El desbordamiento de la guerra de Ucrania hacia los países bálticos -Polonia, Lituania, Letonia y Estonia- o Moldavia, dos de los escenarios más previsibles tal como los tozudos hechos se empeñan en demostrarnos a diario, tendría fatales consecuencias para la OTAN y Europa. Mientras tanto, la estrategia de Donald Trump con Putin se ha revelado como un fracaso total y la cumbre de Alaska, vista con grandes esperanzas por algunos, ha sido un fiasco sin necesidad de utilizar más eufemismos.
El ataque de Rusia a Polonia con 19 drones y su comportamiento en la escena internacional han revelado la verdadera faz del máximo líder ruso. Vladimir Putin asegura, de una forma chulesca, que la Unión Europea (UE) se lo ha buscado por meterse donde no le llaman, mientras da largas a negociar con Ucrania, algo que nunca ha deseado ni pretende. Evidentemente, como podría haber pasado en otros anteriores ataques, este contra Polonia no ha sido un error de cálculo, sino que tiene la clara intencionalidad de poner a prueba a la OTAN y ver hasta qué punto los europeos están dispuestos a defenderse a sí mismos como tanto claman en todos los foros e instituciones.
Pero estos drones, que llegaron a territorio polaco a través de Ucrania, también reflejan la debilidad del presidente norteamericano, Trump, que supuestamente iba a resolver el conflicto de Ucrania en “veinticuatro horas” con el presidente ruso y poder poner fin a la larga guerra que dura ya más de tres años. Putin, que es un sabio experto en el arte de marear la perdiz, es decir, en perder el tiempo, dar esperanzas a sus enemigos de que busca la paz realmente y seguir mientras tanto bombardeando objetivos civiles en Ucrania, ha incrementado la guerra contra el país ocupado en el Este y mantiene a niveles impredecibles la tensión con sus vecinos.
Moldavia, en el punto de mira de Moscú
Pero esta vez el inquilino del Kremlin ha pasado de la guerra híbrida al ataque con drones sin mediar palabra, sin dar explicaciones creíbles y desafiando abiertamente a Trump, al que engañó en la reciente cumbre de Alaska en el sentido de que buscaría la paz con su par ucraniano y que incluso se reuniría con él. Ni cumbre con Volodímir Zelesnki, ni cese de la guerra total contra Ucrania tras un largo verano de bombardeos, ataques en todos los frentes y ahora abierto desafío a Polonia. Trump ha fracasado completamente en su estrategia de apaciguamiento con Putin, incluso habiendo aceptado las demandas rusas para que Rusia se quede con los cuatro departamentos ucranianos anexionados y la península de Crimea ocupada en el año 2014, y ahora tendrá que rectificar en aras de asegurar la defensa colectiva de todos los miembros de la OTAN que invoca el Tratado de Washington, que es la base de OTAN desde su fundación allá por el año 1949. ¿O abandonará a Europa en aras de asegurar sus peligrosos juegos estratégicos con Rusia para tratar de debilitar a China, su verdadero enemigo?
Si la guerra con Ucrania se desborda, algo no descartable, ya que Rusia sigue su ofensiva veraniega ocupando territorios, aldeas y ciudades de una forma exitosa, y las tropas rusas llegaran hasta Odesa, el puerto más importante de Ucrania en el mar Negro, el conflicto puede tomar un cariz absolutamente imprevisible. Odesa se encuentra a menos de cien kilómetros de Tiraspol, la capital de la Transnistria levantada en armas contra Moldavia desde el año 1990, y si las tropas rusas siguieran avanzando hasta esa ciudad, en un claro desafío a la OTAN, es más que seguro que Rusia se anexionaría Transnistria, un objetivo nunca ocultado y donde, además, Moscú mantiene un contingente militar. Moldavia frente a una Rusia armada hasta los dientes poco o nada podría hacer para detenerla, como ha demostrado la historia en estos últimos años, y la OTAN y la Unión Europea (UE) tendrían abierto un segundo frente de batalla contra Occidente en el corazón mismo de Europa, en la misma frontera con Rumania. Así, no lo duden, estaríamos mucho más cerca de una Tercera Guerra Mundial.