Según el DRAE la etimología es el “origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su forma.”. Más sugerente es, no obstante, la propia etimología de la palabra “etimología”. Compuesta por etymos (verdadero), logos (palabra) y el sufijo -ía (cualidad) vendría ser algo así como la “cualidad de la verdad de la palabra” o, lo que es lo mismo, la cualidad del significante para expresar el significado. Más concretamente, sin operaciones extensivas o intensivas que con el tiempo deforman el contenido significativo original del término, la cualidad expresiva de dicha realidad en aquel principio.
En el momento presente donde la política parece ser el juego, la relación y componendas entre partidos, ¿qué son es estos si no lo partido? Lo particular.
En otro estado de cosas, una agrupación estructurada en torno a una idea o interés particular destinada a la consecución del poder político, viviría entre la tensión generada entre, efectivamente, la materialización de esa idea o conjunto de ideas para lo general y lo que los asuntos de la polis efectivamente reclama. Una tensión lógica derivada, ampliada, del derecho libérrimo del individuo y el pacto social que, necesariamente, ha de captar esferas de ese derecho originario, natural e individual para que, efectivamente, la polis pueda seguir siendo eso: un orden cooperativo de realización de un valor general que al valor individual le haga racional participar de él. Dicho de otro modo, el interés particular es legítimamente sólo particular, el de las estructuras de poder, sean estas cuales sean, sólo puede ser el interés general.
Esta tensión, como decía, es lógica y puede que hasta salvable. El problema es la propia dinámica de lo particular y su desarrollo en el tiempo. Cuando lo partido, cuando un partido, es la vía preeminente para tener la posibilidad de acceso a dirigir los asuntos de la polis, además del particularismo, entra en juego el poder. Quiere ello decir, que dentro del partido medrará, en un estado de cosas sano, quien pueda ejercer el poder de la manera más solvente o, en un estado degenerado de la mismas, quien encarne de mejora manera la particularidad. Lo partido.
Y cuando para llegar a lo general, hay que crecer en lo particular, es lógico que, con el tiempo, acabe creciendo más en lo particular quien particularmente parta mejor. Que de eso va la etimología de partium. Participio pasivo de partire. De dividir.
Es algo así como la anaciclosis de Polibio sobre la consecución de sistemas de gobierno puros (monarquía, aristocracia y democracia) en el sentido de aquellos destinados a la realización del valor o valores de y para la polis, seguidos de manera respectiva por sus pares degenerados (tiranía, oligarquía, demagogia) como formas de ejercer el poder para la consecución de los correspondientes valores particulares.
El problema de los partidos es que, en su propia estructura llevan, como pecado original, ser su propia forma degenerada que acaba por preferir siempre y en todo caso quien mejor lo hace dentro del partido, perdiendo de vista la razón del ejercicio del poder que es el interés general. No es una degeneración en sí misma, sino que se quiere como valor lo que debería ser una forma degenerada. No es ningún misterio que es donde nos encontramos.
Y, llegados a este punto, entra en juego la última de las etimologías de este artículo. La etimología de “idiota”. De idiotés, persona que sólo se dedica a sus asuntos particulares.
Pues eso. Un sistema de idiotas que lo son porque así quiere. No como corrupción de lo que debe ser, sino como condición para llegar al poder.
Si la corrupción de lo que debe ser es, en sí mismo, el valor para llegar al poder, ¿alguien se puede sorprender de que corrupción es lo que tengamos? Está en la propia naturaleza del sistema y con pocos contrapesos que, por añadidura, han ido despareciendo con la aquiescencia, desdén o despreocupación de la clase de idiotas que sólo sufrimos la idiotez de quien por el poder gana algo particular.
Un gobierno de idiotas que, al paso que vamos, será un Estado de idiotas. Etimológicos, naturalmente. ¿Qué puede salir mal?