Al hilo de las tablas

Gente de campo

En el toro, como en todo en esta vida, todo tiene causas y consecuencias; la causalidad, cuando existe, va de paso. Unas causas que pasan desapercibidas en el día a día, por brillantes que sean sus consecuencias. En la tauromaquia entre los grandes desapercibidos, que no quiere decir olvidados, están los hombres y las mujeres del campo bravo. Gente que vive el riesgo, la fidelidad y la pasión por lo que traen entre manos en primera persona.  Es cierto que las condiciones de vida han cambiado y que a veces ni viven en el campo, pero no es menos cierto que vaqueros y mayorales, viven la esencia de lo que siempre fue, criar y cuidar ganado bravo; para que de lo mejor de sí mismo, en la plaza, o en cualquier festejo en que sea lidiado.

Su oculto día a día, siempre expuesto a sobresaltos, se muestra discretamente en la preocupación por tener todo dispuesto el día del herradero, o en las tientas. Pero de forma muy especial en no quitarse de los corrales de la plaza, mientras su corrida espera ser lidiada. Y no digamos en los desembarques, por esas plazas de Dios, siempre atentos a las puertas de corrales y chiqueros; con mil ojos para que no se malogre ningún toro en el último momento. Destalles que a cualquiera se nos escapan, son fundamentales, para el desarrollo de sus funciones, como estar preocupados de que el camión espere en una buena sombra, esperando la hora del desembarque, o que se embarque con las claras del día para que el ganado no se altere.

Hace falta ser poco observador para caer en la cuenta de que, en días de herradero, son los últimos en llegar a comer, por ir a abrirle a algún ganado encerrado para que salga para el campo; o soltar los caballos que había guardado a primera hora en las cuadras, para que no dieran guerra mientras el herradero.  Tampoco es difícil verlos llegar tarde a merendar tras la tienta, tras soltar el caballo de picar o dejar todo revisado para que no se junten las vacas tentadas, con las que aún no se han tentado.  Podía seguir relatando mil detalles que vive la gente del campo, imprescindibles por otra parte, para que las cosas lleguen a buen puerto.

Por eso, como muy poquitos pueden ser toreros; así mismo es una ínfima proporción los que pueden asumir con solvencia las funciones de vaquero o mayoral; pues para ello hace falta amplia formación, así como cualidades y habilidades poco usuales. Y una vocación y pasón desmedida por aquello que ocupa gran parte de sus vidas.