Hace tiempo que quería escribir acerca de la democracia y los límites del poder político. El poder, por su naturaleza, tiende a expandirse sin fin y la política no es ajena a esto. Este ansia de poder de los políticos me preocupa mucho más que el deseo de ganancia del sector privado y sus magnates. El gobierno tiene todos los medios necesarios para confiscar, trocear o disminuir la fortuna de cualquier magnate o ciudadano corriente cuando lo considere necesario. La ley de amnistía actual es un ejemplo del enorme poder de un gobierno que no duda en retorcer la ley y diluir la separación de poderes en beneficio propio. Los mecanismos de control político se están debilitando y esto es preocupante.
La independencia del poder judicial, contrapeso y límite al poder político, es bastante dudosa. No puede ser independiente el CGPJ cuando está constituido por miembros que nombran los principales partidos políticos. Por si fuera poco, actualmente el TC está en manos de Conde Pumpido, un juez que parece servir directamente al presidente del gobierno. Esto sería igualmente criticable si estuviera a las órdenes del PP. Quizá los miembros del CGPJ y de los principales tribunales deberían ser elegidos por la propia judicatura en vez de por los políticos.
En cuanto al congreso, los diputados no defienden a sus electores sino el bien de sus propios partidos. A título de ejemplo, tenemos a García Page que no para de criticar la ley de amnistía pero al mismo tiempo dice que votar contra ella sería inmoral. ¡No se puede saltar la disciplina del partido!. Esta es la amoralidad de la política española. Es destacable también que para zafarse del control del congreso, los gobiernos abusan notablemente de la figura del RDL.
Una democracia de escasa calidad institucional suele redundar en menores cotas de prosperidad y progreso. Si nos comparamos con la democracia participativa Suiza, la verdad es que estamos claramente en segunda división.
Dicho esto, mucha gente se preocupa por el poder de los empresarios y magnates. Sin embargo, son muchos los millonarios que donan gran parte de sus fortunas a las causas de los más desfavorecidos. Y no solo esto, crean decenas de miles de empleos productivos, empleos generalmente bien pagados. Estos empleos son sostenibles y además llenan la caja del estado vía impuestos. Algunos dirán con razón que tal o cual magnate se organiza para pagar menos impuestos de lo que dice la ley. Estos deben ser perseguidos para que paguen lo que es debido.
También hay quien se preocupa por las nuevas tecnologías. El avance tecnológico es inevitable y generalmente trae progreso y bienestar. Es cierto que a veces destruye empleos, sin embargo, suelen ser sustituidos por otros de más valor añadido y por lo tanto mejor remunerados.
En contraste, los cientos de miles de empleos públicos que el Estado y otras A.A.P.P han “creado” en los últimos cuatro años son en gran medida insostenibles e improductivos y por lo tanto innecesarios. Estos empleos “tóxicos” vacían la caja del Estado, generan deuda y nos empobrecen. Sirven principalmente para afianzar al partido gobernante en el poder.
En mi opinión, los empresarios y magnates aportan a la sociedad mucho más que unos políticos capaces de crear nuevos problemas y de agravar los que ya hay, como son los casos de Cataluña, de la vivienda, la deuda o las pensiones. Es notoria la incapacidad de la mayoría así como la corrupción y amoralidad de no pocos.
Desde la llegada al poder de P. Sánchez, se ha incrementado el gasto público en al menos 65.000 millones al año, siendo los servicios prácticamente los mismos que teníamos anteriormente. La mayor parte es gasto corriente y clientelar, no es inversión, es gasto redundante comprador de voluntades políticas. Esto nos lleva a un déficit público que roza el 5% del PIB, ¡más de 60.000 millones al año!. El nivel óptimo de gasto público, aquel que permite atender los servicios esenciales maximizando la creación de riqueza, está en el entorno del 30% del PIB, en ningún caso más allá del 35%. P. Sánchez nos ha llevado a más del 47%.
En España no hay límites ni para la deuda pública ni para el déficit, salvo los de la UE, límites que el actual gobierno excede alegremente. Dado el nivel de endeudamiento que tenemos, esto es gravísimo e hipoteca el futuro del país. Es el precio que la sociedad ha de pagar para que el actual presidente y su partido sigan ostentando el poder. A mi personalmente, me preocupa que no se pueda poner coto a esta degradación permanente de la solvencia y prosperidad de España.
Hablando de impuestos, ¿por qué la presión fiscal no tiene un límite legal?. Dice la constitución que los impuestos no pueden ser confiscatorios, pero como no se ha definido de forma precisa esta cuestión, en la práctica no hay límite alguno. Si así lo desea, el gobierno puede aumentar el marginal del IRPF al 75%, el IVA al 25%, o subir el impuesto de la riqueza al 7 o 10% al año, en definitiva, puede confiscar lo que desee. No se restringe esto porque sería capar el poder de los políticos y esto nunca lo van a aceptar.
Tampoco hay un tope al número de funcionarios por cada millón de habitantes, ni al número de leyes, prohibiciones y regulaciones. Un sector público elefantiásico combinado con un corsé de regulaciones, prohibiciones y burocracia va directamente en contra de la creación de riqueza y empleo, es un lastre para la prosperidad y limita notablemente la libertad.
A mi me dan mucho más miedo los políticos que padecemos que cualquier magnate Español o Americano. ¿De verdad genera más miedo o preocupación Ortega que Otegui?, ¿Del Pino que Puigdemont?, ¿Botín que Sánchez?, ¿Musk que M.J. Montero?, ¿Buffet que P. Iglesias?, o ¿Gates que Feijoo u Ortega Smith?.
No solo conviene reforzar la separación de poderes, la independencia del poder judicial y que las cortes recuperen sus verdaderas funciones, también necesitamos limitar cuantitativamente y cualitativamente el poder de los políticos y del Estado.
Yo veo a Gates, Buffet, Botín y no tengo miedo. Sin embargo me aterra cuando veo a los que negocian en Bruselas la rendición de España ante un prófugo de la justicia. Lo mismo me pasa cuando veo en peligro la independencia del poder judicial o cuando veo que la deuda, el déficit público y la burocracia no paran de aumentar mientras que el paro y la pobreza no se reducen y la renta per cápita se estanca y se aleja de la media de la UE.
Nada en exceso, es una norma de vida que también se debe aplicar a la política.
Dicho esto, creo que ciertas tecnologías, como la IA, se deben regular. También se debe embridar a los magnates cuando limitan la competencia y tienden al monopolio o cuando evaden impuestos.
Muchos creen que el Estado Leviatán les protegerá y les dará una vida sin riesgos, reglada, asegurada, tranquila y de modestas responsabilidades. Yo creo que el Leviatán limita la libertad, reduce la prosperidad y daña la calidad de las instituciones democráticas. Todo esto nos aleja de las naciones más exitosas y avanzadas.