Trenes de Alta Velocidad, pero baja dignidad. Y mientras tanto, el Falcon vuela

Carta al señor ministro Óscar Puente:

Le escribo estas líneas con el pulso tembloroso. En este instante permanezco inmóvil en el vagón número 7 de uno de nuestros gloriosos trenes de Alta Velocidad, que es alto en precio pero no en desplazamiento. Estamos concretamente en lo más profundo de la nada y este tren cargado de gente lleva un montón de horas aquí parado —estamos en un páramo que ni siquiera Google Maps se atreve a identificar—. Empiezo a temer que nunca más volveremos a ver la civilización, por lo que si encuentra esta nota, considérela mi legado.

No tenemos agua. Bueno, sí, la tienen en el vagón cafetería, a temperatura infierno. El camarero nos ofrece la posibilidad de un préstamo personal para pagar por cada vasito. Yo he querido racionar mí botellita desde el kilómetro 200, así que en este instante la comparto simbólicamente con una señora que está sentada frente a mí, dándole de cuando en cuando un sorbo con el taponcito, aunque es bastante difícil porque con su caprichoso cambio climático nos jodieron amarrándolo a la botella. Entre tanto, ella devora un chorizo de cantimpalo con grandísimo entusiasmo, así que entre los vapores del embutido y los lamentos de un puñado de niños que tienen los móviles con la batería más agotada que la mismísima catenaria, me encuentro en un ambiente puramente ibérico.

Le contaré también que estoy escribiendo estas líneas con un boli BIC -Bic cristal, que escribe normal-, algo mordido, y para las letras utilizo un pedazo de papel higiénico que gentilmente he sustraído del aseo. Soy consciente de que no es lo más ideal pero sin duda ya no quedan ni reglas ni leyes en este universo paralelo en que estamos detenidos, ¡el tiempo no existe! El revisor ha sido víctima de un colapso nervioso, declarando a diestra y siniestra que está “haciendo lo que puede”. Hace un rato lo he visto murmurando a una puerta que estaba cerrada.

Sin duda la tensión crece por minutos. Una señora ha llamado por teléfono a su prima para contarle en vivo y en directo todos nuestros padecimientos, aunque no negaré que es un poquito exagerada porque no vamos en la clase Bussines. También hay varios adolescentes que lloran desconsolados y todo porque sus teléfonos murieron hace cuatro horas y con ellos su conexión con el mundo, ¡ya no saben qué hacer y buscan un psicólogo! También hay dos “elles” que viajaban en los vagones 2 y 14. Se han hecho “superamigues”. Tienen perro y al parecer eso une mucho. “Une de elles” acaricia el perro —o perre— del otro, y el otro -u otre-, al uno o une. Les dos son realmente felices y han saltado del tren para que los caninos —canines— correteen en este lugar que es completamente yermo. Pienso que algo debe de tener ese asunto de los perritos porque desde que se vieron están más calmados que todos nosotros juntos. Ahora parece que empiezan a asumir el rol de guías espirituales del vagón.

Quiero suponer también que tu compañera María Jesús Montero, que siempre es la más sagaz de todos los ministros, ya estará declarando con rotunda fe y en su titánica ignorancia que esto ha sido “un sabotaje” o, mejor aún, que la culpa la tienen otros. En este momento también me vienen a la memoria las declaraciones impertinentes de tus amigotes cuando el apagón —también las tuyas—, que nos tranquilizabais diciendo que esto no era fallo del sistema ni de vuestras estúpidas medidas anticontaminación, sino que se trataba de un ataque al progreso. Pero la única realidad es que nosotros estamos aquí, atrapados, imaginando a Pedro en su brillante Falcon, ahora en su Palacete veraniego en Lanzarote, con la familia y los amigotes, lleno de bebidas fresquitas y con todo tipo de suministros de primera calidad y gratuitos.

¡Y qué decir de esa pléyade de ilustres socialistas que han hecho de la gestión pública un arte escénico! Sin duda habrán ayudado para lograr este hermoso trayecto los amigos del gobierno socialista: Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, Pardo de Vera… ¡Qué maravilla de contratos, qué eficiencia tan etérea y qué planificación tan digna de realismo!

Mi querido ministro, si alguna vez se encuentra naufragado en mitad de esta España, sin agua, sin luz, con el móvil muerto y sin posibilidad de huida ni de explicación, completamente rodeado de extraños que ya se han contado la vida entera… entonces será el momento en que sepa cómo se siente un ciudadano de a pie al que le roban un día sí y otro también. Ayer los trenes eran de carbón, pero llegaban, hoy somos viajeros en la era de la modernidad detenida y encima tenemos que dar las gracias.

Pero no se preocupe por nosotros. Moriremos felices, con su cuento de la Agenda 2030, del “no tendrás nada, pero serás feliz”. No sé quién dijo, o si lo dijo, pero si esto no es un sketch, que venga el cercanías y lo vea.

Con mis últimas fuerzas y ya escasa voluntad -y antes de que este boli diga basta-, me despido,

Firmado: Un superviviente del AVE, María purísima...

P.D.: Y si alguien encuentra mi cuerpo, que por favor lo entierren con el ticket. Lo pagué todo. Hasta la esperanza.