A Volapié

El fanatismo, multiplicador del mal

Una extravagante declaración de Irene Montero me ha llevado a hacer esta reflexión acerca del fanatismo. Ha afirmado que la ofensiva reaccionaria vence hoy en Argentina, y que por lo tanto el feminismo, la justicia social, la paz, y los derechos siguen necesitando nuestros mejores esfuerzos. 

Parece ser que alguna ciudadana argentina la ha mandado al estercolero al recordarle cuántos compatriotas han tenido que emigrar por culpa del socialismo peronista y kirchnerista. Le ha mentado la hiperinflación, el 50% de pobres que han logrado producir, entre ellos millones de niños, la quiebra de la sanidad pública por falta de recursos, entre otros logros de las políticas de izquierdas aplicadas con tanto denuedo, a pesar de los recurrentes fracasos a lo largo de décadas. 

No puedo evitar preguntarme por qué ese fanatismo en tantos políticos, de los cuales muchísimos son de extrema izquierda. Todo ser humano tiende a pensar que tiene razón, nos cuesta reconocer nuestros errores, por orgullo, soberbia o ignorancia. Pero cuando nos empecinamos en una idea que la práctica ha demostrado que es un error, entonces nos convertimos en fanáticos, y en el caso de la política, en perversos, especialmente si el resultado son millones de pobres.

El fanatismo anula la inteligencia, incapacita la autocrítica, en cualquier persona es un defecto, pero en un político, es el mayor de los males. Este es el caso de Argentina desde que tuvo la desgracia de que Perón y sus seguidores llegaran al poder. O el de España, desde que intolerantes como I. Montero han alcanzado tareas de gobierno. ¿Cuántos violadores han salido de la cárcel, o han visto su condena reducida por la pésima ley aprobada cuando esta señora era ministra?. ¿Ha pedido perdón?, ¿ha hecho autocrítica?. No, porque la soberbia y el fanatismo la dominan. 

La ideología, cualquiera, pero más las de tendencia autoritaria o totalitaria, cuando se fanatizan y extreman, traen los mayores males a los pueblos. Hay que recordar que Perón coqueteó con Mussolini y con Hitler, hasta que vio que iban a perder la guerra y decidió apartarse. Ese era el perfil de este general, tan querido por la izquierda. Sus ideas económicas y sociales tenían mucho del fascismo italiano, cuyo origen era el socialismo.

Hace unos años leí detenidamente el programa del FN de Le Pen, y pude comprobar cuánto se parecía al de PODEMOS en materia económica y social. Los extremos se tocan, la extrema derecha y la extrema izquierda convergen mucho más de lo que divergen. Por eso ambos son tan dañinos. El primero es residual en Europa, sin embargo, el segundo alcanza el poder con cierta frecuencia. La democracia, la libertad, los derechos, la propiedad, así como la prosperidad, están en peligro donde mandan estos extremistas, ya sea el FN en Francia, o PODEMOS y SUMAR en España. 

Dice la RAE que el fanático es intransigente, exaltado, intolerante, extremista y dogmático, sectario, inflexible e incondicional. Pensándolo con calma, lo más objetivamente posible, me parece que I. Montero cumple todos estos adjetivos, o muchos de ellos.

¿Cómo es posible que I. Montero justifique las políticas kirchneristas, de naturaleza peronista, que han provocado que Argentina sea una de las naciones más pobres del mundo, que han aniquilado la justicia social, y los derechos más elementales?. La respuesta es sencilla, porque son políticas radical-socialistas, que defiende por puro fanatismo ideológico. Este tipo de políticos viven del dogma, aunque este cause miseria, hambre y enfermedad.

Acusa a Milei de reaccionario, ¡bienvenida sea la reacción contra la hiperinflación y la pobreza extrema, contra la quiebra de las pensiones y del estado, contra el atraso y la emigración de la juventud!. Si Milei fracasa, seré de los primeros en reconocerlo y criticarlo.

En el siglo XXI, lo reaccionario es ser de extrema izquierda, o de extrema derecha. Pero peor que eso, es ser fanático de ideas implementadas y fracasadas múltiples veces. El fanatismo es un agente multiplicador del mal. 

Los comunistas chinos han demostrado ser menos dogmáticos que sus homólogos rusos o europeos. Viendo que en la práctica el comunismo es una máquina de producir miseria, decidieron cambiar de política económica y adoptar el capitalismo. Obviamente es un capitalismo dirigido y arbitrario, donde todo depende del PCC, un capitalismo que podemos calificar de tercera. A pesar de esto, han logrado sacar de la pobreza a cientos de millones de personas, creando clases medias y altas donde no las había antes, y de paso, ¡disparando la desigualdad!. 

Ya que rechazan el capitalismo liberal, los dirigentes de PODEMOS y SUMAR deberían al menos viajar a China para recibir algunas lecciones, entre ellas, cómo ser menos dogmáticos, cómo intervenir el mercado sin hundirlo, o que el principal problema es la pobreza, no la desigualdad.

En el caso de I. Montero creo que estamos ante un caso de fanatismo ideológico, un fanatismo que embota completamente la razón, que incapacita para ver la fría realidad tal como es. 

Cuando un político prefiere el dogma ideológico a la realidad comprobada empíricamente, el precio que pagan millones de ciudadanos suele ser altísimo.

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