Ars Gratia Artis

Acisclo Manzano a través de 66 esculturas

ACISCLO MANZANO. Museo de Pontevedra
ACISCLO MANZANO. Museo de Pontevedra

El paso del tiempo refuerza la estela del escultor Acisclo Manzano (Ourense,1941), un artista que forma parte de la historia del arte de la segunda mitad del siglo pasado y cuyas aportaciones ayudan a entender un tiempo necesitado de revisión. En el arranque de su carrera recibió el Premio Nacional de Escultura de Valladolid (1968) y formó parte del mítico grupo “O Volter”, apadrinado por el escritor Vicente Risco, en el que se integraron Xaime Quessada y Xosé Luis de Dios, elemento renovador desde Galicia y con la aspiración de proporcionar savia nueva al panorama del arte español. Acisclo obtuvo el favor de la crítica en los años centrales de profesión (A.M. Campoy, Moreno Galván, María Lluisa Borrás o Giralt Miracle) exponiendo repetidas veces en destacadas galerías en aquellos años, entre ellas, Península (Madrid) y Carl van Der Voort (Ibiza) y cuentan con obra suya el Museo de Arte Moderno de México y el Museo de Arte Contemporáneo de Eivissa.Viajó  por Europa y norte de África con el empeño de descubrir todo aquello que fuese de su interés y que en su país no encontraba, compartiendo similares anhelos y aventuras al lado de su inseparable amigo Xaime Quessada.

Ahora el Museo de Pontevedra hace aflorar por medio de 66 esculturas su constante trayectoria organizando una cuidada exposición que explica sus etapas y evoluciones. Las obras parten del año 1959 alcanzan el 2010 y pertenecen a instituciones públicas, museos y colecciones particulares; elegidas por la comisaria Beatriz San Ildefonso se muestran ordenadas y agrupadas en base a temas y materias.

ACISCLO MANZANO. MUSEO DE PONTEVEDRA
ACISCLO MANZANO. MUSEO DE PONTEVEDRA

Acisclo es un artista sumamente personal seguidor de su propio instinto; en sus obras habita una enigmática sutileza que fue valorada por Oteiza quien percibía en ellas una suerte de paisajes infinitos; pero la verdad es que esa fina definición excede la apreciación y las aproxima a otros mundos lejanos y desconocidos que pueblan sugerentes seres, sin identidad  ni relación alguna pero con alma propia; según expresa el artista estos seres persiguen el encuentro con almas afines.

Rostros, figuras de ondulantes gestos que potencia la luz cuando penetra en el juego de huecos y escorzos, en barro y arcilla, madera o plomo, acero o piedra— en las esculturas monumentales—amplían el significado de cada obra que conserva la memoria del material y el instinto que la origina, adaptándose a formas abstractas; suaves ondulaciones siempre guardianas de un rostro que con sorpresa se asoma al exterior. El barro propicia los ligeros volúmenes redondeados y dulcifica la existencia en algún caso sostenida y equilibrada por medio de una base curva. Con frecuencia las superficies se quiebran y el escultor propone la posibilidad de rastrear y averiguar lo que guardan en su interior.

Ibiza supuso un capitulo que se haría necesario y durante unos años Acisclo experimentó con el color claro de la arcilla del lugar construyendo a lo largo de la década de los años setenta, una serie de piezas luminosas que se incorporan a su repertorio pero con nuevas formulaciones; la naturaleza del material propiciará  unas superficies de mayor suavidad y las formas y paños ascendentes aluden al clasicismo escultórico helénico; por el contrario, en Galicia, el barro empleado dará a las obras tonalidades más oscuras y una textura mas rugosa. Y los ecos de la historia están presentes en sus creaciones acentuadas por volúmenes y huecos evocando la idea de fragmentación y suponen la renovada visita al mundo arcaico que incluye la herencia ibérica mediterránea. Hay que reconocer que Acisclo además de la devoción por la escultura “noucentista “ de las primeras décadas del pasado siglo o por las vanguardias escultóricas de los 40 y 50: Giacometti, Arp o Henry Moore, asimila con especial sensibilidad los principios de la Grecia clásica, y en particular la obra de Fidias que será una de las grandes referencias.

De igual modo, en ese universo de símbolos y huellas ocupa un lugar primordial el Pórtico de la Gloria y su creador el Maestro Mateo. Por ello, la unión de dos mundos diversos bañados por mares contrarios y significados por sendas culturas que el artista abraza: la Mediterránea y la Atlántica persisten y se proyectan hasta hoy.Tales razones ya fueron advertidas en su momento por Moreno Galván en un estudio sobre el escultor escrito en 1974, en el que destacaba el acento helenístico que subyace en su escultura, al que había que añadir otros elementos menos visibles que remiten a un pasado arcaico de carácter atlántico y galaico.