El Bushido es el código de los famosos Samuráis del Japón. De forma resumida se basa en los siguientes siete principios; rectitud, coraje, compasión, respeto, honestidad, honor, y lealtad.
En Occidente hemos tenido códigos similares, como la Areté de la Grecia clásica, o el código de caballería medieval. Son varias las enseñanzas que podemos obtener acerca del Bushido y que nos pueden ser muy útiles para llevar una buena vida. Pero no pretendo hoy filosofar sino ocuparme de un tema más prosaico como es la inversión.
Los que tengan la paciencia de leerme ya saben que recomiendo invertir desde los inicios de la vida profesional, aunque nunca es tarde. El ahorro y la inversión son fundamentales para poder gozar de una vida próspera en la madurez y la vejez. El que lo fíe todo al Estado se llevará una notable decepción.
Algunas de las actitudes que se derivan del Bushido nos pueden ser de gran utilidad a la hora de invertir, especialmente en los mercados financieros, más volátiles por naturaleza. Son las siguientes:
1) Controlar las emociones: el guerrero siempre se mantiene en calma, en todo momento, y especialmente cuando va a entrar en combate. Lo mismo debe hacer el inversor, aunque no es fácil debido al funcionamiento del cerebro reptiliano.
El inversor no entrenado se suele dejar llevar por el miedo cuando su cartera se pone en números rojos. Ese miedo hace que, a partir de un cierto umbral de dolor o pérdida, generalmente bajo, el inversor novato vende y es entonces cuando materializa la pérdida. Generalmente poco tiempo después el mercado se calma y recupera los valores previos a la caída, dejando al inversor miedoso con una pérdida permanente.
Esto sucede así porque el cerebro reptiliano es el que controla el instinto de supervivencia y los comportamientos asociados como la huida ante el peligro. El miedo es por lo tanto un gran enemigo del inversor y es fundamental controlarlo. Lo mismo sucede con la codicia pues esta nos hará comprar tarde y caro, es decir cuando las probabilidades están en nuestra contra.
En resumen, al igual que todo guerrero, los inversores debemos controlar nuestras emociones para poder tomar decisiones racionales. No solo evitaremos perder nuestro dinero, sino que seremos capaces de ganar mucho más pues es en las grandes caídas cuando debemos comprar.
2) Preparación adecuada: el guerrero siempre está preparado porque se entrena física y mentalmente de forma permanente. Como inversores debemos hacer lo mismo, debemos formarnos e informarnos regularmente.
3) No luchar salvo cuando es inevitable: el guerrero solo combate cuando no queda más remedio pues por muy preparado que esté para la guerra, esta es siempre imprevisible, y muy pocos son los que vencen siempre. Hay escasas excepciones como Miyamoto Musashi o nuestro gran García de Paredes, ambos invictos en decenas de duelos a muerte.
Antes o después, la mayoría de los inversores novatos o jóvenes suelen tener la tentación de comprar y vender casi compulsivamente. Les seduce la idea de vender en los picos del mercado para luego recomprar en los valles y así ganar más. Esto no lo consigue hacer de forma regular o constante casi nadie y suele empeorar la rentabilidad prácticamente siempre.
El buen inversor no debe operar más de la cuenta, debe entrar en combate pocas veces y solo cuando las probabilidades están mayoritariamente a su favor. Así evitará pagar una elevada factura en comisiones, sin contar que generalmente perderá más batallas de las que ganará, viéndose obligado a recomprar más caro, o a quedarse fuera del mercado esperando caídas que no se producirán antes de que se agote su paciencia.
Partiendo de la base de que nunca compraremos en el mínimo, ni venderemos en el máximo, hay que comprar con decisión en las caídas del mercado, tanto las grandes como las medias, y ser paciente y mantener las posiciones durante mucho tiempo. La paciencia es clave, es necesaria para esperar el momento para comprar, pero también para darle tiempo a las inversiones para que maduren y den sus frutos. Se invierte a largo plazo.
4) Hacer el menor daño posible: si la lucha no se puede evitar, el Bushido dice que hay que tratar de minimizar los daños. En el combate el enemigo es una tercera persona, mientras que en los mercados financieros el enemigo somos nosotros mismos. Nuestro objetivo debe ser minimizar los riesgos para poder maximizar la rentabilidad. Es demasiado frecuente ver como muchos miran solamente cuánto pueden ganar, pero casi nunca cuánto podrían perder.
Invertir puede ser bastante dañino si se hace irresponsablemente, sin conocimiento, sin una estrategia clara, o llevados por la codicia. Un exceso de prudencia también será dañino, aunque menos. Tenemos que buscar los frutos del interés compuesto, frutos que se dan en el largo plazo, y aumentar nuestras probabilidades siguiendo un plan definido. Es fundamental vencer el miedo y comprar fuertemente en las grandes caídas y cuando el mercado, o el activo objetivo, esté objetivamente barato.
Para esto hay que cumplir los tres puntos comentados anteriormente, aunque necesarios, no son suficientes. A todo esto hay que añadirle una estrategia bien definida con objetivos a largo plazo, estrategia que se debe plasmar en un plan que deberemos seguir rigurosamente. Conviene diversificar bien, tanto cuantitativa como cualitativamente. La gestión monetaria es clave, saber decidir cuál es el grado de exposición que conviene en todo momento y cuánto debe ir a cada activo diferente.
Es importante seleccionar adecuadamente tanto los activos en los que queremos invertir como los productos que más nos convienen. Y lo mismo puede decirse del bróker o banco con el que vamos a operar. No solo es importante que sea barato, sino también solvente.
Afortunadamente los inversores no nos jugamos la vida como los Samuráis, aunque no son pocos los que se han suicidado tras haberse arruinado en la bolsa. Los mercados no son un casino, la probabilidad de ganar es mucho más alta siempre que uno sepa lo que hace y cómo y cuándo debe hacerse.
Conocimiento, paciencia y templanza, estas tres palabras lo resumen todo.