En su incertidumbre, Rafael Alberti escribió:
"Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.
Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama."
En su poema "Se equivocó la paloma", no puedo evitar pensar que la paloma era más que un simple pájaro que se equivocaba de trayecto: era la paz misma equivocada, perdida en traducción. Pero también era un símbolo de cómo intentaba encontrar su hogar—España, la casa de Rafael Alberti. La paloma se equivocó y, por ello, no hubo paz, sino sufrimiento.
Así como la paloma no sabía cuál era su hogar y confió erróneamente en el corazón de otra persona, la paz se confundió, y el hogar desapareció con el desarraigo. Como todo en la vida, muchos de nosotros, nuestra existencia y nuestro entorno, somos simplemente el resultado de una distribución arbitraria de características con las que nacimos, lo que subraya la importancia de estar en el momento correcto y con las cualidades correctas. Sin embargo, seguimos siendo increíblemente frágiles al equivocarnos en la interpretación de nuestro entorno.
Nuestra percepción de la realidad está condicionada por la lotería que nos tocó al nacer. Entonces, ¿cómo podemos saber con certeza hacia dónde dirigirnos? ¿Cómo podemos determinarlo si ni siquiera somos capaces de dar cuenta de los innumerables eventos en la vida que escapan por completo a nuestro control y que resultan de interacciones imprevistas entre circunstancias no relacionadas?
Quiero creer que, aunque gran parte de nuestras vidas pueda estar moldeada por estos eventos aleatorios, la dirección general que tomamos sigue estando dentro de nuestro control. Y poder compartir mis reflexiones en esta columna es una de las maneras en las que observo mi alrededor, y espero animarte a hacer lo mismo.
¿Qué harías si no existieran todas las estructuras que dan forma a tu vida, a tu esencia? ¿Qué estarías haciendo si no tuvieras familia, si no tuvieras un hogar en Guadarrama, si no hubieras recibido la educación que conlleva expectativas, si no hablaras los idiomas que hablas o si tus ojos no vieran el mundo de la manera en que lo hacen?
¿Qué harías tú en un evento Carrington? La primera vez que se observó fue entre el 1 y el 2 de septiembre de 1859. Si esta tormenta solar extremadamente poderosa ocurriera de nuevo, y algún día ocurrirá, causaría fallos masivos en satélites y sistemas de comunicación global, apagando toda la tecnología que se ha convertido en una extensión del ser humano. Anularía una de las estructuras más grandes que moldean nuestra forma de vivir, de pensar y de actuar. De repente, esas estructuras que parecen inquebrantables e inamovibles se revelarían como lo que realmente son: vulnerables.
Como decía Sartre, estamos "condenados a ser libres", obligados a asumir la responsabilidad de nuestras acciones y a dar sentido a nuestras vidas, porque incluso las estructuras que parecen más estables son tan frágiles como nosotros mismos. La única constante en todas estas ecuaciones es la incertidumbre de interacciones imprevistas entre circunstancias no relacionadas.
Sin embargo, no quiero decir con esto que no debas tomar las riendas de tu vida. Al contrario, esto te da aún más razón para intentar tomar el control, porque si un día se derrumban todas las estructuras sociales que te dan forma y dirección, tendrás tu propia estructura para sostenerte y darle sentido a tu existencia.
La vida no se puede ganar, pero el esfuerzo cuenta para mejorar la probabilidad de crear algo bueno, en lugar de dejar que todo ocurra tal como es.
Considera qué estructuras das por hecho en tu vida y reflexiona sobre las habilidades y valores que necesitamos para prosperar. ¿Qué conocimientos y pasiones deberías cultivar? ¿Qué tipo de comunidad quieres construir? ¿Y qué valores deberían guiarla?
Con esta columna, espero ofrecer precisamente ese espacio: un lugar para equivocarse muchas veces en el trayecto, pero que, al perderse en el camino y en la interpretación del mundo, permita convertirse en un pájaro aún más fuerte, con el objetivo final de no equivocarse de sí mismo – como la paloma, que no debe olvidar, antes que nada, es la paz.