En corto y por derecho

Chatbots de compañía

 Xiaoice y Replika,  ofrecen compañeros virtuales personalizables diseñados para proporcionar empatía, apoyo emocional y, si el usuario lo requiere, relaciones profundas. Decenas de millones de personas los usan cada mes, según las cifras de estas dos empresas. Esta es la realidad actual de los ‘chatbots de compañía’ o ‘amigos virtuales creados por inteligencia artificial’, si lo prefieren. Para muchas personas este tipo de amigos son más satisfactorios  que los encontrados en la vida real. Los chatbots se pueden personalizar o elegir entre los existentes con tipos de personalidad seleccionados. En algunas aplicaciones, los usuarios pueden pagar  para obtener más opciones y poder dar forma a la apariencia, los rasgos y, a veces, su voz sintetizada. En Replika, pueden elegir tipos de relación, con algunos estados, como pareja o cónyuge. Los usuarios también pueden escribir una historia de fondo para su chatbot dándoles ‘recuerdos’. 

Nuestra primera reacción a estos hechos es que preferimos un bar antes que un bot y que en Madrid tenemos tantos bares que es imposible no tener amigos para charlar. Sin embargo, su increíble proliferación nos habla de que para muchas personas la solución del bar no es factible. Las circunstancias en que esto puede ocurrir son muchas, viniendo derivadas de trastornos mentales y problemas sociales. La casuística resultante es infinita y fácil de adivinar, desde la falta de autoestima a la pérdida de un ser querido, incluso de una mascota. Resulta evidente el beneficio social que generan estas herramientas.

Hay abierto un debate en los foros científicos sobre si aparejados a estos beneficios, no existirán riesgos inaceptables. Hay varias investigaciones en curso en este sentido. Aunque se han descrito casos de adicción patológica a estos chatbots o empeoramiento de la enfermedad mental en algunos usuarios, los resultados parecen apuntar a que los riesgos son asumibles en función de los beneficios obtenidos.