La mirada de Ulisas

¡No quiero pensar en un castigo sino en una lección!

La mirada de Ulisas se pregunta el ¿por qué las personas no aprenden de la Historia? Repiten los mismos errores sin tomar en cuenta las consecuencias ni hacer referencia a momentos ya vividos y narrados ampliamente. Según las leyes universales: “No existe acción sin reacción”. Tampoco la idea de quién se pueda salvar de los efectos de la ley de correspondencia o de la ley de atracción. Representan códigos universales que rigen los destinos de los pueblos, así como el de las personas en particular. Muestran a todas luces que nada queda impune. Se aplican dichas leyes o reglas a la mesura de cada circunstancia concerniente a toda situación desde tiempos inmemoriales. No es de extrañar que hayamos visto desde los Tiempos Bíblicos que los odios no son tolerados por el Ente Superior o por el Todopoderoso. Pregonó que los sentimientos bajos no deben ser parte de la conducta humana. Y constatamos que tampoco nos llevan a buenos resultados.

Por ello, a la mirada de Ulisas se le esboza la imagen de la serpiente emplumada en su proceso de evolución. Reptil que se eleva de su estado de víbora rastrera, para ir transformándose y mejorar su condición. Se asocia a la presencia del aborrecimiento que pueden manifestar los humanos entre ellos para dejar de ser los hermanos que son en realidad, aún desde sus pequeñas o grandes diferencias. Se hacen los desentendidos sobre esta verdad.

La mirada de Ulisas, que investiga antes de pronunciarse sobre un tema en especial, toma como ejemplo la construcción de la Torre de Babel. Es un referente clásico del castigo durante la época bíblica luego del diluvio universal con el arca de Noé para reprender al pueblo cuando intenta desafiar a DIOS con odios y malentendidos. Al dificultar la comunicación por medio de las diferentes lenguas la intención es enseñar la humildad y la realidad de la forma de obrar.  Tiempo después aparece otra lección: la destrucción del Primer Templo en Jerusalén en el año 586 A.C., bajo el imperio del rey babilónico Nabucodonosor II. También se le conoció como el templo de Salomón, al haber sido erigido por el Rey Salomón, para crear al mayor centro espiritual de Israel bajo mandamientos bien precisos. Fue saqueado e invadido por los enemigos que dejaron a los judíos en exilio. Se puede analizar en una dimensión más espiritual que el pueblo judío tuvo una lección de vida al saber que su comportamiento no era el debido. Por ende, a causa de los odios exaltados entre los semejantes se dio la desgracia. Este hecho se conmemora cada año con el dolor del lamento y la necesidad de reparar acciones, al sacar a relucir que el buen comportamiento y la unión del pueblo tiene que subsistir. Vale la pena citar los versos de Martín Fierro sobre la unión de los hermanos:

Los hermanos sean unidos
porque esa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea
porque si entre ellos se pelean
los devoran los de afuera.

Al tener presente nuevamente la mala conducta de los judíos, la destrucción del II Templo por similares motivos corrió con la misma suerte que el Primer Templo: castigar el odio gratuito.  Se dio la clara lección que con odios y rencores las personas pierden la comunicación y la unión.

Por deducción, la mirada de Ulisas se permite hacer una cierta analogía con la masacre del 7 de octubre al intuir una nueva y dolorosa lección: los hermanos desunidos se exponen a lo peor. Lamentablemente resultó el caso al visualizar la gran hecatombe ocurrida aquella fatídica madrugada en la frontera con Gaza. La pelea y la gran brecha entre la izquierda (en cierta forma se puede hablar de los laicos y los más reformistas) y la derecha israelí (los considerados religiosos o los ultra- religiosos que se rehúsan a prestar el servicio militar), fomentó la crisis nacional que fue aprovechada por los enemigos para cometer la peor barbarie conocida después del Holocausto, donde también se vio el deseo de asimilación al considerar sus habitantes judíos que eran más alemanes que judíos. Nuevamente se demostró que el pueblo judío, a pesar de sus diferencias debe mantener el respeto y la tolerancia hacia su par y debe ajustarse a su identidad, sea practicante o no. Además, por una simple razón, si es judío y no se considera como tal, ya serán los demás quienes le recordarán que lo es. Como si ser judío fuera un estigma "o muestra de fabricación". Se verificó este hecho durante la II Guerra Mundial, que no se le perdonó su suerte al desertor de la fe judía. Todos cayeron bajo el mismo principio de exterminio a la persona que se rige bajo las enseñanzas de Abraham.

La mirada de Ulisas constata que la desunión siempre lleva a catástrofes aún en las familias, por ejemplo: cuando por herencias los hijos pelean por el centavo. No interesa el motivo del combate, lo que importa es el resultado final de la división que resta bienes y produce malestar. ¿Será que nuevamente al judío se le indica que aún en la diversidad, su identidad no puede disimularse? Se recalca algo que se verifica como una verdad: quien nace judío permanece judío por un alma o un gen que lo iguala como tal a otro judío con características diferentes, pero con un sentir de pueblo anciano. Los ancestros llevan su carga.

Es de preguntarse: ¿por qué cuando existen odios hay dramas como el de “Romeo y Julieta” o “Medea”, así como tantas otras calamidades que la literatura pesca para machacar que el odio o las enemistades sólo conducen a miserias humanas. Y quizá sea necesario no olvidar los acontecimientos de la Historia, nuestra gran fuente de sabiduría. Debemos mantenerla bien actualizada para no caer en las mismas faltas, que sólo llevan a la destrucción. ¡Una y otra vez! ¿Será que aprenderemos algún día? Es la gran pregunta que se formula la mirada de Ulisas. ¡Y quizá también la vuestra, querido lector!