Me gustan los museos. Disfruto. Me enseñan. Puedo vivir retazos de historia o esforzarme en dejar que líneas, colores y formas me traspasen para sentir una emoción o evocar un momento. Sin embargo hay uno cambiante y vivo. Lleno de historia y belleza. Con una biografía de altos y bajos; gloria, miseria, olvidos y reconocimientos. De supervivencia contra toda esperanza. Como uno de nosotros. Tiene algo de sumisión y de explosión vital. De melancolía y alegría de vivir. En muchos aspectos es el museo que más se parece a un ser humano. Es el Real Jardín Botánico de Madrid. Se celebra este año su 270 cumpleaños con una mayor aún profusión de conferencias, juegos de luz, documentales, coloquios, y visitas guiadas, entre muchas otras actividades habituales, que ahora
Su historia es tortuosa. El Boticario Mayor de Felipe V, Luis de Riquien, había plantado una huerta-jardín en su Huerta de las Migas Calientes en el Soto de la Florida. Se llamaba así por su microclima muy benigno gracias al que tenía gran cantidad de árboles frutales, viñas y plantas medicinales, además de su fácil regadío a causa de su cercanía al río Manzanares. En tiempos de Luis I fue legada al rey con la esperanza de que sería transformada en un jardín botánico a la manera de los que estaban proliferando en Europa, pero habían de transcurrir casi 40 años hasta que esto se consiguiera por la muy temprana muerte del monarca. Finalmente se hizo de la mano de Joseph Hortega, Juan Minuart y Joseph Quer, siendo creada por Real Orden bajo la protección de Fernando VI en 1755. A partir de sus plantas medicinales se obtenían los medicamentos necesarios para el uso de la familia real, algunos nobles y personal de Palacio. Y en ella también comenzaron a impartirse clases para estudiantes de la Universidad.
Bajo los auspicios del rey Carlos III, por Real resolución ya en 1778 es trasladada al Paseo del Prado en el llamado Huertas del Prado Viejo de Atocha por compra de fincas de varios propietarios, siendo dirigido por Casimiro Gómez Ortega durante 30 años. Este modernizó el complejo nivelando el jardín en tres terrazas, las plantas fueron ya ordenadas según las veinticuatro clases de Linneo y las especies medicinales fueron plantadas en una zona aparte. Tras ello, con el empeño de su nuevo director, Juan Antonio Cavanilles, las clases que se imparten cobran gran auge al tener los alumnos no solo por un mejor acceso por proximidad sino por el gran incremento del nivel científico que ya estaba a la altura de los más importantes de Europa. También se edificaron invernáculos unidos posteriormente por un edificio para aulas. En la actualidad el conjunto forma el Pabellón Villanueva. También el número de especies aumentó considerablemente con plantas y semillas procedentes de América e intercambio de semillas con diversas instituciones análogas europeas.
En el semiabandono y depredación sufrido durante la invasión francesa, hay que resaltar la gran labor desarrollada por sus trabajadores y jefe de jardinería que, gracias a su origen francés y prestigio internacional, consiguieron que no resultase totalmente destruido, aunque las 7.000 especies de plantas se vieron reducidas a algo más de 2000. En 1845 Fernando VII reanuda su actividad y aunque con problemas internos y sin conseguir el esplendor anterior, con la reforma de la Administración, el Museo pasará a depender de la Universidad aunque esta unión sólo durará seis años, pasando a depender del Museo de Ciencias. Pero tampoco sería estable esta dependencia, pues tras la guerra civil en 1939 dependerá del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y es declarado Jardín Artístico y Botánico con sede en la Cátedra de Botánica de la Universidad Complutense.
Tras muchas penurias y olvido, un informe detallaba el vergonzoso estado de abandono en que se hallaban jardines y edificios y el cierre tuvo su origen en esta denuncia pública y también por un suceso desgraciado, y es que a consecuencia de la caída de la gruesa rama de un viejo olmo, se produjo la muerte de un profesor de la Universidad que circulaba en su coche. Todo esto hizo patente la urgente necesidad de realizar las obras necesarias para su reestructuración. Bajo la dirección de su nuevo director, el catedrático de Botánica Salvador Rivas Goday de la Universidad complutense de Madrid, se restauraron edificios, se modernizó el sistema de riego cambiando el primitivo riego por acequias y molino de agua, se reestructuraron paseos, se adecuaron edificios y se reconstruyeron las enormes estufas de las especies tropicales. Tras todo ello, se reabrió el día 2 de diciembre de 1981 con la inauguración por S.S.M.M. los reyes, al cabo de más de 200 años de azarosa vida.
Actualmente goza de su mejor momento. Su directora María Paz Martín Esteban, entre otras muchas cosas, es titulada en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona, doctora en micología que se unió al Real Jardín Botánico con un proyecto sobre la flora micológica ibérica y pionera en la integración de técnicas moleculares en estudios taxonómicos. Funcionaria de carrera, investigadora internacional, profesora de investigación, vicedirectora de Jardinería y Arbolado y un largo etcétera que compone su currículo, la avalan para una labor un tanto abrumadora pero que, a la vista de los resultados, lleva adelante con excelente eficacia.
Un consejo, visiten nuestro Jardín Botánico que especialmente en este año tiene una actividad excepcional y disfruten con su entorno cambiante y vivo de cada estación. Déjense invadir por su asombroso ámbito de vida y misterio.
De nuevo, deseo un muy feliz aniversario a nuestro joven de 270 años.