Cuando el pasado 6 de julio me enteré de su fallecimiento, sentí una honda tristeza. El sentimiento de tristeza y la sensación de vacío. No éramos familia, ni por generación debíamos ser amigos, pero sin duda desde que lo conocí y comencé a tratarle en 2013, se convirtió en una persona importante en mi vida. Una persona con la que tuve la oportunidad de mantener numerosas conversaciones, en las que siempre uno aprendía algo, e incluso, una persona a la que llegué a pedir consejo en diversos momentos de mi vida.
Una persona que lo mismo compartíamos la alegría del nacimiento de mis hijos, que el de sus bisnietos.
Cuando lo conocí en 2013 fue en su despacho en la entonces Torre Espacio, yo era un estudiante de ingeniería, e iba a visitarle, pues quería proponerle para la concesión del Premio Conde Campomanes a la Economía que concede el Real Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias, premio del que al final quedó ganador con la unanimidad de los votos. Incluso tuve el honor de apadrinarle como Caballero en la Corporación.
Recuerdo que aquella primera vez me recibió, como lo haría luego muchas más veces, con una sonrisa y una mirada penetrante que otorgaba confianza y calidez. Estuvimos reunidos como una hora, que se me pasó volando. Como se me pasaron volando las otras veces que nos reunimos, almorzamos o hablamos por teléfono. Momentos que, sin duda, quedarán grabados en mi mente, pues todos ellos fueron buenos.
El pasado 6 de julio nos dejó D. Juan Miguel Villar Mir, Marqués de Villar Mir, que fuera Vicepresidente y Ministro de Hacienda en el primer gobierno del Reinado de D. Juan Carlos I, un hombre que, tras su paso por la política (a la que llegó siendo catedrático en la Escuela de Caminos, Canales y Puertos) se dedicó a crear un grupo empresarial que empleó a más de 30.000 personas y llegó a estar presente en 35 países.
Y si Carlos III es conocido como “el mejor Alcalde de Madrid”, Juan-Miguel debería ser conocido como “el mejor vecino de Madrid”, pues gracias a él la capital de España cuenta con los rascacielos de Torre Espacio (no me acostumbro a su nuevo nombre de Torre Emperador) y Caleido, y lo más importante, la inmensa obra del Complejo Canalejas, que supuso la recuperación de una zona deprimida del centro de la capital, siendo hoy día paradigma del lujo.
Querido Juan-Miguel, hoy que se celebra tu funeral en los Jerónimos de Madrid, todos los que hemos tenido la suerte de conocerte te recordaremos con cariño. Recordaremos los momentos que compartimos contigo, y seremos testigos de que, el día en que Dios te llamó a su lado, lo hiciste en el amor a España y la lealtad a S.M. el Rey. Descansa en paz.