Dice el diccionario que significa flojedad, descuido o tardanza en acciones o movimientos. Así me siento. Quizá sean los postreros estertores del verano o la lista de lecturas que llevaba preparada y no me ha dado tiempo a terminar. Hoy me he levantado perezosa y, como los osos, sería capaz de pasar dieciocho horas durmiendo sin parar. Voy a echar de menos las interminables noches en la naya, copa en mano, dilapidando el tiempo en conversaciones distendidas. No sé, quizá lo que me ralentiza es la incertidumbre de preparar la próxima temporada. Porque a estas alturas de mi vida o, mejor, de mi experiencia, sigo contando los años como cursos académicos ¡Lo que pueden los hábitos adquiridos!
Entra septiembre. El Mes Patrio para los mejicanos que conmemoran su independencia. El noveno mes del calendario al que su nombre no nombra y engaña porque viene del latín septem. El mes de las fiestas de la vendimia y de los encierros populares que anuncia el preludio de un otoño, rojo y naranja, de hojas tornasoladas con colores más alegres que los de la temporada. Otro septiembre pleno de costumbres enclaustradas, preñado de amores viejos, olvidados, efímeros o incipientes. La vuelta a la normalidad, al asfalto, a la rutina, a la noche urraca que roba las horas al día y hace tabla rasa a un verano que ha traído novedades. Para el recuerdo quedan los ridículos posados o, ¿eran fotos robadas?, de una cariacontecida vicepresidenta y una radiante exministra tras resolver su porvenir en Europa. No sé qué mosca les habrá picado para adquirir denostadas costumbres que hasta ayer y, según ellas, eran patrimonio de folclóricas y mujeres de derechas, para mí que se contagiaron del virus de la vanidad ¡Cómo cambian las cosas cuando ya no se ven los toros desde la barrera!
No tengo dudas. La culpa de todo la tiene el virus del Oropuche que ha llegado a España; ese que se transmite por la picadura de un mosquito tropical que causa fiebre, pereza fatiga y malestar. Sobre el glamour no hay nada, pero seguro que está inoculándolo porque viene del caribe, de un río de la isla de Trinidad. No sé cómo me infecté. Allí no he estado. Les juro que no he navegado por sus aguas, aunque he leído que el grupo cero atrae a cualquier tipo de moscones y mosquitos. Será eso, porque, excepto fiebre y vanidad, padezco el resto de los síntomas. ¡La globalización y sus regalos! Así las cosas, me he recomendado no seguir leyendo la noticia porque, como los prospectos, cuenta con letra pequeña y en detalle, todos los males secundarios y adversos que provoca y cuando he llegado a los dolores de cabeza, he dicho ¡basta!, lo he dejado, ya tengo bastantes jaquecas compartidas o heredadas.
El inicio del curso político me agota. Otra vez las discusiones agrias ¡Qué pereza! No, por favor, otra vez no. Que si nuestro enamorado presidente ha hecho una gira a África Occidental para encauzar la emigración que se desborda. Que si las subvenciones para inversiones de hidrógeno, que propuso de la mano de Úrsula von der Leyen, no han dado resultado y ahora toca digitalización y campaña ministerial con Carlos Cuerpo y Elma Sainz. Sin hablar de las maravillas de la emigración circular, un veni vidi vici (vienen, trabajan y se van) que me preocupa porque todavía recuerdo, que para eso tengo una edad, el monumental barrito de Zapatero y el tam tam de los tambores africanos llamando a libertad y, de paso, venir España para veranear. Que si la financiación, que si el cupo catalán, que si el extrañamiento de Ábalos, que si los vascos, que si a vueltas con la seguridad social, que unos dicen: oigan ustedes, España va bien, requetebién, somos como Taylor Swift. Mientras otros les responden: ¡Oiga, no! No quieran engañar. España se está quedando enana frente a la UE, porque le crece la deuda como las canas y el desempleo de nuestros jóvenes gana en Europa por goleada y, como diría un francés, perdemos productivité. Menudo lío ¡Vaya usted a saber!
Y en Gaza continúan las matanzas indiscriminadas, Ucrania sigue en guerra. Maduro confunde a Edmundo González con el conde de Montecristo, Edmundo Dantés. Y Kamala y Trump batallando. Oriente Medio sin remedio. Y Rusia. Y China. Y la OTAN y la UE. Y el regreso de las DANAS. Y las discusiones de pareja, las lavadoras, la vuelta de peques y mayores al cole y a la universidad. Sin olvidar el regreso de las multas de la DGT, por nuestro bien, tan preocupada ella de lo que nos pueda pasar si en vez de circular a ciento treinta, vamos a ciento treinta y tres. Vamos, lo habitual.
Uff!! ¡Qué pereza! Me están dando ganas de quedarme en el chiringuito y verlos a todos ustedes marchar. No, no me hagan compañía que tendrá mucho que hacer. Se lo agradezco igual.