A finales de 2011, cuando Rajoy ganó las elecciones con mayoría absoluta, abrió los cajones de las arcas públicas y estaban vacíos. Zapatero había tenido que adelantar un año aquellas elecciones, acortando su mandato, porque estaba tan achicharrado que no podía ni llegar al 2012, año en que tocaban. No había dinero para pagar a las farmacias, ni a los pensionistas, ni a las autonomías…a nadie.
En aquella tesitura apareció por Moncloa el muy moderado nacionalista Durán i Lleida, una especie de cobrador del frac que, periódicamente, recordaba a los gobiernos de Madrid sus obligaciones para con el nacionalismo catalán. Rajoy le enseñó los cajones. Solo alguna telaraña en forma de ceja.
- “No tengo nada para ti, Josep Antoni”
- “¿Ni siquiera 2.000 millones para alguna autopista?”
- “Ni siquiera, no hay nada para nadie”
Es momento de recordar que Convergencia era un partido corrupto, cuyo mantenimiento y engorde dependía de las prebendas que sacaba del gobierno de España, siempre solícito a sus requerimientos para mantenerse en el poder. Daba lo mismo que fuese Felipe, que Aznar, que Zapatero: todos hacían concesiones, muchas naturalmente en metálico, y una ingeniería financiera burda detraía jugosas tajadas para la prole de la Reverenda Madre. Mientras “España iba bien” el nacionalismo catalán aplicaba su receta preferida: amagar y no dar. Pero cuando Rajoy despachó a Duran i Lleida como a un pordiosero, sin un euro, sin nada…fue cuando todo entró en crisis.
A la Diada de 2011, en septiembre, antes de subir Rajoy al poder a finales de ese año, acudieron 10.000 personas. Era una fiesta rancia y rutinaria, más obligada que deseada. Y en la que, además, los antisistema escupían a los representantes de la Generalidad, que acababan siempre perdiditos. Pero en 2012, cuando el nacionalismo vio que se había acabado el momio, que no había un duro para ellos, comprendió que tenía que modificar su estrategia porque pasaba hambre. Y surgieron, agitadas por Omnium Cultural, por la Asamblea Nacional Catalana, por Convergencia, por todo el cupo de damnificados, las DIADAS COMO RIADAS.
¿Qué había sucedido para pasar en un año de 10.000 asistentes a 1.500.000? Pues que Rajoy cerró el grifo. Yo estoy convencido de que si hubiera tenido dinero habría seguido pagando. Pero es que no lo tenía. Fue el momento del rescate. Tremendo trance. Cuando grandes empresarios (Alierta, de Telefónica, o Francisco González, del BBVA) o distinguidos profesores universitarios (Gonzalo Bernardos, profesor en Barcelona y perejil de todas las salsas) pedían a gritos el rescate. Un rescate que, recordemos, habría significado el recorte instantáneo del 20% en las pensiones, otro tanto en los sueldos de los funcionarios y un montón de miserias, de las que los griegos aún arrastran la losa.
Rajoy calló y resistió. Puso a De Guindos al frente de la economía y un año después ya nadie hablaba del rescate. Las grandes empresas se tragaron sus vaticinios. Gonzalo Bernardos pasó al ostracismo, donde ha permanecido unos años, si bien ahora vuelve a darnos consejos. Pero seguía sin haber dinero y las Diadas, lógicamente, prosiguieron su dinámica de huida hacia adelante. Se rompieron los diques del soborno, ya no bastaban las prebendas de contención. Artur Mas exigió un concierto fiscal a Rajoy, que le respondió lo que a Durán, por entonces ya defenestrado (si no traes dinero te vas a tu casa)
El resto es bien conocido por cercano. El nacionalismo se exacerba, las riadas se desbordan, se sitian los edificios públicos y en un crescendo incontrolado de delirio nacionalista, se declara la independencia de Cataluña. El orgasmo. Fue un orgasmo. Pero como ya advirtieron los clásicos: “post coitum, omne animal triste” Y tras el flujo llegó el reflujo: artículo 155, huida de Puigdemont, proceso y cárcel para la dirigencia del “procés”…Pero seguía sin aparecer la pasta, y sin pasta no hay apaño. De forma que las Diadas, aunque nunca como las de 2012, 2013 o 2014, siguieron reivindicando lo suyo.
Hasta que llegó Sánchez. “A ver ¿qué es lo que queréis?”. “Pasta”.
“Pero ¿pasta gansa o pasta flora?”. “Pasta de los impuestos, todo para nosotros, que tu ni te enteres. Y ya daremos al fondo común lo que nos peta”. “Bueno…si no es más que eso…yo lo valgo”.
Ya tienen su Concierto, alias financiación singular, alias tó pa nosotros. Y, “como no podía ser de otra manera” (en una de las más ajustadas aplicaciones de tan necia expresión) la Diada de este 2024 ha vuelto a sus cauces; una cosa modestita, permanentemente envuelta en disputas. Porque vuelven a tener lo que siempre quisieron, pasta para repartir. Por unos años pareció que el poder del Estado les doblaría el pulso. Que tendrían que conformarse con lo de los demás, que el supremacismo catalán sería derrotado…Pero fue un espejismo. Sánchez ha devuelto al nacionalismo lo que siempre buscó, la “pela”; la “pela” en todo su esplendor. Y el nacionalismo catalán ha devuelto a Sánchez lo que más desea, aquello que el sargento Ratón pedía constantemente en el cuento de Alejo Carpentier: “Mando, mucho mando”.