Emilia Pardo Bazán nació en La Coruña a finales del verano de 1851 y murió en Madrid el doce de mayo de 1921. Con apenas trece años de edad ya había escrito poemas, algunos ensayos e incluso una primera novela que tituló “Aficiones peligrosas” y que fue publicada en 1866, por entregas, en el periódico “El Progreso de Pontevedra”. Esta primera obra ya denotaba mucha madurez narrativa y un definitivo compromiso con el mundo de las mujeres, pues reivindicó el derecho al placer físico y al placer intelectual y exigía para ellas lo mismo que para los hombres. Fue, a lo largo de muchos años, amante y confidente de Benito Pérez Galdós. Lo hizo incluso partícipe de algunas de sus infidelidades y llegó a tener con él tan cercana sintonía que se atrevió a decirle en su larga correspondencia “miquiño adorado” “mi almita”, “roedor mío” “monín”, “pánfilo” y “ratonciño”. Junto a él, pero en compartimentos diferentes, viajó hasta Barcelona con motivo de la Exposición Universal de 1888 y allí se encontró con el escritor, también naturalista, Narcís Oller que le presentó al periodista, financiero y coleccionista de arte José Lázaro Galdiano, con quien estrechó en poco tiempo tanta complicidad y cercanía que decidió regalarle el manuscrito de la novela “Insolación” y durante un tiempo fueron también amantes. La escritora tenía entonces treinta y ocho años y el periodista veintisiete.
Esa nueva relación amorosa de Pardo Bazán ha sido interpretada por diversos estudiosos de su obra como parte del argumento de esa novela que salió publicada en 1889. Ya que en “Insolación” se recogen algunos momentos íntimos que, a primera vista, parecen revelar parte de la aventura amorosa mantenida con Lázaro Galdiano; a pesar de que en una de las cartas que envió a Galdós en 1887 ya le señalaba que había comenzado a escribir esta obra, y además le aseguraba que la idea de escribirla le surgió durante un viaje en el tren que circulaba desde Madrid a Galicia... Pero a su joven amante lo había conocido en el año 1888, antes de haber sido publicada. Otros estudiosos de su obra han pensado que lo que cuenta en “Insolación” nada tiene que ver con la relación que mantuvo con Galdiano y que cualquiera de los matices que, a primera vista, pudieran parecernos autobiográficos son, en realidad, simplemente fortuitos o novelescos.
Emilia Pardo Bazán fue desde muy joven una gran lectora que había desarrollado diferentes inquietudes culturales, y que a pasar de que no se había formado en ninguna universidad, era gran conocedora de la literatura europea y hablaba cuatro o cinco idiomas.
A los dieciséis años se desposó con el estudiante de derecho madrileño de diecinueve años José Quiroga y Pérez Deza que nunca la entendió. Tuvo con él tres hijos: Jaime, Carmen y Blanca. Y llegado un momento, como consecuencia de los altercados impetuosos y los sinsabores que vivían a causa de sus libros, llegó a pedirle que se apartara de una vez por todas del mundo literario. Pero Emilia Pardo nunca tuvo intención de abandonar la literatura y decidieron separarse en 1883. Jamás se divorciaron. En ese tiempo estaba escribiendo “La cuestión palpitante”: recopilación de artículos ya publicados en el periódico “La Época”. Este libro incidía de modo contundente en el naturalismo de Zola. Pero la separación del matrimonio fue amistosa y siguieron manteniendo tanta cercanía que tras el fallecimiento de Quiroga en 1912 la novelista decidió vestir de luto durante todo un año.
Colaboró en diversas publicaciones y fundó, dirigió y financió la revista “Nuevo Teatro Crítico”. En 1916 fue incluso nombrada – a pesar de no tener titulación - catedrática de literatura contemporánea de lenguas neolatinas en la Universidad Central de Madrid. Tal nombramiento provocó infinidad de protestas ya que los catedráticos que allí impartían clase consideraron que Emilia Pardo Bazán no estaba suficientemente preparada para ejercer y mucho menos para representar a la institución universitaria. También fue la primera mujer que presidió la sección de literatura del Ateneo de Madrid. Sin embargo, y a pesar de sus tres intrincados intentos, nunca consiguió ser miembro de la Real Academia de la Lengua. Fue rechazada en 1889, en 1892 y en 1912. Pío Baroja, Clarín, Menéndez Pelayo y otros académicos se opusieron con rotundidad. Alguno de ellos llegó a decir que no podía votarla porque su trasero no entraría en aquellas butacas de terciopelo y otro académico se refirió a ella diciendo que era una puta. Pero también estuvo arropada por numerosos escritores. Su obra y ella misma fueron, por lo tanto, tergiversados, insultados e incluso despreciados. Pero siempre hacía lo que deseaba hacer y además lo hacía en un momento en el que en España imperaba el rancio machismo y el peor puritanismo.
Con los años fue enturbiándose la amistad con Benito Pérez Galdós, hasta que llegó el momento en que sus pasiones se fueron desvaneciendo, y fue de tal manera que ya se contaba entonces que en una ocasión en la que coincidieron por casualidad Emilia Pardo Bazán increpó a Galdós diciendo: Adios, viejo chocho y que Galdós en el acto respondió: Adios, chocho viejo...
Siguió colaborando con la revista “La España Moderna”fundada por José Lázaro Galdiano. Y participó en tertulias interesantes. Una de ellas en su propia casa de la calle San Bernardo número 13 de Madrid.
Blasco Ibáñez rompió con su esposa cuando los encuentros con Emilia Pardo Bazán se hicieron más frecuentes, pues para estar con ella alargaba sus estancias en Madrid. La condesa visitó al menos en dos ocasiones la ciudad de Valencia y en ella a su amigo. Pero también tuvieron conflictos afectivos. Blasco denunció que Emilia Pardo le había robado el argumento de un cuento que estaba a punto de escribir y que se lo había contado en un momento de especial intimidad.
Su libro de poesía titulado “Jaime” llevó el nombre de su hijo. Que, por cierto, a Jaime Quiroga y Pardo Bazán y a su hijo Jaime Quiroga los mataron el 11 de agosto de 1936. Los detuvo un miliciano que, curiosamente, era hijo ilegítimo de José Quiroga y Pérez Deza y, por lo tanto, hermano y tío de los hombres a los que de ese modo tan cruel asesinaron. La mujer de Jaime Quiroga fue quien donó a Franco la biblioteca del Pazo de Meirás.