El futuro ya está aquí, aseguraba una canción de Radio Futura, y en el caso de China no hay nada más cierto. La reciente celebración de la victoria militar china frente a Japón en la Segunda Guerra Militar, incluyendo una fastuosa parada militar, y la presencia de numerosos líderes, entre los que destacan los de Corea del Norte, Turquía, Irán, Rusia e India, ha sido una puesta escena claramente destinada al consumo externo, en un gesto para demostrar la capacidad de liderazgo, organización y nervio militar del gigante chino. China, a diferencia de Occidente, sabe lo que quiere y cómo puede conseguirlo; tiene una estrategia con objetivos claros, de la que carecemos los europeos.
La cercanía política del presidente chino, Xi Jinping, con su homólogo ruso, Vladimir Putin, comienza ya a preocupar en los Estados Unidos, que ven cómo su liderazgo pierde fuerza en Asia y otras partes del mundo, y la alianza ruso-china no pasa inadvertida para nadie en Washington. China, primer aliado ahora de Rusia y reconciliada con la India de Narendra Modi, con quien mantuvo un corto enfrentamiento militar en el 2020, estrecha cada vez más sus lazos comerciales, políticos y económicos con la periferia postsoviètica de Asia Central, especialmente con Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, con los que ha firmado un Tratado de Buena Vecindad Permanente y Cooperación Amistosa, y se proyecta en otros continentes cada vez con más determinación, como África y América Latina, antaño patio trasero de los Estados Unidos.
En lo que respecta a Europa, que ha aceptado de una forma humillante la sumisión a Donald Trump a cambio de nada, incluyendo la imposición de unos abusivos aranceles y la compra de armamento a Estados Unidos por copiosas cantidades, también algunos países comienzan a prestar atención a la relación con China, como son los casos de Serbia, Hungría, Grecia, Eslovaquia, Países Bajos e Italia -estas dos últimas naciones son los mayores importadores de de productos chinos en la Unión Europea (UE)-. Alemania, por su parte, es el principal exportador a China de la UE. España, aunque tardíamente, también ha comenzado a prestar la debida atención al mercado chino y la reciente visita del presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, a China, junto con algunos empresarios de peso, revela ese interés.
La pugna con Estados Unidos asunto militar y también tecnológico
A este peso económico cada vez más significativo, desafiando abiertamente a Estados Unidos, hay que añadir que China ya es el segundo país del mundo tras el gigante norteamericano que más gasta en Seguridad y Defensa, habiendo superando con creces a Rusia, con 246.000 millones de dólares de presupuesto para este año frente a los 150.000 que gastará Moscú. Las principales preocupaciones estratégicas de Estados Unidos giran, sobre todo, en torno a la actividad de China en el Ártico, como fuente de probable desestabilización de la región y a la competencia por recursos y rutas marítimas, en un claro desafío a la influencia geopolítica de Washington.
Luego está el Mar de China, otro de los escenarios donde los chinos quieren ejercer su liderazgo. Los objetivos de China en el Mar de la China Meridional son consolidar su soberanía territorial y marítima, asegurar el control de rutas comerciales vitales, y explotar los recursos naturales como el petróleo y el gas, aunque ello les acabe granjeando enemistades con sus vecinos e incluso pueda generar chispas que puedan acabar en conflictos, como les ha sucedido con India en varias ocasiones,
Estos son los frentes político, económico y militar en los que por ahora se desarrolla la lucha entre los Estados Unidos, como líder de un Occidente cada vez más desnortado, y China, pero no debemos de perder de vista la batalla tecnológica. “La pugna tecnológica entre Estados Unidos y la República Popular China se ha convertido en una batalla crucial del siglo XXI. Ambos colosos luchan por dominar las tecnologías emergentes que darán forma al futuro, buscando obtener la ventaja de ser los primeros en innovaciones disruptivas y en liderar la comercialización a gran escala de dichas tecnologías”, aseguraba nuestra Estrategia de Seguridad Nacional elaborada por el Ministerio de Defensa.
Así las cosas, y en un ambiente de férreo proteccionismo y cierre de fronteras por parte de los Estados Unidos a causa de los aranceles, China se mueve decididamente para extender su influencia en un mundo caótico desde la llegada de Trump a la Casa Blanca y reafirma su posición para reconfigurar el nuevo orden internacional, desafiando la hegemonía tradicional de Occidente reinante desde la Guerra Fría. Casi la mitad de la población del mundo vive entre China, Rusia e India y el peso global de los tres países en la economía mundial se acerca al total de los Estados Unidos, lo que refleja el ascenso y viabilidad del nuevo bloque político-económico emergente.