Afirmaba Nicolás Maquiavelo que “la política no tiene relación con la moral”; la frase, dictada en otro tiempo y bajo distintas circunstancias, reflejaba de modo contundente la doble moral de los políticos y la hipocresía de un sistema que permitía el germinar de la corrupción y la maldad: la democracia.
Nicolás Bernardo de Maquiavelo nació en 1469 en Florencia, ejerció como diplomático, funcionario, filósofo y escritor, fue autor de El Príncipe (1513), constituyéndose en una figura descollante en el desarrollo de la ciencia política.
Este intelectual, que murió hace 497 años, planteó una teoría de gobierno y poder que bien podría resumirse en la frase siguiente: “el fin justifica los medios”. Estas palabras, que nunca las diría él, son el fiel reflejo de la política en el mundo entero.
Lo es en la España sanchista, que hace que los poderosos de turno transen y negocien con los grupos independentistas para sostener sus privilegios, lo fue en el tiempo de Trump, así como también lo fue en el gobierno de Obama, lo fue en el Reich de Hitler así como también lo fue bajo la bota de Stalin y la barba de Castro.
Por ello no es de extrañar que también lo sea en la Bolivia del masismo: la de Evo Morales y Luís Arce.
Demos, pues, contexto a esto último: La nación andina atraviesa una crisis compleja que debería ser su principal preocupación, la falta de dólares, el desmedido aparato estatal y el incontrolable gasto público deberían ser los temas en debate en una nación que vive día a día la miseria; pero extrañamente no pasa esto, ya que los dos líderes del Movimiento al Socialismo (MAS) se enfrentan en las calles y en las carreteras por el control de su desprestigiado instrumento político.
Evo Morales quiere que se le habilite a una nueva postulación, olvidando que en un referéndum nacional (2016) ya se le dijo que no, dejando de lado que organismos internacionales ya indicaron que las triquiñuelas que usó por 14 años para reelegirse una y otra vez, estaban mal justificadas y no tenían asidero legal. Si repasamos la historia: la primera gestión de Evo Morales fue en la elección del año 2005, fue reelegido el 2009 y así también el 2014, para lograrlo pisoteó la constitución que él mismo aprobó, manipuló el poder constituyente para mágicamente “borrarse” un periodo constitucional y volverse a postular ilegalmente, usó interpretaciones ridículas sobre un supuesto “derecho humano a la reelección” para habilitarse en el cargo y abusó de las masas humanas que maneja para amedrentar y bloquear a cualquiera que se opusiera a sus deseos. Por si fuera poco esto, de modo paulatino, pero constante, socavó la independencia de poderes hasta el punto de tener dominio absoluto sobre jueces y fiscales, así como sobre el poder electoral, el cual aún hoy maneja un padrón electoral cuestionado y que es la base de una serie de denuncias y acusaciones de fraude. Dicen que como muestra basta un botón, y por eso es que el que otrora fuera admirado en los palacetes europeos, es hoy en día un dictador moderno, de esos que trae consigo el populismo y que lo único que desea es volver al trono del poder.
En el otro frente está el presidente actual de Bolivia, Luís Arce, quien fue nada más y nada menos que el ministro de economía de Evo Morales. Juntos van camino a un gobierno de 18 años en los que la única bonanza vivida fue gracias a los precios internacionales de la materia prima y cuyos réditos fueron dilapidados en canchas de fútbol, irresponsables bonos, pagar viajes para el presidente, regalar a sus allegados coches y beneficios y masacrar la iniciativa privada. En resumen, lo mismo que hacen los gobiernos de izquierda en todo el mundo. Este despilfarro es la carta de presentación de Luís Arce, porque fue él quien se equivocó en la política económica de un país que hoy se desbarata. La gestión actual sigue la lógica de engañar y engañarse, y lejos de asumir sus errores los profundiza. La economía es una ciencia, y como tal no puede solucionarse con discursos políticos, en tanto Arce no asuma que se equivocó, la situación sólo empeorará.
Ellos dos son los que hoy se enfrentan, con discursos y actitudes que reflejan en mucho lo que hace siglos sentenció Maquiavelo.