Eppur si muove

Regreso al... pasado

Un Delorean medieval.
photo_camera Un Delorean medieval.

Si en la película de Regreso al futuro (1985) Marty McFly consigue realizar una de las travesías más icónicas de la historia, logrando viajar en el tiempo tras haber creado una máquina espectacular en forma de coche deportivo, gracias a su colega Doc, más espectacular me parece la que han debido construir estos pseudocientíficos de poca monta que hacen alarde de tumbar más de dos milenios de avance científico-astronómico, desde la creación de aquel primer modelo heliocéntrico por parte del gran Aristarco de Samos hasta los más modernos de hoy en día. Esto sí que es una buena película, pero de las de terror.

Este verano se ha cumplido el quincuagésimo quinto aniversario de la llegada del hombre a la luna. Con el Apolo 11 como montura, los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins consiguieron darle la vuelta a la carrera espacial. Hay quien sigue negando dicho hito, pero, para más inri, tras esta hazaña surgieron otras seis misiones tripuladas a la superficie de nuestro satélite en un corto periodo de tiempo, de las cuales todas menos una resultaron exitosas. Cabe destacar, ya que parece que siempre se nombra a las mismas personas, que la tecnología usada para el Apolo 11 venía de la mano de una incomprensiblemente desconocida matemática, ingeniera y científica computacional llamada Margaret Hamilton, creadora del software que bautizaría como "Luminary".

Y no, de momento no hemos conseguido desbloquear el rompecabezas del "condensador de fluzo" para poder viajar en el tiempo, pero parece que hay gente que regresa al futuro desde tiempos inmemoriales, con cuentos terraplanistas e intentando rebatir ideas y teorías firmemente contrastadas. Doc decía que, “si vas a hacer una máquina del tiempo, ¿por qué no hacerlo con clase?” Pero los terraplanistas no tienen clase y usan argumentos de mala calidad. Dentro de la comunidad científica hay quien se lo toma a broma, hay quien dice que ellos también tienen derecho a decir lo que creen; pero en esta época de buenismo, libertad de opinión, que mucho se habla de derechos, pero nada de responsabilidades, estamos cayendo en una trampa peligrosa, ya que con ello estamos empoderando también a toda una secta de ignorantes.

Esta vez la falta de conocimiento no es por falta de posibilidades, como podía ocurrir antaño. Para hacernos una idea, el ordenador con el que estoy escribiendo este artículo tiene una velocidad de procesamiento 2000 veces mayor y una memoria RAM 8 millones de veces mayor que la computadora de navegación del Apolo. Hoy en día, cualquiera de nosotros tiene en su bolsillo un ordenador, en forma de teléfono móvil, muchísimo más potente que los dispositivos que usó la NASA para todas estas grandes gestas; sin embargo, las personas prefieren usarlo para las redes sociales (o asociales), alardear de una vida que no tienen o para cualquier pérdida de tiempo similar.

Aunque también hay espacio para lo bueno en estas redes. Es cierto que para el grueso de la población carece de interés, por desgracia, pero todavía queda algún héroe que de manera casi altruista intenta dar conocimiento al pueblo llano, emulando al tan apreciado Carl Sagan, recordando así aquellos tiempos en los que se valoraba el conocimiento y no había tanta telebasura.

Y al hablar de divulgadores científicos competentes actuales, me viene a la mente una canción que compusieron entre tres de ellos que bien se podría "pinchar" en ese nuevo Delorean 2.0 del terror, a todo volumen. El estribillo reza así:

"No se enteran que la Tierra bola ya no está de moda, ahora es plana, plana, plana, como tu encefalograma…"