En el artículo anterior criticaba el excesivo optimismo del reciente informe de la agencia Fitch acerca de España, pero especialmente la muy favorable y acrítica lectura que los medios, como El Economista, han hecho recientemente. En la primera parte he defendido que el aparentemente fuerte crecimiento de la economía no lo es tanto en términos reales, y que es además de baja calidad.
Basándose en dicho informe, el citado medio de comunicación afirmaba que estamos generando grandes cantidades de empleo, dando a entender que el mercado de trabajo va bien. Aunque es cierto que el número de trabajadores ha aumentado desde 2019, se debe en gran medida al dopaje de las plantillas públicas y a la inmigración de baja cualificación, lo cual tiene un efecto negativo en la productividad. El aumento desmedido del empleo público es criticable por innecesario, salvo en ciertas áreas como la sanidad, y también por su negativo impacto en la sostenibilidad financiera del estado. El coste extra que implica para las arcas públicas equivale al menos al 50% del déficit anual de la seguridad social. Proporcionalmente gastamos en nóminas públicas un 50% más que Alemania, lo cual no es sustentable, sin olvidar el impacto en un déficit público desbocado teniendo en cuenta que estamos en expansión económica.
Desde 2019 la tasa de desempleo solo se ha reducido en 2 puntos porcentuales (pp) hasta el 11,8%, tasa que duplica la media europea. En cuanto a la tasa de paro de larga duración solo ha mejorado 0,5 pp hasta el 4,7%. Tan modesta mejora no me parece un éxito, especialmente dada la lluvia de millones recibida de la UE y el tremendo apoyo monetario del BCE.
Leo con asombro en la prensa que la tasa de paro estructural española es el 11%, dando a entender que nada puede hacerse al respecto. La realidad es que no hay motivo alguno que nos impida tener un desempleo en línea con la media de la UE, o con el de Portugal. Estamos así porque no se hacen las reformas adecuadas por motivos ideológicos y electoralistas. Hay que recordar que un desempleo elevado y una baja productividad son las causas principales de la desigualdad, aunque esto no parece preocupar a los socialistas de todos los partidos.
A la luz de los resultados, podemos afirmar que las políticas actuales de empleo, tanto activas como pasivas, no están teniendo éxito. La excesiva intervención y rigidez del mercado de trabajo son perjudiciales, y lo mismo puede decirse de la laxitud de los requisitos para el cobro de prestaciones que limitan los incentivos de los desempleados a la búsqueda de empleo. La sobreprotección de los trabajadores aumenta la tasa de desempleo. Hay que encontrar el equilibrio entre protección y empleabilidad, y para esto basta con mirar hacia nuestros vecinos del norte de Europa.
En febrero de 2024, el Sr. Hernández de Cos, gobernador del Banco de España (BdE) dio una conferencia acerca del mercado de trabajo español. En dicho acto calificó el mercado de trabajo como sigue, “este es un mercado disfuncional, como evidencia una tasa de paro muy elevada y persistente”.
Es verdad que el empleo ha crecido pues a finales de 2023 era un 4,4% superior al de 2019, sin embargo, desde entonces el PIB sólo ha crecido un 2,9%. Esto quiere decir que el nuevo empleo es poco productivo, y por lo tanto sus sueldos son forzosamente bajos. A esto hay que añadirle que crecen menos las horas trabajadas (+2,1%). Ambos hechos no son buenas noticias.
Hay que destacar que en estos años se ha producido una contracción del 2,2% de la jornada laboral media. Cierto es que también ha sucedido esto en la UE, pero a un ritmo mucho menor (-1,3%). Dada la reducción de la jornada laboral en curso, reducirla aún más por decreto como pretenden el gobierno y los sindicatos es muy mala idea porque afectará negativamente a la economía.
Según el gobernador del Banco de España, detrás de la reducción de la jornada está la explosión del empleo público cuya duración media es bastante menor a la del sector privado, pero también el preocupante incremento de las bajas por enfermedad (4,1% en 2023 versus 2,4% en 2019).
El gobernador también menciona el débil comportamiento de la productividad del trabajo, algo de lo que vengo avisando desde hace tiempo. A finales de 2023, la productividad por ocupado se situó un 1,4% por debajo de la registrada en 2019. En cuanto a la productividad por hora, solo ha avanzado un 0,8% en los últimos cuatro años.
Dice Hernández de Cos, “la pobre dinámica de la productividad tiene un elevado componente estructural y se encuentra detrás de la ausencia de convergencia en renta per cápita con la UE en las últimas décadas, y especialmente en los últimos cuatro años” (-4,2 puntos porcentuales versus la media de la UE con el actual gobierno). La productividad es un factor clave y mientras no mejore de forma sostenida, no se debe reducir aún más la jornada laboral. Es lamentable que no haya un plan a largo plazo concertado entre el PSOE y el PP para atajar este problema. Si no se hace, no habrá mejoras de rentas para las clases bajas y medias.
El envejecimiento de la población por la falta de hijos es otro de los serios problemas que los políticos tampoco están atendiendo. Según el gobernador del BdE, “los flujos migratorios no podrán compensar los efectos de dicho envejecimiento sobre el mercado laboral, lo que reducirá significativamente la población en edad de trabajar. Este proceso se acelerará en las próximas décadas y adquirirá un carácter permanente, como ilustra una tasa de dependencia que se mantendrá por encima del 50% a partir de 2045”. De no hacerse nada, la probabilidad de asistir a recortes de las pensiones es muy elevada.
A pesar del enorme desempleo, nuestro disfuncional mercado de trabajo está tensionado y como consecuencia crece la tasa de vacantes, es decir la proporción de ofertas de empleo que quedan sin cubrir por la falta de mano de obra cualificada. Este problema no lo va a solucionar la inmigración y es el resultado de no hacer frente a los serios problemas que presentan tanto la FP como la educación, secundaria y universitaria, entre otros.
En conclusión, hay bastantes más sombras que luces en la evolución del empleo y del mercado de trabajo. Se podría reducir el desempleo notablemente, probablemente al entorno del 7%, mediante reformas ambiciosas del mercado de trabajo, del marco legal y fiscal relativo a la inversión, del sistema educativo, de las políticas de empleo, de los programas de protección social, entre otras.
Se puede hacer mucho más, y desde luego no me parece aceptable el optimismo acrítico que camufla la falta de éxito diciéndonos que la tasa de paro estructural es el 11% y que no tiene solución.