La reciente condena al ex presidente Álvaro Uribe ensombrece aún más el sombrío panorama político que atraviesa Colombia bajo la batuta de su inefable presidente, Gustavo Petro.
Colombia está enferma y los síntomas son acuciantes y preocupantes. El primer presidente de izquierdas en la historia de este país, Gustavo Petro, está manejando el país de una forma desastrosa y ni siquiera ha conseguido en estos tres años que lleva en el poder consolidar un equipo que pueda considerarse como tal. Petro ha nombrado ya más de 56 ministros y 126 viceministros, algo inédito en este país y el reflejo del evidente desorden que reina en su administración.
Además, todos sus ministros salen por la puerta de atrás y criticando duramente la gestión de Petro, tal como le ha ocurrido con uno de sus más famosos ministros de Educación, Alejandro Gaviria, y el Canciller Álvaro Leyva, quien llegó a contar jugosas anécdotas de la vida personal del presidente, llegando a esta conclusión: “Está enfermo, debe revisar su permanencia en la Presidencia”. Según él, los problemas de drogas y otras adicciones del presidente han llevado al país al límite y asegura que quien realmente gobierna es el controvertido ministro Armando Benedetti, quien, por cierto, fue acusado por su mujer de malos tratos, según denuncia efectuada en Madrid hace algún tiempo.
La izquierda que ayudó y ensalzó a Petro para que llegara al poder se encuentra, al igual que la derecha, muy decepcionada, o quizá más porque las expectativas eran muy altas, y ya comenzó a abandonar el barco, como las ratas, del fracasado petrismo ante la perspectiva de nuevas elecciones. Escritores de izquierda, como William Ospina, Aurelio Suárez, Vladdo y Héctor Abad y políticos míticos de esta misma corriente, como Antonio Navarro, Claudia López y Jorge Enrique Robledo, se han distanciado totalmente del máximo mandatario colombiano y han criticado muchas de sus decisiones.
Abad ha señalado directamente a la corrupción reinante en el país bajo Petro: «hay una rama corrupta de su gobierno que a lo que se dedica es a tratar de captar el capital, el erario, el patrimonio público del país para hacer negocios y para sus clientes». Petro se ha visto envuelto en numerosos escándalos, incluso algunos que involucran a su propio hijo y a su hermano, y ha instrumentalizado la justicia con tácticas dilatorias para que no tengan que responder ante la justicia.
Suspenso en Seguridad y fiasco de la "Paz Total"
Otro de los grandes fracasos de este gobierno es en materia de seguridad y desde la llegada de Petro al gobierno, que preconizaba una política de “Paz total”, se han contabilizado unas 215 grandes matanzas que han costado la vida de 728 colombianos. El año pasado la cifra de homicidios superó los 13.000 y, en términos generales, las tasas de criminalidad se mantienen intactas, aunque otra vez han vuelto a ser una macabra rutina los secuestros y la extorsión. Para la mayoría de los colombianos (36%), el orden público es su mayor preocupación y creen que bajo este gobierno incluso ha empeorado. El intento asesinato del precandidato opositor Miguel Uribe Turbay, en un extraño atentado en que convergían varios elementos mafiosos, sicarios y sospechas que apuntaban a agentes cercanos al gobierno, retrotrajo a Colombia a los años de la violencia política de los noventa, que parecían ya totalmente olvidados.
Este atentado ocurre en un momento de gran confusión preelectoral cuando apenas queda algo menos de un año para las elecciones legislativas y algo más para las presidenciales, ya que hay más de setenta precandidatos para las mismas y sin que nadie despunte en las encuestas. Luego, en este contexto de clara atomización política sin sucesores claros a la vista, tampoco ayudan en nada las amenazas rutinarias de Petro de presentarse a la reelección -lo que es ilegal constitucionalmente- y de convocar una constituyente para subvertir a través de subterfugios el actual orden constitucional, lo que genera alarmas en varios sectores de la sociedad colombiana.
Para echar más leña al fuego si cabe, la reciente condena al ex presidente y contradictor de Petro, Álvaro Uribe, ha polarizado el país aún más entre sus detractores y partidarios. Para Petro, la sentencia es un triunfo de la democracia colombiana, mientras que para los seguidores de Uribe es una simple vendetta política tras la cual está el mismo presidente. Sea lo que sea, Uribe sigue siendo un vector determinante en la sociedad colombiana y habrá que calibrar qué influencia puede tener este hecho en la intención de voto de cara a las próximas elecciones, concretamente si beneficiará a su partido, el Centro Democrático, en sus horas más bajas ahora, todo hay que decirlo, o no.
Por ahora, a Petro el fallo no le beneficia en nada, pues enturbia sus relaciones con Estados Unidos, donde su secretario de Estado, Marco Rubio, ha señalado que el mismo es un caso claro de “instrumentalización judicial”, en una nueva vuelta de tuerca más en unas relaciones marcadas por la desconfianza y la lejanía ideológica. Veremos qué pasa de aquí al 8 de marzo, en que los colombianos volverán de nuevo a las urnas.