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Frida Kahlo, prescriptora de tendencias

Frida Kahlo siempre es fuente constante de inspiración y su figura se ha convertido en centro de interés del mundo de la moda. Nada que extrañe pues la extraordinaria pintora fue ante todo una mujer que rompió barreras en todos los ámbitos de la vida, también  en su forma de vestirse, de presentarse. Su poderosa imagen despertó la atención de Alexander Mc Queen, Jean Paul Gaultier, o Rei Kawakubo y es conocida la devoción que sintió Christian Dior, en los comienzos de su carrera, allá por la década de los cuarenta, por la artista y la cultura  mexicana. Esa afinidad también la ha demostrado recientemente Maria Grazia Chiuri, actual directora creativa de la firma, al haber dedicado parte de sus colecciones al universo Frida. Del mismo modo y en esa línea de resaltar su rica personalidad, el Palais Galliera, Musée de la Mode de la Ville de París propuso en el pasado 2022 una reflexión sobre el personaje, por medio de la exposición “Frida Kahlo, más allá de las apariencias”. Aparte de la pintura, se daba visibilidad a su forma de vida y costumbres; todo un conglomerado de originales facetas que dieron lugar a una identidad única en la que sobresalía la especial particularidad de su vestuario. 

La identidad de Frida ya era apreciada en los ambientes del arte, derivada del conocimiento de su obra, y más tarde del refuerzo que sobre su historia ejerce su museo, ubicado en la Casa Azul de Coyoacan en Ciudad de México, que fue su domicilio y taller, compartido en diferentes tiempos con Diego Rivera; espacio familiar donde nació y vivió hasta sus últimos días. En ese entorno, continente y contenido permanecen tal y como estaban antaño; la memoria habita en las recamaras, de día y de noche, en el estudio- taller, en la biblioteca y en el mobiliario, en las colecciones de arte popular y de mariposas; en las cerámicas precolombinas y en los espejos que le fueron de tanta utilidad a la hora de pintar sus autorretratos. Los espacios confluyen en un patio- jardín interior y todo en el edificio de principios del siglo XX, en el que contrastan fachada azul y ventanas verdes, evoca ese pasado. 

De su apariencia que supo potenciar, Frida remarcó los rasgos físicos del rostro por medio de un maquillaje estudiado, acentuado en los aciertos o desaciertos que la naturaleza le otorgó; el acostumbrado peinado estricto y los adornos con diademas,  hilos de estambre o flores. Es verdad que todo en ella impresiona, pero es la vestimenta el verdadero eje que confiere un sentido estético a su persona; siempre quiso mostrarse fuera de la puntualidad de la moda, se vistió, fotografió y pintó con traje masculino: pantalón, chaqueta y chaleco; se paseó por las ciudades con un atípico look, orgullosa de sus raíces. Adoptó una indumentaria transgresora adecuada a sus condiciones físicas que ella misma diseñaba partiendo de antiguas telas de algodón y seda; mezclaba lo viejo con lo nuevo, reciclaba, recurría a la espectacular artesanía de su país, rescatando aquellas prendas de mayor significación tradicional y popular: huipiles, faldas, blusas y enaguas típicas de diferentes regiones de México. 

Por todas estas razones, es natural que su mundo siga despertando cada vez mayor atracción, siempre con la pintura en primer término pues es la absoluta expresión de su individualidad; supo explorar su propio cuerpo como ninguna artista de su tiempo, narrando en primera persona el sufrimiento, valiéndose de la intensidad de los símbolos empleados.  

Obviamente, una de sus mayores virtudes es el sentimiento de apego hacia los orígenes que sabe describir con todo lujo de detalles y notas de fantasía, especialmente visibles en las representaciones que hizo de sí misma, en los diferentes autorretratos; en algunas de esas creaciones porta con arrogancia el traje y las joyas de las mujeres tehuanas. Y en toda esa fuerza que sobrepasa cualquier circunstancia, es vital la belleza de la mexicanidad siempre latente en la obra y en la artista para la que eran precisas las imaginarias alas para volar y la pintura para vivir.

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