Flamenco, toros y vino de Jerez, un tópico mil veces repetido del que se abusó durante el franquismo y que ha desvirtuado el inmenso valor de esos tres hechos culturales únicos en el mundo. A uno le duele el alma viendo la incomprensión que muestra la generación actual, por ejemplo, con el vino de Jerez.
Se parte de un error de ‘conceto’, como diría Pepiño Blanco, es mejor hablar de ‘los vinos del Marco’, ese triángulo mágico situado entre Jerez, Sanlúcar y el Puerto. Es en esta zona donde se produce el milagro de ‘la crianza bajo velo’ que consiste en la maduración anaeróbica de un vino en una barrica bajo la protección de un velo producido por un hongo. Aquí se acaban los tecnicismos, no hace falta saber mucho más. Es cierto que dependiendo de su mezcla con vinos de crianza oxidativa y las localizaciones se producen diferentes posibilidades (palo cortado, amontillado, jerez, fino, etc), pero más complejo es el funcionamiento de la nueva Champions y la gente parece comprenderlo.
Parte del problema deriva de que el hongo que cría el velo consume alcohol y ello lleva a la necesidad de añadirlo, lo que se llama ‘fortificarlo’ o ‘encabezarlo’. A causa de ello, hay una parte del público mayoritariamente femenino que se queja del exceso de alcohol. Tienen razón, pero eso mismo pasa con el Oporto y se protesta menos. Sin embargo, hace tiempo que este problema se ha resuelto con los llamados ‘vinos de pasto’ tanto en Jerez como en Montilla-Moriles, de los que la bodega Equipo Navazos ha sido pionera. Se trata de vinos con elaboración bajo velo pero sin fortificar, utilizando métodos antiguos que habían sido abandonados. Ahora ya no hay disculpa posible a la hora de elegir un blanco, debemos acabar con la ridícula manía del ‘verdejito’ y otros amaneramientos. Es ya la hora de que los españoles y las españolas exijamos beber vinos del Marco.