Símbolos sin tiempo

Pedantería política del gobierno de España

La pedantería es un abanico que no abanica nada. Es el discurso que solamente se preocupa de los detalles inocuos y estériles, el que revela ostentación, y se sacude el polvo en medio de una tormenta del desierto. La pedantería es maldad y vileza, es arrogancia, es brillo superficial. La pedantería es ampulosa, engreída, fanfarrona, jactanciosa, egocéntrica, narcisista y ególatra. 

El gobierno de España está colmado de políticos pedantes llenos de juicios y de prejuicios huecos. No soporto a los pedantes y, por lo tanto, no soporto ni un minuto más a los políticos de este gobierno ampuloso e hinchado. Ser pedante es ser inoportuno. Es vivir al margen de la realidad diciendo cosas por decirlas, aunque sean insípidas y fatuas.  

La pedantería echa balones fuera para que sean siempre culpables los demás, nunca el pedante… Y los españoles tenemos la desgracia de que nuestro gobierno actual ejerce la mejor y más granada de todas las pedanterías.  

El escritor mejicano Guillermo Fanadelli ha llegado a asegurar que la pedantería es una de las cualidades humanas que mayor aversión y urticaria suelen provocar. Se trata, además de todo eso, de una meditación literaria que no dice nada bueno de nuestra actual clase política gobernante. Porque se da la circunstancia de que el pedante necesita público que lo escuche y Sánchez y sus ministros siguen teniendo un público menguante. El pedante se cree superior a los demás. Hace gala de talento y habla creyendo lo que dice o simulando que lo cree. El pedante suele ser mentiroso - intensivamente mentiroso - porque explica sus puntos de vista y los lanza a los cuatro vientos aunque sepa que son otra mentira que es capaz de repetir todas las veces que lo crea necesario ¿Recuerdan? No dormiría por las noches si hubiera aceptado las imposiciones de Pablo Iglesias y gobernara con Podemos...  

El pedante es intransigente, insistente y engreído. Hace gala de mucha erudición, pero no es erudito. 

Se rodea de asesores con escasos conocimientos que permiten a quien los nombra seguir siendo pedante. Y por esa razón hemos de fijarnos en lo que decía Leandro Fernández Moratín en su obra titulada “La derrota de los pedantes”. Los literatos pedantes de su tiempo exponían, a través de la ironía e incluso de la sátira, lo que siempre ha sido superficial y elaboraban discursos de artificio... Y aunque la obra del afrancesado explicitó los vicios que en aquellos tiempos tuvo la poesía española, supo definir a los buenos escritores para diferenciarlos de los malos. Cervantes en “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” también hizo gala de saberes inútiles y estériles, de saberes ridículos que jamás sirvieron para nada. Y aunque el pedante quijotesco es el pedante universal, hoy tenemos otros pedantes en España. Ellos rigen los destinos de la patria. Y algunos de los miembros del actual gobierno se representarán algún día no lejano como hoy se representa “El pedante burlado” de Cyrano de Bergerac. 

He de reconocer que para ellos tienen.

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