A Volapié

Suecia: resultados de la reducción del gasto público

Alfonso de Valdivia
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En un reciente artículo vimos como Suecia, antaño prestigiosa por su enorme Estado del bienestar, lleva treinta años recortándolo, desde el 70% del PIB en 1993, al 48% actual. 

Veamos algunos datos para ver el impacto de dicha medida.

  Gasto Público/PIB

PIB bn euros

PIB per cap. k euros

Desempleo %

IPC

Deuda/PIB

Deuda per cápita euros

Déficit público

IDH (3)

1990 57% 196 23 7,3% 7,3% ND ND ND 14ª
1993 70,5% 193 22 10% 10% 68% (1994) 15.000 8,71% (1) 10ª
1997 59% 237 26,75 8,8% 1,9% 67% 17.600 1,5%
2003 54% 296 33 6,4% 2,4% 49% 16.300 1,2%
2008 50% 354 38 6,9% 0,9% 38% 12.700 1,9% 13ª
2013 52% 442 46 8,1% 1,2% 40% 18.000 -1,5%(2)
2018 50% 470 46 6,8% 2% 40% 18.200 0,8%
2023 48% 548 52 8% 5,8% 31% 16.800 -0,6% (2) 7ª (2021)

Fuente: Datosmacro.com/expansión
(1) es la media de los años 1992, 1993, 1994 y 1995. (2) superávit.
(3) IDH, índice de desarrollo humano.

Lo primero que vemos es que el brutal incremento del gasto público ocurrido entre 1990 y 1993 se vio acompañado de una contracción del PIB. Lo segundo que podemos observar es que la reducción del estado hasta el 48% del PIB entre 1993 y 2023 ha venido acompañada de un crecimiento nominal del 136% del PIB per cápita, o del 52% en términos reales. Esto equivale a un 4,5% anual nominal, o un 1,73% en términos reales. En vez de un desplome de la economía, se ha producido un sólido crecimiento. Cuando el gasto público es excesivo, la utilidad marginal de cada euro adicional empleado por el estado decrece notablemente. Teniendo en cuenta la deuda que genera, la utilidad incluso se vuelve negativa. 

En cuanto al desempleo, el incremento del gasto público en más de 13 puntos del PIB entre 1990 y 1993 coincidió en el tiempo con un alza del paro que pasó del 7,3% al 10%. A partir de 1993, a medida que el gasto fue decreciendo, el desempleo volvió al 7% de media. Otros  factores intervienen en la evolución del empleo, pero el peso del estado, y en qué grado este dificulta la evolución del sector privado, no solo acaparando recursos, sino interviniendo mediante excesivas regulaciones e impuestos, tienen un impacto fundamental en su evolución. 

Si hablamos de inflación, los años que van desde 1980 hasta 1994, años en los que el gigantismo del estado sueco dominaba la economía, el IPC rondaba de media el 10%. En esos años, Alemania se movía en el entorno del 3%, Holanda en el 3,6%, y Francia en el 4,5%. Todos estos países tenían un gasto público muy por debajo del 70% que llegó a alcanzar Suecia. La disminución del gasto público ha contribuido a reducir la inflación al entorno del 2% (pandemia aparte). 

Lógicamente la moderación del gasto público ha hecho que el endeudamiento se haya reducido desde el 68% del PIB en 1993, al 31% en 2023. Un endeudamiento bajo implica que el estado tiene facilidad para tomar nueva deuda en caso de necesidad, ya sea por una recesión, por una catástrofe natural, una epidemia o una guerra, o por ejemplo financiar el déficit de las pensiones, mientras se hace una transición a un sistema de capitalización. La moderación del gasto público ha permitido reducir el déficit desde el 8/10% de los años 90, a un rango que va del -3% al +3%. Esta prudencia y buena gestión presupuestaria es una de las bases de la actual prosperidad de Suecia. 

Otra consecuencia muy positiva es que los recursos destinados a pagar intereses son mucho menores, pudiéndose emplear para financiar inversiones productivas como infraestructuras, tecnología, I & D, políticas ligadas a la productividad etc...

Por lo tanto, podemos afirmar que la disminución de la presencia del estado en la economía sueca ha favorecido el desarrollo económico y el empleo, así como el crecimiento de las rentas y salarios. También ha reforzado la solvencia de las cuentas públicas, ha contribuido a reducir la inflación, y ha generado recursos que se han podido destinar a la inversión. 

Es destacable que también se han producido mejoras cualitativas. Es el caso del IDH, índice de desarrollo humano. Este índice elaborado por la ONU tiene en cuenta la salud, la longevidad, la educación y los ingresos de la población. En 1990, Suecia estaba en la posición 14ª, sin embargo desde el 2013, se encuentra entre la 5 y la 7ª posición. También es importante destacar la desregulación que han emprendido los suecos. En el ranking Doing Business (facilidad para hacer negocios) figuran en una honrosa 10ª posición (31ª para España). Menos estado no es solo gastar menos, es también intervenir y regular menos. 

Hay que destacar que con un gasto público similar al de Suecia, en términos de PIB, España está en la 27ª posición en el ranking IDH, es decir veinte posiciones por detrás. Esto, objetivamente es un mal resultado, fruto de una mala gestión. No es solo cuánto se gasta, sino en que se gasta. España gasta mucho más en gasto corriente improductivo y clientelar, e invierte poco. El gasto público en España es notoriamente ineficaz e ineficiente. Por eso podemos ver a España en el puesto 28º y 44ª en los índices de Innovación y de Capital Humano, mientras que Suecia figura en las posiciones 3ª y 8ª respectivamente.

Lo mismo vemos si analizamos los datos de Carencia Material Severa. En 2022, el 7,7% de los españoles estaban en dicha situación, ¡0,3 puntos más que en 2015!. Este es otro dato revelador. El gran crecimiento del gasto público y del estado, no ha reducido el número de personas que están en la pobreza. La triste realidad es que el estado, cuando crece de forma desmedida, solo tiene como fin servir a los políticos, a los sindicatos, y a sus cohortes de clientes. 

En Suecia, sin embargo, a pesar de la gran reducción de lo público, el número de personas con carencia material severa es muy bajo, entre el 1,1 y el 2,3%. Un menor gasto público, menos estado, no ha producido más pobres, sino menos.  

El desarrollo económico no depende solo de la política fiscal y regulatoria, también influyen otras variables como la política monetaria, de cambio, los mercados financieros o de materias primas, así como el entorno internacional. No obstante, es notorio que un estado enorme no contribuye a generar más desarrollo económico y social, más bien al contrario, como acabamos de ver en este artículo, así como en el anterior.

Un estado excesivo es un gran mal, al igual que uno muy menguado. El rango óptimo se encuentra entre el 35 y el 40% del PIB. Convendría tener esto en cuenta a la hora de votar si queremos detener el declinar económico y social de España.