LA MIRADA DE ULISAS cavila sobre el hecho, ya tan corriente, como el hábito de: “comer prójimo”. Nombre que se le conoce de manera familiar a mal decir o hablar mal de una persona. Fenómeno que se ha vuelto tan corriente, que ya resulta un ejercicio social y una gimnasia mental que se ejerce olímpicamente. Suele atraer a numerosos individuos por el placer que suscita: un regodeo un tanto malsano que representa un extraño gozo de denigrar al semejante con comentarios que condenan y descartan.
En la religión judía el “lashon ará”, la mala lengua se considera un pecado debido a las nefastas consecuencias que ocasiona. Proyectar un juicio de valor sobre alguien es como lanzar al viento una almohada o un edredón lleno de plumas. Una vez que se suelta el plumaje, difícil o imposible volver a recoger sus plumas. Cada una con su mensaje habrá tomado su camino y habrá hecho mella en otras personas, que le dan crédito a lo anunciado, así sea una mentira o un chisme. Además, con el agravante que se vuelve como el juego del teléfono roto, cada vez se desvirtúa más el primer concepto al que se le añaden otros defectos. Nada resulta más peligroso y dañino como inventarle algo a un sujeto, por el motivo que sea: a veces, por la sola diversión que produce o por hacerse el interesante frente a la audiencia, que le complace la chismografía como un malabarismo del espíritu. Bien nocivo caer en boca ajena cuando se dispone a difamar a un fulano o una fulana por el mero hecho de hacerse el conocedor de una situación o peor aún, cuando se critica a alguien para tomar la posición de superioridad, al suponer que el contador de la jácara en cuestión no haría lo mismo.
Vertientes psicológicas que la condición humana trata y analiza. Debido al dolor y al desequilibrio que producen, se prohíben de manera rotunda para evitar la maledicencia que causa estragos y violencias. En días de reflexión como los sugeridos antes de empezar el año nuevo, que ya se anuncia con el perfume y aliento renovados, sería bueno hacernos un análisis de conciencia y empezar a medir nuestras palabras para no crear mundos densos ni perjudicar a nadie. Se dice que en boca cerrada no entra mosco, busquemos la manera de mantenerla sellada para no caer en la tentación de hablar mal del hermano, ya que todos en realidad somos hermanos al pertenecer a una única especie: LA RAZA HUMANA. Se nos sugiere perfeccionar nuestras actitudes para elevar la conciencia y no herir al semejante al tomar la buena costumbre de calzar los malestares ajenos, a fin de lograr un mejor entendimiento entre las personas del origen o fe que sean. La bella y difícil propuesta: convertirnos en seres de luz para fomentar la unión a pesar de las divergencias. Ofrecen riqueza interna al desplegar ideas y formas de obrar diversas. Dan una comprensión mayor del género humano.
Precisa de nuestra benevolencia. Debemos tener en cuenta que la crítica nociva, que no tenga fundamentos ni razón de ser, divide mientras la inclusión humaniza. Acepta la otredad con sus diferencias, sin la necesidad de tachar o calumniar al semejante, sino al contrario: admite varios pensamientos y acciones con el fin de lograr un entendimiento global. Resulta un tesoro de gran valía para la Humanidad sin la perniciosa manía de etiquetar al fulano ni al mengano. Sólo lograr asumir sentimientos de tolerancia y respeto como la mejor forma de vivir y de ser. La mirada de Ulisas lo ve así. ¿Estará equivocada?