La querencia del toro de lidia, es aquella porción del ruedo hacia la cual el animal se siente atraído por un impulso psicológico. Siempre ha sido considerada como un grave peligro para la seguridad del torero.
Dicha querencia se puede denominar o clasificar de dos maneras: la natural y la artificial. Tanto una como otra, como antes hemos dicho, son peligrosas para los diestros, sobre todo para los inexpertos. El torero experimentado debe darse cuenta de inmediato cuál de ellas es la que el toro acusa o desarrolla, sacándole su matador el aprovechamiento que estime oportuno y que más le interese para mayor lucimiento y salir airoso durante toda la faena.
Muchas veces en circunstancias normales, el mismo torero puede producir o generar una querencia artificial, cuya existencia utilizará en la lidia y muerte del toro. Por lo tanto, como antes exponemos, existen las dos querencias.
Querencia natural
Esta querencia podríamos clasificarla de tres formas diferentes:
Primera: Se puede admitir que es la zona adyacente a chiqueros, generalmente, la que toma el toro manso, donde permanecerá y buscará junto a la barrera el deseo y la esperanza de escaparse del ruedo.
Segunda: Yo pienso que pueda ser la más importante de la querencia natural, porque en cualquier lugar donde haya sido cogido un torero o un picador derribado, el toro bravo coge favoritismo en aquel terreno, entonces de inmediato y deliberantemente se pone el animal a la defensiva.
Tercera: Es la que, en cualquier área del ruedo, el toro ha puesto en apuros a su matador durante un pase, como vulgarmente se dice; se ha colao, apretarle o achucharle. Esta querencia es la que más manifiesta los toros bravos y con sentido, motivo suficiente para cambiarle de terrenos.
Querencia artificial
Es aquella que ha sido producida por el torero por una razón específica, casi exclusivamente concebida, para adaptarse al mejor empleo de la lidia de los toros con defectos y otros estímulos en su comportamiento. Las querencias artificiales raramente pueden ser producidas por toros realmente mansos, que son aquellos que se niegan continuadamente el contacto con el torero, huyendo para amparase en las inmediaciones de toriles tan pronto como se les presente la oportunidad que, en este caso, ya sería querencia natural. Los toros con nobleza suelen ser toreados sin estas complicaciones.
La querencia típica artificial, para emplearla debe ser con un toro distraído, sin fijeza, resistiéndose a tratamientos correctivos, entonces su matador tiene que iniciar la faena con muletazos suaves, sobre todo por alto junto a tablas, usando inmediatamente el trasteo para llevarse el animal al tercio de la plaza y seguirle con tandas de pases corregibles en los terrenos que crea más favorables y propicios para ejecutarle unas series, por así llamarlo, de derechazos, naturales, molinetes, redondos, circulares, etc., sin apresuramientos.
Lo más pronto que se le aprecie la existencia de una querencia a un toro, es observarle sin vacilar el recorrido de su embestida. Debe tenerse muy presente la manera de ligarle los pases, evitar que en cualquier remate empleado por el lidiador no se coloque el toro de nuevo en sus terrenos deseados, pues, de hacer así, debe usarse el trasteo una vez más para desplazarlo de allí, quedando destruida la continuidad de la faena en aquel lugar.
Pero hablando de la querencia natural, tiene también su saldo deudor, por ejemplo: cuando Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” dejó unos momentos a “Islero” para ir a la barrera a cambiar la espada de madera por la de acero, el toro se volvió a su querencia de la que había sido sacado. Y fue allí, por su sentido, cuando su enemigo rehusó tomar el engaño, tomando en su lugar la vida del matador.
Como este último caso, existen muchísimos más con el mismo resultado.