La política comercial de Donald Trump ha vuelto a estallar en sus propias manos. Lo que presentó como una estrategia para proteger la industria nacional y reducir la dependencia del exterior ha terminado generando uno de los mayores déficits comerciales en la historia reciente de Estados Unidos. Así lo confirman los últimos datos publicados por el Bureau of Economic Analysis, que sitúan el déficit comercial total del primer trimestre de 2025 en 351.000 millones de dólares, un 74,8% más que en el mismo periodo de 2024.
Trump, que desde su regreso a la Casa Blanca defendió una subida generalizada de aranceles a las importaciones para corregir el desequilibrio comercial, ha visto cómo su mensaje generaba una reacción contraria a la esperada. Las empresas estadounidenses, ante el temor de aranceles aún más altos en el futuro, se han lanzado a importar masivamente, acelerando las compras antes de que las restricciones fueran efectivas. El resultado ha sido un crecimiento descontrolado de las importaciones del 18,9%, frente a un modesto 4,5% de incremento en las exportaciones.
En términos de bienes, el déficit se ha incrementado un 55,5%, mientras que en servicios la balanza ha resistido algo mejor, pero insuficiente para compensar el desajuste. Esta situación ha tenido ya un impacto directo en el crecimiento económico, con el Producto Interior Bruto (PIB) cayendo un 0,3% en el primer trimestre, después de haber crecido un 2,4% en el último trimestre de 2024.
Los analistas coinciden en que la estrategia de comunicar a golpe de puñetazo sobre la mesa ha generado más incertidumbre y miedo entre los empresarios que confianza en la política económica. Lejos de frenar las importaciones, la amenaza de futuras restricciones ha acelerado las compras externas, profundizando el problema que Trump aseguraba querer resolver.
Ante este escenario, Estados Unidos ha iniciado negociaciones con Reino Unido y otros socios para suavizar su política arancelaria, con anuncios recientes de acuerdos de arancel cero en determinados sectores, en un intento de frenar el efecto dominó que su propia estrategia ha desencadenado.
El fracaso de la política comercial de Trump ha generado también críticas desde sectores que tradicionalmente lo apoyaban, señalando que el expresidente ha dañado más de lo que ha protegido. La caída del PIB y el descontrol del déficit comercial ponen en duda la viabilidad de su estrategia proteccionista de cara al resto del mandato.
Mientras, las empresas siguen acelerando las importaciones por miedo a nuevas subidas arancelarias, lo que podría agravar aún más el déficit en los próximos trimestres si no se logra un giro en la política económica. La credibilidad de Trump queda tocada tras este revés, dejando a la economía estadounidense ante un reto mayúsculo para equilibrar su balanza comercial sin frenar su crecimiento.