El desván de Lorca

Francisco García Lorca, diplomático en Bélgica y ruptura de relaciones diplomáticas entre España y Bélgica (1ª parte)

Como ya hemos publicado, Francisco García Lorca, formó parte de la carrera diplomática entre 1933 y 1939, en la única promoción republicana que se convocó. Entre sus destinos estaría Bélgica y concretamente la embajada española de Bruselas y le tocaría vivir una época convulsa en las relaciones diplomáticas entre ambos países durante la guerra civil española marcada por dos incidentes en uno de los cuales se vería directamente implicado, el resultado fue la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno republicano por parte del gobierno de Bélgica y el reconocimiento diplomático por parte de este último, del bando sublevado franquista antes del término de la guerra civil. En las líneas siguientes trataremos de hacer un relato de los hechos, en que se vio implicado el hermano de nuestro poeta. 

Una vez consumada la sublevación militar de 1936 una gran mayoría de diplomáticos se decantó por el bando sublevado, abandonando en la mayor parte de los casos sus puestos en las embajadas y consulados del extranjero. Ante tal actitud la República con Azaña al frente y su Gobierno encabezado por José Giral, y siendo ministro de Estado Augusto Barcia Trelles, emitió un decreto el 21 de agosto, por el que quedaba disuelta la carrera diplomática tal como se entendía hasta ese momento. Quedó reestructurada solamente con los funcionarios que se mantuvieron fieles a la República, quienes ocuparían las plazas de los que se decantaron por el bando sublevado. Esto significó que esos funcionarios recibirían como premio interino un ascenso a la escala inmediata superior, como en el caso de Francisco, que de secretario de tercera ascendió interinamente a secretario de segunda y ocupó una plaza en la embajada de Bruselas dejada por uno de los diplomáticos favorable a los sublevados, Pedro García Conde y Menéndez que sería el primer embajador franquista en Roma desde diciembre de 1936 hasta enero de 1941. Al ganar la guerra los sublevados, Francisco abandonaría por expulsión, la carrera diplomática, este paso dado por Francisco dejaba muy claro su lealtad a la República. 

Los últimos días de su estancia en el Cairo los pasaría recuperándose de una herida de bala en su pie al parecer por un disparo de pistola fortuito, al caer el arma al suelo en las proximidades de las pirámides, este hecho no suficientemente aclarado ocurriría el 7 de julio de 1936, y ocurrió curiosamente un mes antes del asesinato de su hermano Federico, y sería en este país, Egipto, donde conocería el trágico desenlace del asesinato de su cuñado Fernández Montesinos y de su hermano Federico. 

La orden para su traslado se empezó a tramitar unos días después del asesinato de su hermano, concretamente el 29 de agosto de 1936, se le subía el sueldo a nueve mil pesetas anuales y otras nueve mil en concepto de gastos de representación, el 3 de septiembre recibe un telegrama cifrado para que parta inmediatamente para Bruselas a ocupar su nuevo destino. Salió de El Cairo el día 10 de septiembre, el 18 llegó a Bruselas donde tomó posesión del nuevo destino.

Dos días antes llegaría su hermana Isabel, procedente de Madrid para reunirse con él en Bruselas, ella había residido durante los primeros meses de la guerra en Madrid donde se enteró del asesinato de su hermano Federico y de su cuñado Manuel Fernández Montesinos. En su libro de recuerdos, Isabel indica que la dirección de la embajada española en dicha ciudad era el número 26 de la calle Montoyer, sede actual de la misma embajada. Tras su encuentro estuvieron viviendo unos meses en el hotel Welcome, propiedad de unos judíos alemanes que habían huido de Alemania. Unos meses después ambos alquilaron un piso en la calle Pepinier. Durante un tiempo Isabel mantendría una amistad íntima con un médico viudo y, partidario además de médico personal del nazi León Degrelle, apellidado Goffin, que también atendía facultativamente al personal de la embajada española. 

Isabel relata la familiaridad que mostró el embajador Mariano Ruíz-Funes García, junto con su mujer Carmen y sus tres hijos. Fue una amistad entrañable y que una vez exiliado en Méjico, en el año 1947, Isabel en una patente muestra de amistad los visitaría en su residencia mejicana. Este embajador no pertenecía a la carrera diplomática, era catedrático de derecho penal en la Universidad de Murcia. Al ser el cargo más alto de la representación diplomática, Isabel lo confundió con el embajador, aunque  en realidad era encargado de negocios.

Seguramente fue una de las sustituciones a diplomáticos sublevados, por personas relevantes afines a la República. Allí también trabaron amistad con otro compañero de Francisco, José Carner Puig de Oriol, que tampoco era diplomático, sino presidente del jurado mixto de transportes terrestres, y que probablemente fue otro de los repescados para ejercer de diplomático.

La consecuencia de esa escasez de diplomáticos leales a la República benefició a Francisco en su ascenso en la carrera. El 12 de julio de 1937 es nombrado secretario de primera clase, quedando destinado en la misma embajada. Toma posesión el 23 de julio con la subida de sueldo correspondiente que ahora se sitúa en doce mil pesetas y diez mil más en concepto de gastos de representación. Durante algunos períodos de ausencia del encargado de negocios Ruíz-Funes, Francisco se hizo cargo de la embajada sustituyéndole en su función de máximo responsable. 

