Madrileños por Madrid

Cárceles de Madrid (I)

Este artículo no va del gobierno, ni de la actualidad política, aunque en este momento escribir sobre cárceles bien pudiera confundirse.

Confieso, no obstante, que algún episodio reciente de la política española ha avivado mi curiosidad por las cárceles en Madrid. Una curiosidad cuyo germen ya estaba ahí, porque algunas páginas he leído, escritas por viajeros que visitaron nuestro país en el siglo XIX y acabaron -por distintas causas- alojados en presidios de la capital.

Primera entrega: Madrid crece, las cárceles se alejan

Lo que más ha cambiado en las cárceles de Madrid en los últimos dos siglos, aparte de su régimen interior, es su ubicación. A medida que Madrid crecía, las cárceles se alejaban.

Hasta el siglo XX las prisiones estaban en el mismo centro de la capital, entre otras cosas porque alguien tenía que dar de comer a los presos, y así podían hacerlo familiares, conocidos o, en su defecto, la caridad pública. La primera cárcel de la Villa -especializada en delitos “contra el Ayuntamiento” como engaños en el peso, cohechos o corrupción- se mantuvo desde 1514 en la calle Mayor, en el tramo de Platerías, hasta que se trasladó a misma plaza de la Villa, donde han quedado como testimonio dos puertas gemelas de la fachada del edificio del antiguo Ayuntamiento: por una se entraba al Consejo y por la otra a la Cárcel. Muy útil, dirían algunos.

Casa de la Villa. Ayuntamiento de Madrid, donde se pueden observar las dos puertas gemelas. La de la izquierda daba a la Cárcel.
Casa de la Villa. Ayuntamiento de Madrid, donde se pueden observar las dos puertas gemelas. La de la izquierda daba a la Cárcel.

La cárcel de Corte -reservada a culpables de delitos que debían ser juzgados por “la justicia de la Corona” como homicidio, robo o estafa- estuvo en la calle de Santa Cruz hasta principios del siglo XIX, cuando sus presos -junto a los del presidio próximo al Puente de Toledo- fueron trasladados a la cárcel del Saladero, llamada así por situarse en un antiguo matadero de cerdos y saladero de tocinos, en la plaza de Santa Bárbara. Esta última cárcel fue uno de los centros de detención más conocidos de la España isabelina y permaneció activa hasta 1876, cuando se construyó la también ya desaparecida cárcel Modelo de la Moncloa, inaugurada en 1884 y demolida en 1939. La Modelo, como muchos saben, ocupaba los terrenos del Cuartel del Ejército del Aire, que con el gobierno de Sánchez pretende ser también “del Espacio”, cambio de denominación que no sabemos bien si responde a humorada o exceso de confianza.

Además de las cárceles de Villa y de Corte, en las que había presos de ambos sexos, en el siglo XVIII se decidió internar a las mujeres en una cárcel independiente, la “Casa Galera” en la calle de Atocha, gestionada por religiosas que debían conducir a las reclusas a una vida “decente” porque no eran pocas las mujeres entonces condenadas a reclusión por “delitos de impureza”; sustituida como cárcel de mujeres en 1933 por la prisión de Ventas, construida para este uso durante la segunda República en la expansión de Madrid-Este, cerca del Arroyo del Abroñigal (aunque durante la guerra civil fue vaciada de reclusas por el aumento de hombres detenidos); y a partir de 1974, por la de Yeserías, en Arganzuela, que había sido asilo de mendigos.

Otras cárceles que funcionaron en Madrid entre los siglos XIX y XX fueron la Arzobispal en la calle de la Cabeza (que según detalla la Guía de Forasteros de 1815 se destinaba a eclesiásticos que cometían delitos civiles, pero también había algunos presos comunes); la prisión de Porlier -ubicada, como habrán sospechado, en la calle General Díaz Porlier-, que ocupaba el antiguo colegio de los escolapios apenas adaptado a su nuevo uso, que dejó de funcionar a mediados del siglo pasado; y la de Torrijos, también en un convento, frente a la anterior.

Hasta poco después de morir Fernando VII en 1833, se podía también estar preso en los calabozos de la Inquisición, pues este monarca usó esta jurisdicción -ya prácticamente en desuso- para delitos políticos más que religiosos. Sus mazmorras estaban en un convento en la actual calle Isabel la Católica, aunque había prisiones secretas, la mayoría cerca de la Plaza de Santo Domingo y el inicio de la calle San Bernardo.

Este Monarca, que tenía en sí mismo el espíritu de la contradicción, visitó varias veces las cárceles, y él -que había mandado a tantos a prisión, al tormento, incluso a la muerte por ideas políticas- un día “se presentó disfrazado en la cárcel de la Villa a las 7 de la mañana, sin más compañía que su capitán de guardias, y habiéndola reconocida mandó que se tabicase para siempre la grillera, horrorizado de que la humanidad hubiese tolerado ésta en una nación civilizada”.

Planta de la cárcel de mujeres de Yeserías, en el distrito de Arganzuela, 1928-1934. Fuente COAM (Colegio de Arquitectos de Madrid)
Planta de la cárcel de mujeres de Yeserías, en el distrito de Arganzuela, 1928-1934. Fuente COAM (Colegio de Arquitectos de Madrid).

La primera prisión que salió de Madrid, pero aún próxima a la capital, fue la provincial de Carabanchel, situada entre un parque, un cementerio, y un psiquiátrico en el que acababan bastantes de sus huéspedes. Estaba inspirada en la Modelo de Barcelona, y funcionó entre 1944 y 1998. En este siglo XXI ya no hay cárceles cercanas a las instituciones centrales de la administración ni del gobierno. Madrid tiene hoy 7 centros penitenciarios, todos puestos en funcionamiento entre 1981 y 2008. El más conocido y el que tiene los huéspedes más famosos es el de Soto del Real (Madrid V). El resto: la cárcel de mujeres de Alcalá (Madrid I), Alcalá-Meco (Madrid II), Valdemoro (Madrid III), Navalcarnero (Madrid IV), Aranjuez (Madrid VI) y Estremera (Madrid VII).

Las cárceles ya no están integradas en el tejido urbano como recordatorio de lo que le espera al delincuente, sino que se han desplazado a la periferia, haciendo olvidar a muchos que todavía existen y podrían acabar en ellas.

(Continuará)