Candela

Por sus hechos...

Si hay una frase incontrovertible y que habría que seguir al pie de la letra es aquella del pasaje bíblico, referido al Sermón de la Montaña, en que Mateo dijo: «por sus frutos los conoceréis».

Pues bien, esa premonición no era otra cosa que una advertencia contra falsos profetas o —trasladado al día de hoy y a la realidad política española— contra líderes que aparentan una cosa pero sus acciones revelan una naturaleza contraria, generalmente perversa y falsaria. En definitiva, el aserto es una invitación a observar las acciones de alguien para comprender su esencia y, de tal suerte, poder desbrozar y distinguir entre lo verdadero y lo falso. Porque hoy, con los discursos prefabricados, los equipos de imagen y los medios televisivos y periodísticos al servicio del «amado líder», es complicado no caer en el engaño y, especialmente, aquellas gentes afectas de bondadosa inocencia o menguado espíritu crítico.

Sí, efectivamente amigos, sí. Esa especie de imagen que ya cada uno de ustedes se estaba prefijando acerca de por dónde podía ir la idea, es exacta. Me estoy refiriendo a Sánchez, «el hombre enamorado». Así que ¡bingooooo, para los acertantes! que, estoy seguro, habrán sido muchos.

– ¡Un puñetero «vendemotos»!, dice mi amigo Juncal cada vez que se le nombra al «Coloso de Paiporta».

– ¡El tío que más mentiras ha contado en toda la historia de España!, según Rafa, el valenciano, uno más, hastiado y quemado con «el trilero de la Moncloa», como él lo llama. Y remata sus opiniones sobre «el galgo», diciendo que el día que se muera (aquí no refiero en su literalidad lo que dice, porque igual me acusan de delito de odio o algo peor), que el día que la palme, repito, se dirá: «mira, ahí va un cadáver lleno de verdades, porque como no dijo ni una en su puñetera vida, las debe llevar aún todas dentro».

Pero, poniendo un poco de templanza y sosiego en la cosa, servidor de ustedes, que recurre con frecuencia a los clásicos —conviene beber agua de fuentes claras—, no puede dejar de sorprenderse de la exactitud de aquellos mensajes bíblicos pronunciados hace dos mil años. Fíjense ustedes y valoren:

«guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas,

pero por dentro son lobos rapaces»

¿Ven…?, Sánchez, talmente… Solo falta ahí, en medio de la Biblia, una foto del personaje y ¡zas!, encajaría perfectamente la frase con el perfil del «embustero a las cinco». ¡Uña y carne!

Y es que, pensándolo bien, me planteo yo si Mateo, cuando escribió aquello en el siglo I —aunque fuera en arameo—, no estaba ya pensando en lo que se nos venía encima y con esa advertencia, especie de profecía, nos estaba precaviendo del problema que, a modo de octava plaga egipcia, caería sobre nosotros, españoles, unos pocos miles de años después.

Pues sí, amigos, los hechos han demostrado que Sánchez era el lobo disfrazado y con su discurso falsario engañó a muchos.

Atiendan y corríjanme si no:

El que iba a luchar contra la corrupción; el que iba a respetar a los jueces y la división de poderes; el que no se «acostaría» con Iglesias; el que repitió cuatro, cinco, o veinte veces si hiciera falta, que jamás pactaría con Bildu y hasta les dió el poésame, en sede parlamentaria, cuando uno de la banda se suicidó; el que viajó en el Citroen durante meses con unos de «bragueta ligera», pero no conocía de sus aficiones y hasta los nombró ministro y secretario de organización del partido respectivamente; el que tampoco debía saber que su suegro vivía de la prostitución, pero sin embargo él alardeaba de feminista y vivía en un piso comprado con el dinero proveniente de ese ético negocio; el que jamás haría una amnistía porque era inconstitucional; tampoco —mucho menos—, daría privilegios fiscales a los catalanes en exclusiva ni cambiaría el modelo general de financiación; el que iba a traer detenido a Puigdemont para cumplir con la justicia; el mismo que nos recita que la economía española va como un avión, pero cada vez son más los necesitados de ayudas sociales y los que acuden a diario a los comedores públicos; el que pretendió postularse para secretario general de la OTAN, pero ahora intenta debilitarla negandose a cooperar como socio fiable; el que ha dejado totalmente abandonados y ha vendido a Marruecos —sin ninguna explicación ni debate parlamentario— a nuestros hermanos del pueblo saharaui; el que decía que sin presupuestos no se podría gobernar, y lleva dos años sin ellos —más lo que te rondaré morena—; el que su gobierno aprobó la ley del «Sí es sí», que ha dejado en la calle o aminorado penas a violadores y pederastas; el que ha sacado del olvido un frentismo guerracivilista que ya España tenía olvidado y superado, haciendo que de nuevo se reviva entre familias y amigos odios e inquinas, repito, sí, inquinas seculares, ya superadas tiempo ha; el que ha provocado que se multipliquen las prestaciones de la ayuda a la dependencia; el que regala dinero al gobierno de Mohamed VI, pero se lo niega a nuestros enfermos de ELA; el que está llenando nuestros parques públicos con bandadas de inmigrantes ilegales sin otra ocupación que chatear y alojados en hoteles, eso sí, a costa de nuestros impuestos; el que con sus políticas sanitarias está haciendo emigrar a nuestros médicos y enfermeros y, en consecuencia, se han disparado escandalosamente las listas de espera para cualquier tipo de acto médico; el que nos quiere en Occidente, pero prefiere reunirse y empatizar con los comunistas del grupo de Puebla y el gobierno Chino que, sabido es, tanto unos como el otro, lo constituyen comunistas odiadores de la cultura occidental. Y ya en esa línea ideológica y puesto a suponer, imagino con cuánto alborozo se hubiera reunido con Fidel Castro o Hugo Chávez —que en el infierno estén— quienes, sin duda, lo hubieran recibido con abrazos y alborozo por tratarse de uno de los suyos y haciendo bueno lo de «Dios los cría y ellos ..»

¡Naaaa—! para qué seguir.

Estas referencias, que no son más que algunas «perlas» de las que caracterizan a este personaje malévolo y torcido, bien a las claras nos evidencian que España y los españoles estamos en un mal camino —el peor—, que el tipo tiene muchísimo peligro y que, de no darse pronto un golpe de timón esto hace más aguas que el Titanic. ¡Y ya ustedes saben cómo y dónde terminó!

Así que, conociendo por la historia lo que pasa con los pueblos que cierran los ojos a sus problemas y prefieren mirar a otro lado —como si la cosa no fuera con ellos—, conjurémonos ya, con coraje, arrojo y decisión, para procurar lo antes posible el final de esta era que nos está arrastrando al abismo porque, de no hacerlo por desidia o cobardía, tal vez ya no tenga arreglo ni solución.

¿Entendido?, pues ahí lo dejo.