Prisma Internacional

El reconocimiento de Palestina como farsa

Varios países se han unido al variopinto gallinero de naciones que han reconocido o van a reconocer a la inexistente “Palestina”, una forma más de reforzar al terrorismo de Hamás e intentar aislar a Israel. 

Ver a uno de los peores presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, pidiendo a los miembros de las Naciones Unidas que reconozcan a Palestina es un gesto tan inútil como hipócrita. Santos, que reconoció al “Estado palestino” en el año 2018 antes de abandonar el gobierno, había asegurado durante su mandato que nunca lo haría y pegando una puñalada trapera a la comunidad judía local que tanto lo había apoyado durante su mandato, finalmente lo hizo, dando buena nota de su talante rastrero, miserable y traicionero. 

Primero, Palestina no existe, es una entelequia creada por algunos actores de la comunidad internacional dividida entre dos territorios. En uno de ellos, Gaza, gobierna Hamás y ya no controla totalmente el territorio, pues la presencia de las fuerzas militares y de seguridad israelíes es abrumadora. Pese a todo, Hamás controla con mano de hierro parte de ese territorio, no permite ningún tipo de disidencia bajo amenaza de muerte y es una máquina terrorista cuyo único fin es atacar a Israel. Esta guerra la comenzó Hamás el 7 de octubre de 2023 cuando asesinó a más de 1200 civiles israelíes y secuestró a 251, muchos de ellos asesinados después en cautiverio.

El otro territorio “palestino”, conformado por Cisjordania y Jerusalén Este, territorio este último destinado a ser la capital de una entidad política palestina, es controlado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero en la práctica está bajo control israelí. La historia de la mal llamada ANP es una sainete plagado de casos de corrupción, arbitrariedades contra su población, asesinatos de disidentes y escaso interés en prestar las necesidades básicas a los más de 2,5 millones de habitantes que viven en los territorios bajo su control. 

Segundo, en estos supuestos territorios de Palestina no viven solamente “palestinos”. En  Cisjordania y Jerusalén Este, para añadir más complejidad al asunto, viven unos 800.000 judíos en unos 160 asentamientos y edificios de viviendas que Israel se niega a abandonar, quizá por la pésima experiencia vivida con el desmantelamiento de las colonias en Gaza que no sirvió para realmente nada. Estos dos territorios, que la comunidad internacional sigue llamando Cisjordania, son y serán siempre Judea y Samaria para el pueblo judío, mientras que Jerusalén es la Tierra Santa y la Ciudad Santa, el lugar donde se encuentra el Templo Sagrado, el corazón del judaísmo.

Palestina solamente existe para una parte de la comunidad internacional que la reconoce como tal, pero ni existe como Estado, ni cuenta con un ejército ni una administración que pueden ser consideradas como tales, y mucho menos con unas fronteras reconocidas internacionalmente. Hamás y la ANP llevan en guerra desde hace muchos años, más concretamente con el partido Fatah, y su rivalidad política degeneró en una mini guerra civil, en el 2008, en la que se impuso el grupo islamista radical. Entre seis y siete centenares de militantes de Fatah fueron asesinados por miembros de Hamás entre ese año y el 2011 y desde entonces reina una auténtica dictadura del terror en Gaza a la que nadie osa desafiar.

Todas las tentativas por lograr un acuerdo entre Hamás y la ANP, muchas de ellas auspiciadas por países árabes amigos de los palestinos, han resultado infructuosas y condenadas al fracaso. Los palestinos son incapaces de gobernarse a sí mismos y todas las iniciativas por transferirles competencias y territorios han concluido en un absoluto desastre y, para demostrarlo, hay dos ejemplos muy gráficos de ello. En el año 2005, el primer ministro israelí de entonces, Ariel Sharon, desmanteló las 21 colonias judías en Gaza, retiró todas las tropas en la franja y desconectó a Israel con ese territorio. ¿El resultado? Gaza se convirtió en la mayor base terrorista de la región, con el apoyo de Irán, y Hamás preparó a conciencia con tiempo, paciencia, hombres y armas el mayor ataque contra Israel, concretamente contra civiles indefensos israelíes. El 7 de octubre fue la mayor matanza de judíos desde el Holocausto.

La fallida fórmula de los dos Estados 

Un par de años antes del plan de desconexión de Gaza, el ejecutivo israelí transfirió a la ANP la ciudad de Belén, donde supuestamente nació Jesucristo y uno de los lugares más importantes para la cristiandad, y el resultado fue desastroso para los cristianos que vivían ahí desde hacía siglos. La población cristiana ha pasado del 87% en 1947 a apenas el 10% o incluso menos en la actualidad. El hostigamiento por parte de organizaciones palestinas e islámicas desde el año de la transferencia se ha hecho muy intenso y violento en los últimos años, provocando la salida de miles de cristianos de este territorio e incluso provocando una caída en la población total de la ciudad, que ha perdido miles de habitantes. El turismo, además, está hundido. La violencia anticristiana ha sido una constante en organizaciones como Hamás y miles de cristianos han sido víctimas de la misma, tanto en Gaza -donde ya casi no quedan cristianos-, Jerusalén Este y Belén. 

Y en tercer lugar, pero no menos importante, la fórmula de los dos Estados ya no es defendida por nadie, ni siquiera por las dos supuestas partes que tendrían que negociar el estatuto final sobre estos territorios, es decir, Israel y los palestinos. Israel ya ha abandonado toda posibilidad y recientemente su legislativo aprobó una resolución que zanjaba el asunto al aseverar que los acontecimientos del 7 de octubre demostraron que “el establecimiento de un Estado palestino representaría una amenaza existencial para Israel y socavaría la estabilidad regional”. Más claro el agua, por si quedaban dudas.

Pero, aparte de este posicionamiento oficial de Israel, Hamás tampoco reconoce la existencia del Estado hebreo y sus dirigentes siguen anclados en su obsesiva aspiración de “echar a los judíos al mar” para construir una patria palestina “desde el río hasta el mar”, en un Estado ya libre de los hebreos y solamente habitado por palestinos. El reciente fracaso de los Estados Unidos e Israel por lograr un acuerdo con Hamás que ponga fin a la guerra es la demostración práctica de la escasa voluntad negociadora de esta organización terrorista. Entonces, ¿de qué dos Estados hablan algunos? En definitiva, como decía el gran Carlos Marx, "la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.