Incidentes que propiciaron la ruptura de relaciones diplomáticas entre España y Bélgica en diciembre de 1938

Mientras tanto, tres meses después de la incorporación de Francisco el Gobierno español republicano envió como embajador a Ángel Ossorio y Gallardo concretamente en noviembre de 1936, dos días después del reconocimiento diplomático del bando sublevado español por los Gobiernos de Alemania e Italia.

Recordaremos que Ángel Ossorio era conocido del poeta Federico García Lorca ya que en 1932 participaría en el curso de verano de la Universidad de Murcia en Sierra Espuña, en los que no asistió nuestro poeta debido a la iniciación de la llamada “Sanjurjada”  ya que en dicho curso acompañaría al Ministro socialista Fernando de los Ríos, como ya relatamos con más detalle en un artículo anterior, también en otro capítulo anterior relatamos cómo con motivo de la denuncia judicial contra el poeta por su “Romance a la guardia civil española” en febrero de 1936, nuestro poeta eligió para su defensa el gabinete jurídico de Ángel Ossorio, actuando uno de sus pasantes como defensor del poeta llamado Juan de Leyva y Andía, ya que Ossorio no pudo representarlo personalmente en ese momento. 

El 20 de noviembre el rey belga Leopoldo III  recibió las credenciales del nuevo embajador español, pero un suceso ocurrido en Madrid el 28 de diciembre de 1936 cambió la política exterior de Bélgica hacia el Gobierno español republicano: el encargado de negocios de la embajada de Bélgica en Madrid, Joe Berryer, descubrió en una fosa común del cementerio de Fuencarral el cadáver del barón Jacques de Borchgrave, agregado de dicha embajada. El asesinato se quiso justificar con la acusación de que se infiltró entre los brigadistas belgas que defendían la ciudad de  Madrid para organizar una deserción masiva entre los mismos. También se difundió la versión de que fuera ejecutado por una brigada de servicios especiales del Ministerio de la Guerra dirigida por el anarquista Manuel Salgado, por el simple hecho de que el varón sería el representante de la firma automovilística Mercedes en Madrid.

Esta noticia indignó a la prensa del país belga y a los círculos de derechas que compararon el asesinato con el del dirigente Calvo Sotelo. La diplomacia belga se sintió conmocionada, por lo que el Gobierno belga exigió explicaciones al Gobierno republicano español presidido por Largo Caballero. Se acusó al diplomático belga asesinado de ser un espía de los rebeldes sin ofrecer pruebas. El Gobierno belga exigió cuatro condiciones para zanjar el incidente:

1ª Que el Gobierno español se disculpase por lo sucedido.

2ª Que se le rindieran honores militares en los funerales.

3ª Que se indemnizaran a los familiares con un millón de francos.

4ª Castigo para los culpables.

El Gobierno español aceptó solamente dos, pero consideró excesiva la indemnización y aceptar la responsabilidad del Gobierno español en el asesinato. El Gobierno español denunció el caso ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, negando su responsabilidad en el caso. En enero de 1938 ambos Gobiernos renunciaron a la justicia y se aceptó la indemnización por parte del Gobierno español de un millón de francos belgas. 

El asesinato como hemos señalado levantó en la opinión pública belga una clara indignación a la vez que en la iglesia católica belga y el siguiente incidente en que se vio envuelto Francisco es buena muestra de ello:

Durante la permanencia de ambos en Bruselas, Ossorio admirador del cardenal y pensador católico arzobispo Desire Joseph Mercier, rector de la universidad católica de Lovaina y arzobispo de Malinas-Bruselas que fue arzobispo de Bruselas hasta su fallecimiento el 23 de enero de 1926, y que en su labor docente e intelectual fundaría el instituto de Filosofía de dicha universidad. El embajador Ossorio ordenó a Francisco García Lorca que con motivo del undécimo aniversario de dicho fallecimiento (enero de 1937), llevara una corona a su tumba adornada por una cinta con la bandera republicana y con la leyenda: “A la memoria del glorioso belga Cardenal Mercier, el embajador de la república española”. Este homenaje había sido consultado jerárquicamente por el embajador con el ministro de estado (asuntos exteriores) Álvarez del Vayo.

La corona había sido depositada en la tumba del cardenal Mercier, en la catedral de San Romuldo de Malinas, por Francisco García Lorca y un cura de dicha catedral que manifestó satisfacción por dicho detalle. Posteriormente sería el propio cardenal de Bruselas Joseph Ernest Van Roey, preso de indignación ordenó la retirada de dicha corona y al día siguiente un periódico local publicó el siguiente suelto:

“En la tarde de ayer el embajador rojo de España ha tenido la osadía de colocar una corona en la tumba del cardenal Mercier. Por fortuna, enterado a tiempo, el señor cardenal arzobispo subsano el suceso haciéndola retirar inmediatamente”.

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