He estado recientemente en la ciudad de Mostar -capital de la región de Herzegovina-, una de las urbes más castigadas durante la guerra civil bosnia (1992-1995), y conocida internacionalmente por el famoso puente medieval que fue destruido en la contienda, cuando unos malnacidos le dispararon varios proyectiles de mortero para destruir el símbolo de la ciudad. Realmente, no destruyeron un puente, sino el emblema de la convivencia que comunicaba a las dos orillas de la urbe, en la que vivían las dos principales comunidades, los católicos croatas a un lado y, al otro, los bosnios musulmanes, en una armonía que fue destrozada a merced del virus nacionalista incubado durante años por los caudillos de la causa etncista. Destruyendo el puente, pensaban los ultranacionalistas croatas, se acabaría la convivencia casi milenaria con los “pérfidos” musulmanes. Alguien escribió en la orilla musulmana sobre una piedra este texto que evoca estos hechos:”Don´t Forget, 1993!”.
Esos hechos ocurrieron el 9 de noviembre 1993, en una de las muchas guerras que se sucedieron dentro de la guerra civil bosnia, concretamente la conocida como “guerra croatas-bosnia” (1992-1994), entre los bosnios croatas, que habían proclamado una “República Croata de Herzeg-Bosnia”, y los bosnios musulmanes del gobierno de Sarajevo reconocido por la comunidad internacional. El conflicto fue muy cruento y hubo violaciones de los derechos humanos por ambos bandos, aunque la peor parte se la llevaron los musulmanes, especialmente los civiles, con miles de desplazados, sobre todo mujeres, niños y ancianos, y varios miles de muertos -casi 8.000 en esa mini guerra civil, de ellos el 55% del bando bosnio-.
La guerra terminó en noviembre de 1995, hace treinta años, cuando se firmaron los Acuerdos de Dayton entre serbios, croatas y bosnios, y los mismos siguen en vigor todavía, aunque resuenan ecos de guerra nuevamente, especialmente del bando serbio -la República Srpska, el 49% del territorio de la actual Bosnia y Herzegovina-, quien siempre rechazó ser incluida en el Estado bosnio y anheló su integración en Serbia. El líder los serbobosnios, el ex presidente de la República Srpska Milorad Dodik, apoya abiertamente la secesión de la entidad política serbia y la ruptura del actual marco constitucional bosnio que les impide, mediante un mandato internacional impuesto por Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y la OTAN, unirse a Serbia. Por supuesto, las posiciones de Dodik son apoyadas por el Ejecutivo nacionalista de Belgrado y el presidente ruso, Vladimir Putin, siempre dispuesto a desestabilizar los Balcanes con tal de crear problemas a los occidentales aunque sea bailando con la más fea.
El turismo irrumpe con fuerza en Mostar
Pese a todo, el Puente Viejo de Mostar fue reconstruido a merced de un proyecto de la UNESCO que comenzó en 1998 y finalizó en 2004, uniendo nuevamente a las dos partes de la ciudad separadas abruptamente en 1993. Actualmente, Mostar tiene unos 105.000 habitantes, de los cuales casi la mitad son croatas y el resto musulmanes, ya que los serbios -apenas unos 4.000 hoy- se marcharon tras la guerra o fueron víctimas de la limpieza étnica puesta en práctica durante la guerra principalmente por las milicias croatas -el HVO- y nunca más regresaron.
Sin embargo, la ciudad ha resucitado de sus cenizas tras la guerra y sorprende la cantidad de bares, restaurantes, locales de ocio, comercios, hoteles, hostales, pensiones y, en general, negocios de todo tipo que se han abierto en los últimos años. Aparte de ese renacer económico, hay que destacar que el turismo ha llegado y la mayor parte de estos negocios están abarrotados de extranjeros. El Viejo Puente de Mostar vive ese trajín de turistas durante todo el día y el mismo es casi intransitable debido a la numerosa afluencia de turistas, lo nunca visto, se podría decir.
Mostar es un lugar muy bello, acogedor, tranquilo, festivo y alegre, y goza de la gran ventaja de su cercanía a las ciudades portuarias de Split y Dubrovnik, dos importantes centros crucerísticos y turísticos de Croacia. También está muy cerca de la capital bosnia, Sarajevo, bien sea por autobús o en coche, aunque las carreteras dejan mucho que desear. Otro de los aspectos que se pueden reseñar de Mostar es su gastronomía, ya que en la cocina croata confluyen las influencias culinarias turca, bosnia, balcánica, italiana y serbia y es muy variada, pero ese aspecto lo dejamos para otra nota.