LA MIRADA DE ULISAS ya de regreso a Israel, luego de un periplo de viajes por Japón y Colombia, donde pudo absorber culturas variadas, vuelvo a ustedes, mis queridos lectores. Debo aclarar que me hicieron mucha falta. Y puedo casi afirmar que estas diferentes culturas se contrastan y resultan casi opuestas en muchos de sus expresiones, como la manifestación del silencio versus el ruido o la algarabía sin embargo, se miran con interés y respeto.
Regreso a ustedes, mis añorados lectores, con el atisbo triste por ver que las guerras no cesan. Se han vuelto pan de cada día. Israel no es la excepción, sigue el dolor de la ausencia de los secuestrados en sus hogares y la muerte de los soldados, que representan un padecimiento extremo para el pueblo de Israel. Desea vivir en paz con sus poblaciones vecinas. En su permanente saludo lo manifiesta con su habitual “Shalom”. Está en boca de todos los judíos.
Últimamente, se ha vivido con pena extrema el vil asesinato de los seis secuestrados, pero lo peor es ver en que condiciones estaban como fue el caso de Eden Yerushalmi de 24 ños. Joven que entró en cautiverio con 40 y pico de kilos y en el momento de ser vilmente asesinada estaba con escasos 30 kilos. 10 kilos menos en 11 meses de cautiverio, lo que demuestra en las lamentables condiciones en que los mantenían, bien hambreados y violadas, como se ha visto en los estudios post mortem realizados. Una vergüenza para el mundo el saber y reconocer que la barbarie no tiene límites. Y que aún existen secuestrados que deben estar en similar situación.
La mirada de Ulisas, la mía, piensa que ni el mismísimo diablo puede perdonar semejantes desafueros y atropellos. Colindan con la locura y la maldad fuera de todo concepto ideológico y humano. Y desdichadamente hay que reconocer que las sádicas condiciones en que se mantienen a los inocentes raptados no reciben la condena adecuada. Estos secuestrados injustamente no son sino simples civiles, que tuvieron la mala fortuna de haber asistido a una fiesta por la paz del mundo. Contradicción que se verifica con el maltrato que reciben. Y lo lamentable y curioso es que muchos países y asociaciones humanitarias se hacen los locos o no toman en cuenta estas infamias y cobardías.
¿Qué le está pasando al mundo? Mi gran pregunta, que por lo visto queda sin respuesta. O tal vez la triste consideración es la indiferencia que suscita la muerte de un judío. El sentimiento antisemita nuevamente muestra sus garras. Y hay que preguntarse el ¿por qué? cada vez que el mundo anda mal suscita un renacer del antisemitismo viejo como Matusalén.
¿Acaso Israel propició esta guerra? que lamentablemente es una marcada y relevante guerra de civilizaciones, donde se oponen mundos que no mantienen puntos de unión ni de reconstrucción. Mientras se enfrentan valores del Medioevo contra principios logrados por luchas que han desarrollado una evolución social y económica para el mundo occidental, otros movimientos como el terrorismo de Hamás y sus aliados nos señalan la naturaleza de la caverna donde la luz no tiene lugar. Es de averiguar el ¿por qué? se da este fenómeno que de compasivo no tiene nada y más bien demuestra la involución en la que se halla el mundo en estos momentos tan difíciles para la Humanidad.
Es mi deseo como columnista de este prestigioso medio, que es El Diario de Madrid, que los lectores se hagan estas preguntas y quizá sean ustedes, los ilustres lectores, quienes den una respuesta coherente y adecuada que aplaque el sentimiento de injusticia que vive mi mirada con lágrimas y mucho malestar. Y vuelven mis preguntas: ¿Qué le pasa al mundo?, ¿Cuándo habrá un verdadero despertar de la conciencia? para que se acabe la incongruencia y el desatino que afligen tanto a los seres que pregonamos la existencia de un mundo mejor y más vivible con los semejantes. Seres humanos que resultan personas como tú o yo, que afortunadamente no mantenemos la vil intención de destruir al prójimo.
Es tiempo de apelar a la cordura que representan la tolerancia y el respeto hacia el otro, que es mi hermano. Hay que recordar que somos Uno en el Universo: la raza humana. Y se debe tener en permanencia presente que los animales sólo matan por hambre, pero nunca por cuestión de ego ni de poder. Lamentablemente los humanos no logramos entender que la muerte en manos ajenas nunca debe ser nuestra finalidad ni propiciarla en ningún momento. Duele demasiado la muerte del semejante y más de manera atropellada y sin sentido. Recobremos el sentido de la vida y el valor de los principios que deben regir una sociedad sana y despojada de racismo y de prejuicios.