Es incomprensible que el ministro de asuntos exteriores José Manuel Albares se resista a llamar dictador a Maduro y que no se dé por enterado de que el Parlamento de España ha aprobado una proposición no de ley por la que se reconoce a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Eso quiere decir que se confirma oficialmente que Maduro robó la presidencia de la república a quien había ganado en las urnas. Ahora se espera que el parlamento europeo también lo reconozca y facilite al mundo un nuevo posicionamiento que siga defendiendo las democracias. Tampoco es entendible que nuestro país haya decidido retirar al embajador en Argentina, que es un país democrático, y que mantenga, sin titubear, a sus embajadores en varias dictaduras. Eso que hacemos aquí o, mejor dicho, eso que hace nuestro gobierno da alas a Nicolás Maduro y lo posiciona en un estrado en el que puede defenderse para seguir cuestionando la pura realidad. A la vez que en España se hacen estas cosas, en Estados Unidos han decidido ampliar las acciones contra el gobierno venezolano.
Nicolás Maduro pensaba que cuando Edmundo González se estableciese definitivamente en España le quedaría el campo despejado para seguir haciendo tropelías y por esa razón insistiré en anunciar a bombo y platillo que el dictador es un dictador y que debemos seguir recordando la situación de un país que no respeta la libertad. Pero el tirano ya ha dicho que no va a permitir ninguna injerencia de España en su país. Porque las injerencias tensionan las relaciones y soliviantan a los dictadores que no desean que les llamen dictadores. Sin embargo a Maduro le salen más granos que llenan el granero. La ministra española Margarita Robles ya ha dicho y ha confirmado que Maduro es un dictador y ha señalado que los venezolanos que han venido a España son víctimas de esa dictadura. El resto del ejecutivo español debería definirse y hablar con claridad de una vez por todas. El chavismo es insoportable y los chavistas son residuos de esa pocilga nauseabunda que, curiosamente, nació desde un germen de democracia. A Chávez lo había elegido el pueblo, pero recordemos que a Hitler también lo había elegido el pueblo.
No imaginé que en pleno siglo XXI anduviésemos de este modo y que siguiesen defendiendo a los tiranos con tanto y tanto ahínco.
Creo firmemente que quien la hace la paga y que Maduro terminará sus días como terminan sus días los autócratas que oprimen a sus pueblos. Maduro será señalado y juzgado por ser un dictador a pesar de que los intereses de unos y de otros pretendan suavizar la situación, y decir, a veces en voz alta, cosas que fatigan a los pueblos.