ORBAYADA

Y al quinto día resucitó

¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6)

Tras la locura de amor de nuestra presidente, no tengo otro remedio que retractarme. No lo ha dejado todo por amor. Qué tristeza ¡Y yo que pensaba que él era distinto! Ha resucitado de su voluntaria clausura más fuerte que nunca. No. No se va. Nunca ha estado muerto. Es más, se perpetuará por los siglos de los siglos. Se acabó el abatimiento. Solo necesitaba aluviones de cariño de su gente. ¡No te vayas! ¡Te queremos! ¡Sin ti no somos nada! Y bueno, pues eso. Que se ha quedado.

Ha emergido de su búnker con una fuerza inusual. Renovado. Ya no ha vuelto a hablar del amor a su mujer. Es más, parece como si ella se hubiese evaporado y en una larguísima aparición pública proclamó que defendería el amor universal y la democratización de España. Para ello ha comenzado una campaña de acoso y derribo a todo lo que considera perturbador. No está dispuesto a pararse ante nada. A la prensa digital que trastorne su hogar, su partido o sus decisiones la quiere eliminar secándole las fuentes de financiación. Tiene razón. El que avisa no es traidor y por más de tres veces les advirtió de que meterse con él es desinformar. Colijo que pronto tendremos un nuevo departamento en el Consejo de ministros, el Ministerio de la verdad.

A los jueces les ha mandado un recadito, que a buen entendedor pocas palabras bastan. Les ha dicho que, ante tanto caso de lawfare, lo mejor será que la investigación de los delitos se atribuya a los fiscales. Lo ha dicho por boca del ministro Bolaños, quiere reformar la Ley de Enjuiciamiento Criminal. La iniciativa se produce después de que Junts le pidiera acortar los plazos de la instrucción en el marco de las negociaciones de la ley de la amnistía. Una vieja aspiración que hasta los mismos fiscales han considerado prematura. Antes dicen, hay que hacer reformas profundas, dotarles de presupuesto y tener mayor independencia del Gobierno. 

De la oposición tampoco se ha olvidado. Ya se ha cansado de esperar. Va a cambiar la mayoría para elegir entre ellos y sus socios a los miembros del Consejo del Poder Judicial (CGPJ). Dicho y hecho, El grupo parlamentario de Podemos registró una reforma del sistema de elección del CGPJ para poder elegir a los vocales por mayoría absoluta en el caso de que, en primera vuelta, no se logre el consenso de las tres quintas partes del arco parlamentario. La enmienda rebaja también a la mitad los vocales a designar por el Senado. El tema no es baladí, porque entre las funciones del Pleno del Consejo General del Poder Judicial está proponer el nombramiento del presidente del Tribunal Supremo, del presidente del Consejo General del Poder Judicial; de jueces y Magistrados; de los Magistrados del Tribunal Supremo y de dos de los miembros del Tribunal Constitucional.

También se ha dirigido a los funcionarios públicos en una Orden, publicada el 30 de abril en el Boletín Oficial del Estado, del ministerio para la Transformación Digital y la Función Pública. La Orden define un nuevo modelo de directivo público, sus requisitos y el procedimiento de designación. Lo que llama más la atención es que en la exposición de motivos diga expresamente, que el directivo público en su gestión profesional debe de actuar de acuerdo con los criterios e instrucciones directas de la capa política. No me lo he inventado dice eso, “la capa política”. Como bien dice Ignacio Ruiz Jarabo ya no se trata de que los políticos marquen los criterios generales para el funcionamiento de los servicios públicos. Ni de que los responsables políticos dicten instrucciones genéricas. Se trata de que cumplan las instrucciones directas que reciban al pie de la letra, sí o sí, sin distinguir que la instrucción se refiera a una licitación, una sanción o cualquier cosa que se le pueda ocurrir a la casta, perdón quise decir, capa política. La Asociación de Inspectores de Hacienda ya ha emitido un comunicado poniendo en entredicho el contenido de la Orden. 

Al resto nos ha dicho que nos va a democratizar. Todavía estoy preguntándome lo que quiere decir eso. ¿Aceptar impávidos improperios contra los jefes de Estado de otros países? o ¿prohibir las manifestaciones en su contra? Miedo me da. Mientras tanto el proyecto de Ley de Amnistía en favor de los condenados, procesados e investigados judicialmente por el intento ilegal de independencia de Cataluña que facilitará el regreso del expresidente catalán, camina sin ruido “des-pa-ci-to, pasito a pasito”, pese al revés del Senado, hacia su aprobación definitiva por el Congreso de los Diputados. 

¿Quién dijo que no era un genio? 

 

Maribel Barreiro es jurista y escritora
Autora del libro de relatos 
De príncipes azules y otros cuentos

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