Prisma Internacional

La verdad del Caso Pertur

La novela Manto de silencio, del escritor y abogado vasco Iñaki Martínez, pone algo de luz a la misteriosa desaparición de Pertur, un activista político enrolado en ETA y que fue asesinado, en unas turbias circunstancias, por sus propios compañeros de armas.

Seguramente,  si el 23 de julio de 1976, ocho meses después de la muerte del dictador Francisco Franco, Eudardo Moreno Bergareche, alias Pertur, no se hubiera subido a un coche, junto a sus compañeros de armas Ángel Apalategui, Apala, y Francisco Mujika Garmendia, Pakito, en San Juan de Luz. a las 11 de la mañana de ese día, la historia de ETA y de la sociedad vasca hubiera sido radicalmente distinta. También creo que la de España. 

Iñaki Martínez, abogado y autor de la novela Manto de silencio.
Iñaki Martínez, abogado y autor de la novela Manto de silencio.

La desaparición de este joven ideólogo de ETA, que apenas contaba con 26 años, cambiaría para siempre el rumbo de la organización terrorista  y cerraría el debate abierto por Pertur entre los defendían la vía política para el independentismo vasco, como él mismo, y la lucha armada, que finalmente se impuso como estrategia de la banda durante décadas por parte de los que, precisamente, asesinaron a Pertur.

Como en La verdad del caso Savolta, de Eduardo Mendoza, el escritor Iñaki Martínez rastrea, investiga y busca las pistas que llevan a la resolución de uno de los crímenes más enigmáticos e icónicos de la Transición democrática, colocando, como en un puzzle, las piezas de un conjunto final que nos dan las claves de un caso al día todavía no cerrado, pues el cadáver sigue sin aparecer. Las conclusiones finales, con el relato pormenorizado de los hechos y los indicios que nos ofrece Martínez, es concluyente y no deja lugar a la duda: Petur fue asesinado por los halcones de ETA simplemente porque no querían convertir al grupo terrorista en una organización política y porque no podían ganar la batalla ideológica contra el asesinado con argumentos teóricos sólidos. Eran unos simples pistoleros frente a un ideólogo sólido con unos principios éticos fundamentados y coherentes. Pero valieron más las balas que las palabras, desgraciadamente. 

Petur fue asesinado por el fanatismo de sus victimarios, que desde el mismo día de su muerte impusieron un estricto y férreo control de los miembros de ETA sin tolerar la más mínima expresión crítica, y que nunca toleraron ninguna forma de disidencia, incluida la reinserción de algunos de sus miembros, cuyo caso más significativo fue el de Yoyes, una etarra reinsertada que quiso recomponer su vida y que la banda “ejecutó” en Ordizia en septiembre de 1986. Toda forma de contestación, de disidencia, se pagaba con la vida en ETA.

Este libro solamente lo podía haber escrito Iñaki Martínez porque conoce la sociedad vasca en profundidad y porque tenía todos los elementos a su alcance para tejer esta trama que discurre en Manto de silencio, como haber  conocido personalmente a algunos de los personajes que discurren por su novela, como Otelo Saraiva de Carvalho, la compañera del asesinado, los amigos y compañeros de Petur e incluso a sus asesinos. 

La victoria póstuma de Pertur 

La victoria póstuma de Pertur es que finalmente el entorno político y militar que nutría a ETA, siempre en manos de un núcleo dirigente duro, intransigente y cerrado a cualquier forma de negociación, es que finalmente, tras años de muertes, sufrimiento para víctimas y victimarios y desolación, los postulados del asesinado han sido los que han prevalecido y la banda aceptó abandonar las armas y encauzar la lucha por la vía política. Lástima que en este medio siglo se quedaran en el camino más 850 asesinados, miles de heridos, centenares de familias destrozadas y demasiado dolor en las víctimas para olvidar de un día para otro. Finalmente, como se pregunta Martínez en voz alta, ¿todo este dolor para qué? Para nada, para finalmente volver al retomar el sentido de la cordura y abonar la senda política para salir del atolladero al que ellos mismos habían llevado a ese mundo irracional y sin sentido.

Durante casi cincuenta años ha pervivido este manto de silencio que Martínez denuncia en su novela y que ahora, aunque sea tímidamente, rompe con sus palabras. Este manto de silencio fue tejido por el miedo de una sociedad que temía descubrir su propia historia, porque era terrible, y porque se negaba a aceptar que sus “héroes” no eran más que unos vulgares asesinos de gatillo fácil y escasos argumentos. 

Además, los que se iban de ETA y no querían seguir matando se iban por la puerta de atrás, sin críticas y sin decir nada, respetando la ley del silencio, o la omertà en el lenguaje mafioso siciliano, un norma que implica no hablar sobre las actividades de la organización, ni siquiera para defenderse de acusaciones, y se extiende a proteger a otros miembros de la mafia, incluso si son culpables. ETA, nacida como una estructura política y militar inicialmente, acabó deviniendo en una estructura de corte mafioso y absolutamente jerarquizada en que toda forma de disidencia se pagaba con la vida, tal como denuncia Martínez en su novela.

Crónica de un asesinato civil y político 

La novela de Martínez es una crónica del asesinato civil y político de Pertur, un hombre alejado de los dogmas imperantes de la banda en ese momento que apostaban por una violencia radical y descartando la vía política en un contexto en que ya se atisbaban las primeras luces del final de la dictadura y la apertura de un proceso de transición hacia la democracia. 

Otra de las conclusiones claras de este libro es que la trama ultra, es decir, la implicación de la ultraderecha en el crimen de Pertur, queda totalmente descartada y que simplemente fue una cortina de humo empleada por la banda para alejar las primeras sospechas que recayeron sobre sus victimarios nada más desaparecer el asesinado. Los comportamientos estalinistas de la cúpula de la banda, que ejecutó a Pertur sin ni siquiera abrir la posibilidad de un debate político acerca de la conveniencia o no de sus tesis, revelan que el mundo abertzale no estaba preparado en esos momentos para vivir en democracia, sino que seguía viviendo bajo los viejos dogmas y clichés de una izquierda autoritaria que había nacido contra la dictadura y que no supo adaptarse a las nuevas condiciones políticas, como ocurrió entonces con otras fuerzas. Tardarían más de treinta y cinco años en entender las tesis de Pertur, aunque nunca le darían la razón, ni siquiera después de muerto, porque pondría en riesgo su fanatismo heroicista acerca de la utilidad de la lucha armada, pero también porque descubriremos la miseria moral y ética de muchos de sus supuestos héroes ahora homenajeados en las calles vascas.