.
Definitivamente la tecnología cambió las expresiones del amor…