Un gallego en la galaxia

Los bucaneros del Caribe

La reciente publicación de la Estrategia de Securidad Nacional de los EUA ha dejado patente la apuesta imperialista de la administración de Trump como vía preferencial para seguir manteniendo su posición preeminente como la potencia más avanzada, rica y poderosa del mundo. Aunque apunten a intenciones altruistas como la cooperación por la paz y la prosperidad en el mundo, lo que prima es el uso del poder tecnológico, económico y militar para imponer su voluntad allá donde lo exija el mantenimiento de su forma parasítica de vida. Aunque nominalmente rechazan la anterior política globalista de libre mercado, a la que culpan del desbaratamiento de su tejido industrial y de minar su ascendencia economicomilitar, lo que se proponen es salvaguardar sus intereses nacionales a toda costa restituyendo, por ejemplo, la Doctrina Monroe, que aunque enunciada como principio de su hegemonía en el Hemisferio Occidental, se proponen ampliar al mundo entero. A pesar de sus principios democráticos, estos forajidos materialistas, capitalistas y prepotentes se desmarcan abiertamiente de la red de organismos de ordenación y justicia internacionales, pues la ley les trae sin cuidado.  

Para ellos el mundo es un dominio a someter y explotar y lo único que les importa es que se ajuste a sus esquemas y sirva sus intereses. Con cuyo fin van a restablecer su dominación exclusivista en Latinoamérica, mantener abiertas las vías marítimas de las que dependen para la extracción y transporte de materias primas, mantener su monopolio sobre Oriente Medio y sus recursos petrolíferos, contener económicamente a China mediante la amenaza bélica y asegurarse de que los EUA se mantienen a la cabeza de las nuevas tecnologías. Para ello creen contar con un sistema político flexible, la economía más innovadora y avanzada del mundo, el ejército más poderoso y letal, una red de alianzas estratégicas, una situación geográfica envidiable de abundantes recursos naturales y protegida de sus adversarios por barreras oceánicas, el poder de su persuasión política e influencia cultural, y el patriotismo y la valentía de los ciudadanos. No tienen ningún reparo en declarar que dicha política exterior prioriza los intereses económicos y estratégicos sobre los ideológicos. En consecuencia, niegan el cambio climático, considerándolo una teoría dañina que beneficia a sus competidores.

Aunque revele los verdaderos valores y motivos del imperio, esta postura no es del todo veraz, pues tras el materialismo desalmado del que alardean despunta una ideología ultraderechista. Esto se pone de manifiesto especialmente en su antagonismo declarado hacia la Unión Europea. Lo que más les preocupa no es su bajo presupuesto de defensa ni su estancamiento económico sino el desleimiento que, según ellos, pesa sobre la civilización europea. Lo que quieren es que deje de asfixiar la creatividad y el progreso con su exceso de control burocrático para que reúna las condiciones económicas y militares dignas de un aliado estadounidense. Aunque aceptan que no pueden desvincularse de Europa, pues es uno de sus principales socios comerciales a los que les unen vínculos históricos y sentimentales, sostienen la primacía del estado independiente y soberano por encima del sistema transnacional de la UE, a la que se proponen desmantelar fomentando la resistencia nacionalista. Ante todo les preocupa que la política migratoria de la comunidad vaya a cambiar su composición racial y cultural de manera que en un par de décadas la UE no comparta sus valores y les de definitivamente la espalda.

Se me ocurre que igual no habría que esperar tanto para hacerlo, ya que estos bárbaros tecnocapitalistas están experimentando una clara regresión a la piratería histórica. Véase sino esa flota de bucaneros bombardeando lanchas y secuestrando petroleros en el Mar Caribe.