
En el siglo XVIII, bajo el reinado reformista de los Borbones, España vivió una notable renovación científica e intelectual al abrigo de las ideas de la Ilustración. En este contexto, los jardines botánicos no fueron meros adornos cortesanos, sino expresiones vivas de un proyecto ilustrado de gran envergadura: conocer la naturaleza para ordenar el mundo, enriquecer la medicina, mejorar la agricultura y fortalecer el Estado.
Entre estos centros, el Real Jardín Botánico de Madrid, fundado en 1755 en Soto de Migas Calientes y trasladado en 1781 al Paseo del Prado por orden de Carlos III, destaca como símbolo de la Ilustración española. Fue mucho más que un jardín: fue un centro de enseñanza, investigación y clasificación botánica, directamente vinculado al Real Gabinete de Historia Natural y al Real Colegio de Cirugía de San Carlos. Su estructura ordenada, sus colecciones científicas y su vocación pública reflejaban el espíritu de una época que aún valoraba la autoridad del saber clásico, pero lo proyectaba hacia nuevas metas al servicio del bien común. En una comparación nada exagerada, era la “NASA” de la España de nuestros ilustrados del siglo XVIII.
Este jardín fue, además, la piedra angular de un proyecto mayor: las expediciones científicas promovidas por la Corona, auténticas gestas del saber. A través de ellas, la botánica española se abrió al mundo, y a la vez, el mundo fue sistemáticamente documentado por naturalistas formados en España.
Uno de los capítulos más nobles de esta época fue la Expedición Botánica al Virreinato del Perú (1777-1788), dirigida por Hipólito Ruiz López y José Antonio Pavón, quienes recorrieron los Andes recogiendo miles de especies, muchas de ellas desconocidas en Europa. Otro caso notable fue la Expedición Botánica a Nueva España (1787-1803), encabezada por Martín de Sessé y José Mariano Mociño. Esta expedición produjo un herbario monumental y describió centenares de especies mexicanas, muchas con aplicaciones medicinales. También se debe recordar a Celestino Mutis, figura señera de la Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada, médico, astrónomo y botánico, que combinó la enseñanza científica con una profunda fe religiosa.
Entre los botánicos españoles más destacados de esta época merece especial atención Casimiro Gómez Ortega, director del Real Jardín Botánico de Madrid y figura clave en la institucionalización de la botánica como disciplina científica en España. Era un farmacéutico ilustrado, el primer farmacéutico que ocupó un sillón en la Real Academia de la historia, además de la de Farmacia, hecho que ahora se repite con nuestro compañero Javier Puerto Sarmiento.
Así, los jardines botánicos del siglo XVIII, en especial el de Madrid, no fueron sólo centros de estudio local, sino verdaderos nodos de un sistema imperial del conocimiento, alimentados por las expediciones y por el trabajo de naturalistas españoles de altísimo nivel.
Toda esta historia se puede recordar entre los días 5 y 6 de abril, en que el Real Jardín Botánico abre sus puertas a un recorrido histórico que ha sido presentado en una conferencia del profesor Antonio González Bueno, Académico de Farmacia especializado en historia, pero con una profunda base botánica.
El uso actual de plantas medicinales
Dando un salto en el tiempo de 270 años podemos decir que, tanto la Unión Europea con como nuestra propia legislación se ocupan de los “medicamentos tradicionales de plantas”, y también del uso de plantas en complementos alimenticios. La diferencia está en las alegaciones terapéuticas ya que no todas las plantas usadas tradicionalmente son medicamentos, sino complementos alimenticios, sin alegaciones terapéuticas. El enfoque español y europeo reconoce el valor del uso tradicional, pero exige que se formalice dentro de un marco sanitario estricto si hay intención terapéutica.
Aunque hasta el año 2012 algunas plantas medicinales podían prescribirse en recetas del Sistema Nacional de Salud, ahora son medicamentos sin prescripción médica, de venta en farmacias, o complementos alimenticios, de venta en cualquier canal. En ambos casos se permite su publicidad al público. Unos ejemplos de medicamentos tradicionales de platas que se pueden encontrar en las farmacias, aparecen en el siguiente cuadro.

Acudiré mañana al Real Jardín Botánico para recordar los cursos impartidos por el profesor Bellót, en el pabellón alzado por el arquitecto Villanueva, donde volveré a vivir una experiencia como la que tuve hace más de 55 años, y que me convirtieron en un amante de la botánica, una afición que no he perdido, a pesar de que la vida me ha llevado por otros caminos.