Hoy quiero empezar con esta frase de una gran amiga que nació unos años antes que yo, y me acompañó toda mi vida, quiero hablarles de MAFALDA, esta pequeña que conocí en Argentina a mediados de los 70, yo compraba en mis vacaciones en Mar del Plata historietas, y entre otras me crucé con una Mafalda, creo que era la número 3 la primera que compré, en su tapa Mafalda observaba al mundo pensativa.
Joaquín Salvador Lavado “Quino” creó este personaje como una respuesta a una publicidad, que nunca se llevó a cabo. Esa frustración de un personaje creado y perdido que quedó dormido en algún cajón, despertó en el año 1964 siendo publicada por primera vez en la Revista Primera Plana con una tira que ya la mostraba cuestionando a su padre y a su país.
Debo confesar que a mis 9 años no interpretaba a fondo las delicadas sutilezas (y no tanto) del sarcasmo de Quino para explicar las realidades de la época.
Las observaciones volcadas en cada una de las imágenes nos cuentan la historia Argentina de una manera única, los cuestionamientos a una sociedad dominada por el miedo, la hipocresía, Instituciones que declamaban una cosa y por debajo de la mesa permitían otras, un verdadero croquis de una sociedad en la que todos podíamos vernos reflejados en algún momento por cada uno de los personajes que acompañaban a Mafalda, una lectura única de la clase media y de los diferentes actores de cualquier sociedad occidental. Será por eso que Mafalda no se quedó sólo en Argentina, ha sido traducida a 26 idiomas.
En 1976 (por la Dictadura Militar) Quino y su esposa debieron exiliarse a Milán, también pasaba largas temporadas en Madrid lugar que eligió también luego del exilio, pasaba los inviernos (veranos argentinos) en un apartamento de Madrid de la calle Don Ramón de la Cruz, donde hacía vida de barrio. Los barrios en la Ciudad son como pequeños pueblos, refieren algunos vecinos de Quino, que caminaba por las calles con lentitud y compraba la comida en los pequeños comercios. Le gustaba especialmente acudir al puesto de frutas y verduras, acudía a la farmacia donde se tomaba la tensión con frecuencia. Pasaba por la papelería y veía en la vitrina cuadernos y otros objetos con los personajes de Mafalda. Cuando alguien le preguntó si no le molestaba ese pirateo, contestó que todo lo contrario, que estaba agradecido de que los productos con sus creaciones tuvieran acogida.
Así era el Padre de Mafalda, simple y con un gran poder de observación, detallista al extremo, y de una gran humildad. Cada uno de los personajes refleja, seguramente algún signo de su persona, pero también de cada uno de nosotros.
El mundo nos sigue dando que pensar, sigue enfermo, Mafalda, si bien refleja una época concreta de la historia, puede leerse sin dificultad en la realidad actual, donde lo importante no es decir todo lo que se piensa, pero resulta fundamental pensar todo lo que se dice.

Gracias Mafalda por enseñarnos a ser libres pensadores.