Prisma Internacional

Victoria electoral de la extrema derecha en Rumania

El éxito alcanzado por el candidato de la extrema derecha rumana, George Simion, invita a una reflexión sobre las causas del malestar que reina en una buena de Europa y el consiguiente auge del populismo en el continente.

La rotunda victoria del candidato de la extrema derecha, George Simion, en las últimas elecciones presidenciales rumanas revela el malestar creciente que se vive en el seno de una sociedad que ha vivido desde el final de la pandemia un crecimiento desmesurado la inflación, una caída en la capacidad de compra de los rumanos y una crisis económica que ha provocado una crisis demográfica -Rumania ha perdido cuatro millones de habitantes en los últimos veinticinco años- sin que se vea la salida al final del túnel.

Con una 41% de los votos a su favor, Simion ha sabido canalizar ese descontento, fruto de ese aludido malestar creciente, y ha sido capaz de derrotar al candidato oficialista, Crin Antonescu, que ha sufrido una severa derrota y ha obtenido la mitad de los votos que el candidato ganador (20,5%). Simion es la mano derecha de un candidato invalidado para presentarse en estas elecciones, Calin Georgescu, y que no oculta sus simpatías por el régimen ruso de Vladimir Putin y por las ideas derechistas del presidente norteamericano, Donald Trump. Es claramente anti Unión Europea (UE) y observa con recelo la pertenencia de Rumania a la OTAN. Georgescu, además, nunca ha ocultado sus simpatías por el régimen rumano de Ion Antonescu (1940-1944), un aliado de Hitler en la Segunda Guerra Mundial y ejecutor del Holocausto en este país, siendo responsable del asesinato de miles de judíos y de terribles matanzas en Odesa, Trasnnistria y Moldavia.

Una victoria de Simion en la segunda vuelta de estas elecciones podría significar que el bloque antieuropeo dentro de la UE, conformado por Hungría y Eslovaquia, se fortalezca y que peligren las ayudas de esta organización multinacional a Ucrania. Rusia, no cabe duda, ganaría un nuevo aliado en esta zona de especial importancia estratégica -Rumania es fronteriza con Ucrania y Moldavia- y se apuntaría un tanto a su favor, ya que lleva interfiriendo en los procesos electorales de Europa del Este desde hace años sin éxito.

Georgescu ganó una primera vuelta de unas elecciones presidenciales, pero ante las sospechas de que su victoria respondiera a una operación impulsada por Rusia, el Tribunal Constitucional anuló esa primera vuelta y ordenó la repetición de las mismas,  prohibiendo además a Georgescu volver a presentarse, por lo que apadrinó a Simion como candidato electoral. Si Simion llega a la presidencia es como si lo hiciera Georgescu y Europa puede echarse a temblar teniendo en su interior a un presidente claramente prorruso, antiatlantista y antieuropeo.

Simion, que ha ganado en 36 de los 47 departamentos en los que se divide Rumania, se enfrentará a un candidato independiente y alcalde de Bucarest, Nicusor Dan, quien obtuvo sorpresivamente el 21% de los votos. Dan es europeísta convencido y un activista político que se mueve bien en la escena política rumana, siendo quizá el único de los candidatos capaz de ganar las elecciones a Simion y captando los votos de los otros candidatos del centro y la izquierda. Solamente así habrá una victoria de los europeístas y favorables a la OTAN en este país.

Lo realmente preocupante de las noticias e informes publicados en Europa y la misma Rumania sobre estas elecciones es la falta de capacidad analítica sobre porqué existe ese profundo malestar en la sociedad rumana. No olvidemos que Rumania es uno de los países más corruptos de Europa, tal como lo perciben sus ciudadanos y Transparencia Internacional, y el desempleo entre menores de 25 años es el mayor de todo el continente. La calidad de la democracia rumana es realmente deficiente, según aseveran numerosos informes de organismos internacionales, y la gente emigra hacia el exterior ante la falta de expectativas sociales y económicas. Estar todo el día bramando contra la ultraderecha, como hacen en  España y otras partes de Europa muchos, sin tratar de entender qué está sucediendo, no es el mejor antídoto para conjurar los fantasmas del pasado.

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