Crónicas de nuestro tiempo

La justa venganza

Marianne Bachmeier, "la madre vengativa" alemana que disparó al asesino de su hijo en pleno juicio

Marianne Bachmeier era una madre soltera en apuros que vivía con su hija Anna. Anna, descrita como una «niña feliz y de mente abierta», tuvo un horrible final el 5 de mayo de 1980.

Tras una discusión con su madre, la niña de siete años faltó al colegio y acabó en manos de Klaus Grabowski, un carnicero local de 35 años con antecedentes penales por abusos sexuales a menores. Grabowski confesó el asesinato de Anna, pero negó haber abusado de ella. Su extraña afirmación fue que Anna intentó chantajearle. Según Grabowski, ella le amenazó con revelar sus abusos si no le daba dinero.

Durante el juicio de Grabowski, sus abogados defensores argumentaron que las acciones de Grabowski estaban influenciadas por un desequilibrio hormonal resultante de una castración voluntaria años antes.

El tercer día del juicio, Marianne sacó de su bolso una pistola Beretta del calibre 22 y disparó a sangre fría ocho tiros, seis de los cuales alcanzaron a Grabowski, matándolo en el suelo de la sala.

Marianne Bachmeier "la madre vengativa" alemana. - Jesús Peral
Marianne Bachmeier "la madre vengativa" alemana. - Jesús Peral

Durante su propio juicio por asesinato, Marianne declaró que había disparado a Grabowski en sueños y que había visto a su hija Anna en la sala. Su respuesta a la petición de una muestra de escritura fue: «Lo hice por ti, Anna». El tribunal la condenó a seis años de prisión en 1983, de los que solo cumplió dos, porque el resto lo hizo bajo un tercer grado con permisos y un trato de comprensión, propio de una madre que decide aplicar la justicia innata que todos llevamos dentro, por encima de unas leyes que respecto de la justicia -como ocurre en las democracias occidentales- no pasan de ser un sucedáneo en permanente competición, por escalar paulatinamente un garantismo más propio de la iniquidad que de una sentencia justa, donde se pretende demostrar al mundo del desafuero político, una indulgencia que para esos mismos políticos esperan.

Hoy día, Marianne, vive en el dolor del asesinato de su hija, compensado por haber sido ella misma la que habiéndose erigido en juez y verdugo, en alguna medida, aplicó el castigo merecido, otorgándose a sí misma el equilibrio emocional que proporciona la respuesta equitativa, ética, moral y justa, tal y como debería de hacerse con aquellos terroristas que han destruido familias enteras planificando el asesinato de personas inocentes, en aras de una fantasía irrealizable y satánica que el gobierno Sanchista ha convalidado, blanqueado y escondido, como meta y buen fin.