La mirada global

León XIV, ante el reto de llenar un doloroso vacío

Francisco ya no está entre nosotros. El Papa Jorge Mario Bergoglio, argentino de pura cepa, falleció el pasado 21 de abril dejando tras de si un vacío existencial que hace tiempo que no se experimentaba entre católicos, agnósticos e incluso fervorosos ateos.

Su papado fue diferente a lo que nos tenía acostumbrados la vieja curia, muy centrado en los focos para llevar la palabra del Señor a todos los rincones del planeta. Una gestión de la madre Iglesia preocupada de los más necesitados, consciente de la creciente distancia del ciudadano del hoy con la fe y humilde en sus acciones más mundanas.

Si bien es cierto que el Papa Francisco ha conseguido ganarse al gran público con sus hechos, los objetivos más ambiciosos de su gobierno absoluto se han quedado a medio camino. Ha sido, así pues, una suerte de política de marketing la que ha elevado al Sumo Pontífice a la categoría, paradojas contemporáneas, de Dios pagano.

Ahora su sustituto, Robert Prevost, alias León XIV, llega al liderazgo del catolicismo con más incógnitas que certezas, pero, sobre todo, con una gran presión sobre su delgada constitución tras los fastos populares de su antecesor y maestro jesuita. El nuevo Pastor Universal, nacido en Chicago y ordenado agustino, pero destinado como misionero a Perú durante 40 años, fue uno de los máximos aliados de Francisco. Un hombre formal, políglota, de ascendencia europea, intelectual y que, aunque con menos fragor mediático, quizá sea el candidato ideal para la época tan incierta y conflictiva en la que nos hallamos.

De él dependen ahora las Iglesias católicas de todo el globo, a él rezan ya hoy millones de fieles y la sociedad moderna mira con curiosidad, y quizá cierta esperanza, los primeros pasos de un Papa llamado a continuar las hazañas de su padrino y padre espiritual.

Todavía es pronto para adelantar medidas concretas, pero es innegable que la nueva administración va a tener que poner sobre la mesa temas esenciales aún por resolver. Entre lo más urgente se encuentran los abusos sexuales de menores, la participación de la mujer en la institución, el fin del celibato, la apertura a la comunidad LGTBQ+ o su papel clave en el desarrollo social y pacífico del mundo en un momento geoestratégico de creciente belicismo.

Dicen que un Papa es exitoso si es recordado, Juan Pablo II y Francisco lo han sido, en detrimento de Benedicto XVI, pero en una sociedad cada vez más exigente lo cierto es que no basta con ajustes superficiales, se necesitan valor y constancia para transformar una doctrina atrapada en el pasado. Un credo refugiado en el ayer que sigue sin saber leer a la actual ciudadanía, llena de potenciales devotos, e inmersa en un estilo de vida capitalista que prioriza el placer caduco y el individualismo, preceptos muy alejados del sentir general del catolicismo más ortodoxo. Laborare.