En agosto de 1958 hice mis prácticas de periodismo, como mis compañeros al acabar el segundo curso en la Escuela. Podíamos solicitar hasta tres destinos, y me concedieron el Diario Español de Tarragona. Guardo un imborrable recuerdo de mi estancia en esa histórica ciudad mediterránea, y de un periódico donde aprendí mucho. Lo dirigía un navarro, Domingo Medrano, que años después estaría en Madrid, como Secretario de la Federación de Asociaciones de la Prensa, y todos mis compañeros se portaron conmigo admirablemente. Mis compañeros de promoción, Daniel de la Fuente Torrón, fallecido prematuramente, y Mercedes Dexeus Mallol, que en Madrid llegaría a ser una prestigiosa funcionaria de la Biblioteca Nacional, y entonces era hija del Práctico del Puerto de Tarragona, se graduaron conmigo al año siguiente. Pero tengo un recuerdo especial para dos personas, para mí ejemplares. El redactor jefe, José Julián García Luna, y una empleada que no sé si formaba parte de la Redacción, pero estaba allí a diario, Carmen Más: de ambos aprendí, con José Julián, a escribir con responsabilidad, y con Carmen, a ejercer la parte espiritual de mi existencia.
José Julián era navarro. Delgado con gafas y bigote, parecía débil físicamente, pero era un trabajador infatigable. Había sido voluntario en la División Azul, y hacía de la rectitud su norma de conducta. Recuerdo que había una noticia sobre un hecho repudiable, que yo combatí en un artículo con el entusiasmo e imprudencia de la juventud. Se lo pasé para su publicación, y él, tras leerlo detenidamente, me vino a decir: si quieres publicarlo, no me opondré. Pero me gustaría que lo dejaras reposar hasta mañana, y que meditases sobre si no te habrás pasado de conceptos, y podrás decir lo mismo sin convertir la crítica en insultos Le hice caso, medité lo que había escrito, y me di cuenta que me había pasado varios pueblos. Rehíce el artículo, y José Julián lo hizo publicar sin volver a hablar del tema.
García Luna sacaba adelante a la familia, mujer e hijas, con las dificultades propias de un sueldo escaso. Creo que no con entusiasmo decidió alquilar habitaciones de su piso en verano a jóvenes turistas extranjeras. Le ofrecieron dirigir un diario, creo que en Huesca, con problemas económicos. Pese a sus esfuerzos, no pudo sacarlo adelante. Y tuvo que solicitar el reingreso en el Diario de Tarragona, pero el puesto de redactor-jefe estaba ya cubierto, y se quedó como redactor a secas. Cuando, años después, me fichó Televisión Española como cronista parlamentario, me envió una carta muy cariñosa, y una foto en la que yo aparecía en la pantalla. Han pasado tantos años que creo que José Julián (que había modificado su apellido para transformarlo en García de Eulate Luna) ya estará en el Cielo, pero yo le sigo recordando como un ejemplo de buen profesional y buena persona.
En cuanto a Carmen Más, fue la primera persona que me recibió en el periódico cuando me presenté en busca de alojamiento, que me habían prometido buscarme. Me acompañó a un piso de la Avenida de Tarragona, donde el matrimonio formado por los señores de Pizá, que vivían con un hijo de corta edad, me ofrecieron alojarme en el piso en que vivían durante el mes de agosto por la módica suma de seiscientas pesetas. La comida y la cena, en Casa Ambrós, la ajusté en 1.500 pesetas mensuales, y como el sueldo de redactor era de 2.200 pesetas, me quedaban libres veinte duros, con los que tenía que hacer frente al desayuno y demás gastos, con lo que tenía que poner dinero de mi bolsillo.
Al recordar a Carmen Más me viene a la memoria una frase en una serie televisiva protagonizada por Alfredo Landa en la que se dirigía a su hija diciendo, sobre su esposa “¡Que monja ha perdido la Iglesia!”. Creo que Carmen, con la que hablé a menudo en la redacción, estaría más a gusto en un convento que en un periódico. Yo entonces tenía problemas de arritmias, y me pasaba el día tomándome el pulso. Le comenté mis males a Carmen, y me contestó con una frase que se me ha quedado grabada: “No hay que tener apego a la vida”. He tardado muchos años en hacerla caso, pero ya estoy preparado en dejar esta vida.. cuando Dios quiera.