Ars Gratia Artis

Europa, la princesa raptada

Europa, en la mitología clásica griega era una princesa fenicia de gran belleza hija del rey Agénor. Vivía protegida en su país bañado por las aguas del Mediterráneo y por su gracia sin igual despertó el interés del todopoderoso dios de los Olimpos Zeus quien planeó conquistarla. Para ello se valió del engaño y para acometer tal acción se transformó en un toro apacible, blanco, de pelo sedoso; en una tarde luminosa descendió a la tierra, camuflado entre otros bovinos se acercó a la playa donde Europa paseaba con sus amigas; con lisonjas y zalamerías se ganó el favor de la princesa que le cubrió con flores y confiada aceptó una conversación. Entonces el astuto Zeus, aprovechó la ocasión y se dispuso a raptarla, alejándola de su lugar, sobrevolando los mares la llevó a Creta. En la isla, Europa conocerá la verdadera identidad del toro-Zeus; con él tendrá hijos, entre ellos Minos quien será asimismo rey, ligado a la leyenda del Minotauro y el laberinto; Europa llegará a unirse después al rey Argerion y con el tiempo Herodoto acuñaría el mito con todos sus matices, convirtiéndose en argumento para escritores y poetas entre ellos Ovidio, Shakespeare y Cocteau; igualmente fue asunto plástico de hondo calado que inspiró sucesivamente a tantos artistas que irán extrayendo simbólicas conclusiones de ese pasaje de la tradición escrita griega que como otras fábulas explicaba el mundo desde lo inexplicable; en el universo que era el Olimpo, dioses y diosas dictaban sus sentencias a capricho y cambiaban el rumbo del tiempo, el curso de los acontecimientos; lo divino y lo humano eran inseparables y los antiguos moradores de aquellas civilizaciones necesitados de conclusiones razonables ante los enigmas de la vida, encontraban en esas mitologías respuestas dignas de ser creídas. Comprender desde nuestra mentalidad y cultura la idiosincrasia de los dioses y héroes del cosmos grecorromano, su cercanía con los humanos no es difícil. Se reflejan sus virtudes, poderes y defectos, en la Ilíada y en la Odisea de Homero; se percibe su huella en las moralizantes cualidades que el poeta romano Virgilio otorga al resistente personaje central de la Eneida, Eneas, en su larga travesía desde la salida de Troya y hasta la llegada al Lacio; cadena de acontecimientos que siguen presentes en la literatura medieval en los caminos del Purgatorio y el Infierno cuando Dante los recorre acompañado de Virgilio.

Desde los comienzos, la historia de Europa se enraíza en los mitos del norte y del sur, en la religión, en su herencia cultural, en sus hábitos y costumbres, se enorgullece de sus conquistas sociales, tribulaciones y victorias reflejadas en los campos de la ciencia, la filosofía, la literatura y el arte; todo un amplio guion de imágenes que ilustran la azarosa existencia de un continente que simboliza la belleza de una mujer, el espíritu de supervivencia y las constantes transmutaciones hasta llegar a lo que es hoy.

La leyenda de Europa arrancada de su tierra por Zeus, fue abordada por Tiziano, Rembrandt, Vouet, Rubens y Moreau; todos titularon sus obras como El rapto de Europa y esas interpretaciones dan un eterno sentido a un episodio tan antiguo como fascinante. En un pasado reciente, el pintor colombiano Fernando Botero recurrió a esa crónica y la adaptó a su estilo; dejó constancia de su visión esculpiendo una feliz y voluminosa figura monumental en bronce, maciza y de redondeadas formas  que describe a una Europa despreocupada sentada sobre los lomos de un toro negro. Una de las cuatro versiones del mismo tema se encuentra instalada en el entorno del aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid, las otras han quedado ubicadas en ciudades americanas. 

Y así, en un ejercicio de ensoñación e imaginación pero con tintes de cierta realidad, Europa se puede reconocer a sí misma en la figura de la princesa raptada, codiciada por su riqueza material e inmaterial, despojada de su identidad. ¡Que los dioses del Olimpo no lo permitan!.

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