Disquisiciones

El valor de lo que no tiene precio

Escribió Irene Vallejo Moreu en <<la columna>> ¿Huele mal?   publicación en el Heraldo de Aragón que <<el dinero tiende a ocultar su pasado mientras promete la posesión del porvenir. Las grandes fortunas no suelen confesar de dónde vienen sus ganancias ni el verdadero origen de sus éxitos. La riqueza sabe blanquear su historia, como los gatos que se limpian a sí mismos lamiéndose. En la Antigua Roma el emperador Vespasiano sabía que, aunque venga de las alcantarillas, el dinero nunca apesta>> 

El problema real está en los ególatras insaciables de sed económica que dejan realmente de vivir por atesorar, sin olvidar que es posible ser feliz sin la abundancia de bienes materiales, ya que como dice la cita bíblica <<que ni me falte ni me sobre, porque si me faltara me desespero y si me sobra me olvido de ti>> (proverbios 30, 8) 

La corrupción tiene muchos adeptos y seguidores que en su justificación, siempre presente, indican sin rodeos <<Hecha la ley, hecha la trampa>>, <<roba pero hace algo>>, <<Y cómo voy yo>>, <<La corrupción es inherente al ser humano>>, <<Y usted porqué se preocupa, no es su plata>>, <<Es que Miguelito también come>>, <<Así es el sistema>>, entre tantas manifestaciones.       

Lo que tiene precio se compra y lo que tiene valor se lucha, pero el secreto de la vida está en lo sencillo, por el significado de lo que no consigue el dinero:  

No hay sentimiento más auténtico que el testimonio del saludo anhelado o de la despedida en aeropuertos o estaciones ferroviarias, cuando retumba el corazón latino que se inunda de emotivos lagrimales; la presencia que incluso muda es solidaridad en la eventualidad de un siniestro o de una ausencia; la manifestación expresa cuando estaba más que refundida; un  hombro dispuesto para descargar las emociones tristes. 

La sensación del agua fresca que resbala por caminos en la piel; el amanecer magenta que filtra sus rayos desde el horizonte; trepar riscos con el morral de la persistencia hasta escalar el éxito;  las montañas vestidas de blanco con huellas y sonrisas mientras se agita la tormenta; un lago custodiado por un bosque de pinos que en el verde guarda oxígeno para la vida. 

La mirada dulce con la bendición y el beso de una madre como el mejor de los regalos para su hijo; lo que logra quien se aferra a la fe en los instantes de esos latidos imperceptibles de vida; las disculpas sinceras y el perdón para pasar la página del agravio; superar las diferencias como un anhelo de sanidad espiritual para dejar los rencores; la voz de la dignidad como el mejor legado.   

La cosecha de palabras que se brindan desde el afecto y sentimiento amoroso; el abrazo sincero de una leal amistad; la riqueza que deja la prosa cristalina; el poema que resulta como masaje para el alma; y la fuente luminosa de una sonrisa que esconde un nombre guardado celosamente en el corazón…