Mi pasión

¿Qué es el arte de torear?

Hasta la aparición en los ruedos de José Gómez “Joselito” y Juan Belmonte, la tauromaquia se concebía como una técnica más o menos depurada, burlando la fiereza de los toros, ahora, simplemente, se considera un arte.

Hay un dicho muy verdadero en este mundo de los toros que dice: “torear es mandar en el toro, si no se manda en el toro, no torea el torero, el que torea es el toro”. La frase es una verdad como un templo y además acertada. 

Nunca se podrá mandar en el toro si su lidiador dejase de llevarlo embebido y templado en cada pase. Lo contrario sería torear con técnica y arte, además de cargar la suerte, entonces brillará la pureza por sí sola. Precisamente estas virtudes tan solemnes, son las que se les atribuyen a Joselito y a Belmonte. 

Por eso, el torero frente a un toro bravo, debe buscar la perfección como algo transformado de la realidad, esa perfección lidiando se basa primordialmente en la estética, el estilo, lo profundo, lo inesperado, o la improvisación para el espectador. Todo ello, a mayor capacidad de ejecución, mayor es la categoría artística.

El diestro que eleva la interpretación de su arte toreando, presente en el sentido de la estética y la belleza, al igual que puede ocurrir con la música, diremos que ambas artes se diferencian sustancialmente de otras. Una corrida de toros o un concierto en vivo, lógicamente se pueden percibir momentos pasajeros para recordar. Pero cuando se ejecuta una vibrante verónica o el perfecto sonido de una melodía, vista y oída en directo, perduraran en la memoria de todos como algo profundo y especial.

Otros casos son; la escultura, la pintura, la talla, etc., se apreciarán inalterables, pero en cualquier tiempo podrán ser reformadas o retocadas. Lo instantáneo nunca se puede modificar, persisten siempre.

Los diestros considerados de arte, a veces se manifiestan con sangre fría, poseen una valentía relativa y extraordinaria, aunque generalmente tienen menor regularidad en sus éxitos. Eso le ocurría con mucha frecuencia a Rafael “El Gallo”, que una de sus inspiradas tardes podría dar un baño, entre otros toreros, a su mismo hermano Joselito y a Belmonte.

Por ello, en los toros como en otras manifestaciones artísticas, el estallido emotivo del público ante un capotazo o una faena esplendorosa, nunca se rigen por reglas comunes, siempre serán inesperadas e imprevistas.

Por otro lado, la capacidad y la pureza en las suertes del toreo jamás pueden ser una rutina de la lidia, sino una verdadera condición de técnica e inspiración.

En la tauromaquia siempre han existido y seguirán existiendo toreros de arte, toreros de valor, toreros tremendistas, toreros técnicos, toreros de facultades, toreros de pasmosa regularidad, toreros de creatividad y toreros de corta trayectoria. Sin querer adentrarnos más en profundidad del terreno de las peculiaridades, la clasificación podría ser interminable.

Conviene puntualizar que, en el toreo se conjugan multitudes de casos y de virtudes humanas con el agrupamiento de las formas y estilos diferentes que, a veces, se pueden conseguir gestas increíbles de estos personajes, el arte, la técnica y la sabiduría, aún más todavía, teniendo la virtud de atesorar otras cualidades.

La técnica y la sabiduría son imprescindibles como soporte mínimo de la profesión de torero. Sin estas dos actitudes no se podría efectuar el toreo artístico, porque la técnica y el saber son requisitos necesarios para sortear todas las dificultades que presente la fiera y poder realizar dignamente los distintos pasos de una lidia con el consabido conocimiento, aparte del valor, distancias, terrenos, colocación, etc., todo ello suma el abecedario del toreo, así como desenvolverse limpiamente con los engaños a las exigencias que pida el animal.     

Todas estas connotaciones y técnicas, elevadas a la categoría de arte, es lo que siempre se distingue y seguirá distinguiendo a muchos diestros. 

Pero también, hablar del valor en los toros, hay que adjudicar este atributo como materia prima del toreo a bastantes matadores que dejaron y dejan sello de valientes, pues sin una mínima porción de esta cualidad no se podría estar ante la cara del toro. En muchos casos, el valor ha sido el mejor capital para andar por la Fiesta con grandeza.