Prisma Internacional

La penosa y pública irrelevancia de Europa

El escaso protagonismo de Europa en las crisis de Ucrania y Gaza son un síntoma de la crisis de liderazgo por la que atraviesa la Unión Europea (UE) desde hace años. Que Europa, aparte de imponer inútiles sanciones contra Rusia, no tenga una plan ni haya liderado en estos tres años de guerra una iniciativa política y diplomática para poner fin a la misma dice mucho de su absoluta incapacidad para actuar en situaciones críticas. Resulta lamentable que tenga que ser los Estados Unidos, sobre todo desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el actor que está mediando entre Rusia y Ucrania para tratar de que ambas partes negocien una salida pacífica a la guerra.

En lo que respecta a Gaza, ocurre un tanto de lo mismo e incluso me atrevería a decir que el papel de la UE es todavía más grotesco, dada su escasa neutralidad y jugando a abogado del diablo en contra de Israel. La UE está cuestionado abiertamente el derecho a la legítima defensa del Estado hebreo y denunciando lo que los burócratas de Bruselas denominan como el “genocidio de Gaza”. Luego, aunque el gesto sea un brindis al sol, están los reconocimientos de Palestina por varios miembros de la UE, entre los que destacan Eslovenia, Polonia, Irlanda, Chipre, Bulgaria, Malta, Suecia, España y los ahora anunciados de Francia y Portugal para el mes de septiembre. Reino Unido, que abandonó la UE hace tiempo, también ha anunciado que de no cambiar el curso de la guerra hará los mismo en septiembre.

Entonces a nuestra irrelevancia política habrá que añadir nuestro descrédito ante dos de los grandes aliados de Europa, los Estados Unidos e Israel, cada vez más distantes de la UE y que observan con desconfianza la escasa coherencia de la política exterior de esta organización. Mientras que por un lado, la UE condena supuestamente el terrorismo, por el otro, hace la vista gorda ante los desmanes de Hamás, Hezbolá y otros grupos que actúan en Cisjordania. En esa política de tirar la mano y esconder la piedra, sin ningún liderazgo en Oriente Medio, la UE ya no es un actor de peso en este conflicto -realmente nunca lo ha sido- y ni siquiera en el mundo árabe, pese a que hemos mantenido las inútiles instituciones palestinas durante décadas para que se enriquecieran sus dirigentes, unos corruptos incalificables. 

Los Balcanes y el Cáucaso, dos asignaturas suspendidas de la UE 

Pero si no pintamos una mona, por decirlo vulgarmente, en la guerra de Ucrania y Oriente Medio, tampoco estamos mejor en los Balcanes y el Cáucaso, nuestro abandonado patio trasero. En los Balcanes, por ejemplo, la ansiada ampliación de la UE que nunca llega se ha dilatado sine die e inexplicablemente. Países como Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Montenegro, Albania y Serbia llevan décadas esperando su ansiada entrada en la UE y la explicaciones a este retraso no son convincentes ni cuentan con argumentos potentes, aunque hay que resaltar que hubo veto francés, en el año 2019, a esta ampliación. Dicho veto fue considerado como un “error histórico” por dos antiguos dirigentes de la UE, Donald Tusk y Jean Claude Juncker, 

En lo que respecta al Cáucaso, la UE brilla por su ausencia, mientras que Rusia, Turquía e incluso Irán despliegan una intensa actividad política, económica y diplomática en esa parte del mundo. Georgia y Armenia, dos peones de Moscú en el complejo tablero del Cáucaso, han intensificado sus relaciones con Rusia por motivos bien distintos. El caso georgiano es muy complejo debido a que en las últimas elecciones celebradas en este país, en octubre de 2024, un partido prorruso, Sueño Georgiano, ratificó su mayoría en el parlamento y se consolidó el giro hacia Moscú en la política exterior de este país, que siempre se ha debatido entre su pertenencia a la UE o el acercamiento a Rusia. Pero la geografía manda e impone su lógica política. Rusia ocupa varias regiones de este país desde hace décadas, Osetia del Sur y Abjasia, y la fallida guerra por recuperarlas, en el 2008, reveló las carencias de este país y su incapacidad por lograr un marco estable de seguridad, estabilidad y paz sin contar con su poderoso vecino.

Armenia, encajonada en peligrosa vecindad entre Irán, Rusia, y Azerbaiyán, comprendió tras la humillante derrota en la última guerra de Nagorno Karabaj, en el año 2023, que sus aspiraciones europeístas y atlantistas serían castigadas por Moscú. Así las cosas, y desde ese año, se ha intensificado la presencia de tropas rusas y asesores en ese país, pese a que existe la sospecha fundada de que fue Moscú quien facilitó a Azerbaiyán tomar ese enclave por la fuerza en esa breve contienda que significó la pérdida de ese territorio quizá para siempre y la salida de unos 120.000il armenios en un éxodo vergonzante para este pueblo. Rusia, que mantenía un contingente de “fuerzas de paz” en Nagorno Karabaj, se quedó con los brazos cruzados y permitió la recuperación del mismo a manos azeríes sin cumplir con los acuerdos firmados en su momento para lograr un acuerdo pacífico entre las partes y no la toma violenta, tal como finalmente ocurrió. La UE, piensan en Ereván, puede esperar y el oso ruso tampoco permitirá ahora nuevas veleidades europeístas. La letra con sangre entra.